Hace 219 años trasladaron restos de Cristóbal Colón de Santo Domingo a La Habana

SANTO DOMINGO, República Dominicana (20 Diciembre 2014).- hace 219 años, en una fecha como la de hoy fueron trasladados los restos del almirante Cristóbal Colón de la catedral de Santo Domingo hasta La Habana.

Lo que dice la historia

Por la cesión de la isla a Francia, firmado el 22 de julio de 1795, España cedía a la República Francesa la parte que aún poseía de la isla La Española. Era el reinado de Carlos IV y el arzobispo de Santo Domingo era fray Fernando Portillo y Torres, de familia distinguida y gran formación académica.

Entre las varias actuaciones que se iban a llevar a cabo en la isla el arzobispo Portillo considera que una de las tareas más importantes es el traslado de los restos de Colón a La Habana. Esperó la llegada, el 8 de noviembre de 1795, del comandante en jefe de las fuerzas españolas en el Caribe, Gabriel de Aristizábal para que, aparte de evacuar a mucha gente, promoviese el traslado de las cenizas del Almirante.

Con el apoyo del arzobispo Portillo, el general Aristizábal, y las autoridades políticas Joaquín García y José Antonio Urízar, este último representante del descendiente de Colón, el duque de Veragua. El proyecto de exhumación se fijó para el 16 de diciembre de 1795, aunque el traslado fue aprobado formalmente por real orden el 5 de marzo de 1796.

La exhumación se produjo el 20 de diciembre de 1795. Existe testimonio escrito de todos los que participaron en la exhumación, así como dos actas, una abreviada y otra completa, levantadas por el escribano José Francisco Hidalgo. Se abrió una bóveda que estaba junto al presbiterio donde se tomó la caja, que se encontraba deshecha y con los huesos dispersos. El represententante del duque de Veragua había encargado para meter los restos una caja nueva de plomo dorada, que a su vez metió en una ataúd de cedro forrada de terciopelo rojo con galones de oro, que a su vez iba en otra caja exterior. Los huesos dispersos, así como las planchas de metal de la caja deshecha, pasaron a la caja nueva. El representante del duque de Veragua dice que fueron varios pedazos de huesos de canilla y cráneo y cenizas. Al día siguiente se celebraron en la catedral honras fúnebres con misa solemne y horación fúnebre. A las 4 y media de la tarde de ese día 21 de diciembre, en presencia de la Real Audiencia y de un cortejo de gala, los restos se dirigieron al Puerto, donde el general Aristizábal portó los restos hasta el bergantín bautizado como el Descubridor y se trasladó hasta la bahía de Ocoa, donde trasbordó los restos al barco San Lorenzo.

El San Lorenzo, gobernado por Tomás de Ugarte, llevó los restos al Puerto de La Habana, ya que su destino era la catedral de la ciudad. El barco llegó al puerto el 5 de enero y entonces comenzaron los preparativos para un recibimiento de gala. En el Puerto, el 19 de enero, los restos fueron recibidos por el comandante general Juan de Araoz, delegado de Aristizábal, y fueron entregados al gobernador de la isla Luis de la Casas, en un acto solemne en el que participaron las autoridades civiles, militares y eclesiásticas. Posteriormente los restos fueron llevados a la Catedral donde el gobernador se los entregó al obispo cubano, Felipe José de Trespalacios.

Los huesos son colocados en un nicho y en 1822 se realizarán obras para agrandarlo para incorporar una caja de caoba forrada de plomo con una Constitución de 1812, una medalla conmemorativa de esta y otras de plata de Carlos III y Carlos IV y algunos textos civiles y eclesiásticos. Además se colocó una nueva lápida que decía: ¡O restos e imagen del gran Colón/Mil siglos durad unidos en la urna/Al Código Santo de nuestra nación!.

En 1823, cambios políticos en España obligaron a quitar esta urna de plomo con el texto constitucional y se cambió el epitafio por: ¡O restos e imagen del gran Colón/Mil siglos durad guardados en la urna/Y en la remembranza de nuestra Nación!.


Desde mediados del siglo XIX el Ayuntamiento de La Habana pensó en realizar un monumento para albergar los restos del Almirante. En principio se pensó en construir un monumento por suscripción pública y colocarlo en el cementerio de la ciudad. Sin embargo, un segundo proyecto fue el de Arturo Mélida, que es el que finalmente sería realizado en Sevilla.

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