SAN JOSÉ, Costa Rica (19 Abril 2014).- En un cálido
día de primavera, Floribeth Mora estaba en su cama esperando morir de un
aneurisma cerebral inoperable, cuando miró una fotografía del papa Juan Pablo
II en un periódico.
"Levántate, no tengas miedo", le habría
dicho el pontífice a Mora, recuerda ella.
Mora, sus médicos y la Iglesia católica aseguran que
su aneurisma desapareció ese mismo día, en un milagro que despejó el camino
para que el papa sea canonizado el 27 de abril en una ceremonia en el Vaticano
en la que Mora será invitada de honor.
Para Mora, el milagro fue apenas el inicio de su
metamorfosis de una mujer enferma y desesperada a un símbolo adorado de la fe
para miles de costarricenses y católicos en todo el mundo.
Mora, de 50 años, ha recibido a numerosos visitantes
locales y extranjeros en su modesta casa en un barrio de clase media en las
afueras de San José, la capital de Costa Rica, y acepta invitaciones para hasta
cuatro misas al día. Los fieles le han dado tantas cartas para entregarle al
papa Francisco, que tuvo que comprar otra maleta.
Mora dejó sus estudios de leyes, que había iniciado
recientemente, y gran parte de su trabajo para el negocio de seguridad de la
familia para dedicarse por completo a su papel como símbolo de la fe en Costa
Rica.
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