LEONEL: TRUMP HA SIDO TAN POCO ORTODOXO QUE CAUSA PREOCUPACIÓN, DESCONCIERTO Y ANGUSTIA
SANTO DOMINGO, República Dominicana (24 Julio 2017).-
El exmandatario dominicano Leonel Fernández declaró este lunes que al cabo de
seis meses de Gobierno, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha
sido “más estilo que sustancia”.
Dijo que “ese estilo, por si mismo, ha sido tan poco
ortodoxo que ha causado preocupación, angustia y desconcierto”.
Fernández emite estos criterios en un artículo
periodístico titulado “Donald Trump seis meses después”, que publica en el
periódico Vanguardia del Pueblo, órgano oficial del Partido de la Liberación
Dominicana (PLD), del que es presidente y en el que analiza las circunstancias
que rodearon la elección de Trump y las que han caracterizado su mandato
gubernamental.
Alternativasnoticiosas.com
deja a sus lectores texto íntegro del artículo.
“La elección de Donald Trump como Presidente de los
Estados Unidos fue una gran sorpresa. Ninguna de las más prestigiosas firmas
encuestadoras vaticinaron su victoria. Sin embargo, a pesar de todos los
pronósticos en su contra, y de todas las circunstancias adversas, logró alzarse
con el triunfo electoral.
No obstante, todavía en un segmento importante de la
opinión pública de los Estados Unidos se cuestiona dicho triunfo. Para algunos,
fueron las declaraciones del ex director del FBI, James Comey, días antes de la
celebración del certamen electoral, lo que ocasionó la ruina de la candidata
del Partido Demócrata, Hillary Clinton. Para otros, fue la interferencia de
Rusia en el proceso electoral norteamericano, lo que en estos momentos forma
parte de una investigación llevada a cabo, tanto por un fiscal especial como
por el Congreso de los Estados Unidos.
Al asumir sus funciones, el gobierno del presidente
Donald Trump se vio sumido en el caos. De repente, los aeropuertos se vieron
irrumpidos por multitudes enardecidas que protestaban sus primeras medidas,
concernientes a la prohibición de entrada de ciudadanos de países de tradición
musulmana al territorio estadounidense.
Varios jueces de distintas jurisdicciones dejaron
sin efecto las primeras órdenes ejecutivas del presidente recién juramentado.
Fue su primera experiencia en ir descubriendo que el sistema democrático
norteamericano se fundamenta en un mecanismo de pesos y contrapesos.
Pero, desde sus primeros meses de gobierno, el
presidente Donald Trump ha impuesto desde ya su sello personal de estilo
inconfundible. Es el presidente de los tuits a altas horas de la noche o en las
madrugadas; el que afirma construirá un muro entre México y los Estados Unidos;
el que alega haber convocado a la mayor multitud en la historia el día de su
proclamación; y el que ha hecho del conflicto con los medios de comunicación
una característica de su administración.
Optimismo de las élites
Desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca, de
acuerdo con varios índices bursátiles, el valor de las acciones se ha disparado
a uno de los más altos niveles que se haya registrado en los mercados
financieros.
Ese hecho se ha debido, fundamentalmente, a las
expectativas generadas en los grupos empresariales en torno a varias de las
promesas electorales y medidas anunciadas por el nuevo incumbente de la Casa
Blanca. Entre esas medidas se encuentran la reducción de la tasa de impuestos
de las grandes corporaciones de un 25 a un 15%, la eliminación del pago de
impuestos por transferencia inmobiliaria, la anulación de la ley de salud,
mejor conocida como Obamacare; la inversión de un trillón de dólares en
desarrollo de infraestructuras, el aumento en el gasto militar, la
flexibilización de políticas ambientales, así como la eliminación de barreras
al uso del carbón y otros combustibles fósiles.
Más aún, el presidente Trump se ha propuesto iniciar
un proceso de desregulación del sector financiero. De esa manera, aspira a
revertir la llamada ley Dodd-Frank, promulgada como reacción a la crisis financiera
global del 2008.
En razón de que en la actualidad el sistema
financiero luce recuperado, con los principales bancos mejor capitalizados y
obteniendo tasas de retorno prácticamente equivalentes a las que existían antes
de la crisis, en ciertos sectores vinculados al Partido Republicano, se estima
que ha llegado el momento de volver a una etapa de desregulación.
Algo semejante ha ocurrido con la política
comercial. Desde la campaña electoral, Donald Trump se propuso ponerle fin al
acuerdo de libre comercio con el Canadá y México, conocido por sus siglas en
inglés, como NAFTA.
Para el magnate de la construcción convertido en
jefe de Estado, el tratado de libre comercio con esos países, pero
especialmente con México, ha sido el peor acuerdo jamás firmado. Y esto así,
porque, según su criterio, es el factor que explica la pérdida de empleos en
aquellos lugares de producción industrial en los Estados Unidos.
Pero en adición a renegociar el acuerdo de NAFTA, el
nuevo presidente estadounidense canceló el Acuerdo Transpacífico de Cooperación
Económica, el cual contemplaba una liberalización y apertura de mercados con
doce países de la región asiática, con exclusión de China.
Se entendía que a dicho acuerdo le seguiría un
Acuerdo Transatlántico de Cooperación Económica, que Estados Unidos
establecería con los 27 países integrantes de la Unión Europea.
Por supuesto, esas medidas aparecen en concordancia
con la visión proteccionista del presidente Donald Trump, cuya consigna
fundamental es la de convertir de nuevo a los Estados Unidos en una gran
potencia.
Para Trump, como para los integrantes del poder
económico, esto significa incrementar el número de productos fabricados en los
Estados Unidos, mejorar su calidad y competitividad, y hacer que el mayor
número de ciudadanos norteamericanos y del mundo compren productos
estadounidenses.
Para estimular aún más el optimismo de las élites
norteamericanas, el nuevo inquilino de la Casa Blanca se ha propuesto aumentar
el presupuesto militar a cerca de 640 mil millones de dólares, aunque eso
signifique recortes en distintas áreas del gobierno federal.
Con una política de reducción y eliminación de
impuestos, de desregulación financiera, de revisión de acuerdos comerciales, de
inversión en infraestructuras, de promoción del uso de combustibles fósiles e
incremento del gasto militar, Donald Trump sueña con convertir a los Estados
Unidos en una especie de Trump Tower de la economía global.
Trump en el mundo
El antiguo empresario de la construcción y dueño de
casinos, inició su política exterior rompiendo con una tradición norteamericana
que existía desde el año 1979. Llamó por teléfono a la presidenta de Taiwán
antes de establecer comunicación con la República Popular China, que es el país
con el que los Estados Unidos tiene relaciones diplomáticas.
Luego de eso vino el exhibir el uso de la fuerza
militar, al producir ataques aéreos sobre Yemen, Siria y Afganistán, lanzando
sobre este último país la más grande bomba no-atómica o convencional de todos
los tiempos, la Madre de todas las Bombas, con un peso de más de 20 mil libras.
Al asistir a su primera reunión en la Organización
del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), evadió hacer referencia al artículo 5
de dicho tratado en el que se establece el principio de seguridad colectiva, en
el que cada Estado se siente compromisario con la seguridad de los demás. Eso
provocó que la canciller de Alemania, Angela Merkel, llegase a afirmar que
Europa debería tomar conciencia de que en materia de seguridad, solo depende de
ella misma.
Luego fue desconocer lo suscrito por los Estados
Unidos en la Conferencia de las Partes 21, celebrada en París en diciembre de
2015, con el propósito de fijar los compromisos de todos los países del mundo
con respecto a la adopción de medidas que frenen el aumento de la temperatura a
escala global.
El mundo se sintió estremecido con esa actitud del
gobierno del presidente Trump. Después de la gran victoria que significó el
Acuerdo de París para los pueblos, nunca se pensó que de la principal potencia
del mundo surgiera la medida que pondría en riesgo la propia supervivencia de la
especie humana.
En la reunión del G-20, realizada recientemente en
Hamburgo, Alemania, el desconcierto llegó a niveles tales que prefirió hablarse
del G-19 o hasta del G-0, en razón de la discordancia de Estados Unidos con
respecto a las demás naciones integrantes de la organización.
Con respecto a Irán, país con el cual la
administración de Barack Obama había llegado a un acuerdo razonable para evitar
el enriquecimiento de uranio para la fabricación de armamentos nucleares, el
nuevo gobierno del presidente Trump ha decidido reconsiderar esos acuerdos y
establecer nuevas sanciones al país oriental.
Finalmente, en relación con Cuba, luego de más de 50
años de política de aislamiento de la isla caribeña por parte de Estados
Unidos, el gobierno norteamericano, una vez más, dio un gran salto hacia
delante. Estableció relaciones diplomáticas formales con dicho país y
flexibilizó medidas de transporte e intercambio comercial y educativo.
Ahora, todo eso queda en la incertidumbre. El
presidente Trump, quien había procurado realizar negocios en Cuba en la década
de los noventa, ha anunciado un conjunto de medidas cuya aplicación haría
retroceder el reloj de la historia con respecto a los vínculos de Estados
Unidos con Cuba.
Al cabo de seis meses de gobierno, el presidente
Donald Trump ha sido, hasta ahora, más estilo que sustancia, aunque ese estilo,
por si mismo, ha sido tan poco ortodoxo que ha causado preocupación, angustia y
desconcierto”.
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