LA HABANA. Nadie en Cuba reúne hoy más poder,
autoridad y secretos que Raúl Castro. El anciano general, que sorprendió al
mundo al tender su mano a Estados Unidos, flexibilizó el único sistema
comunista de Occidente.
El mandato de Castro entró en cuenta regresiva. El
miércoles asistirá por última vez como presidente a los actos del 26 de julio,
Día de la Rebeldía Nacional, que conmemora el ataque al Cuartel Moncada en
1953.
El 24 de febrero dejará la presidencia que ejerció
desde 2006, cuando cayó enfermo su hermano Fidel, pero seguirá al frente del
Partido Comunista, el único legal en Cuba.
Leal a Fidel Castro hasta después de su muerte,
hombre de familia, fumador arrepentido; tan discreto como pragmático, Raúl
Castro emergió de la sombra de su hermano para llevar a Cuba por una senda de
cautos cambios económicos.
De discursos breves y voz enérgica, el implacable
líder de 86 años combina la administración del poder con la reserva sobre su
salud.
Temible
“No podría aparecer ante el enemigo como un hombre
de alma caritativa”. Así justificó el apodo de temible en una entrevista
excepcional que le concedió al diario Sol de México en 1993.
Castro, que comandó por 50 años las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR), transformó un ejército de rebeldes idealistas en un
eficiente aparato militar que llegó a contar con 300.000 efectivos. Las FAR
ejercen un férreo control interno y dirigen el turismo, la agricultura y las
telecomunicaciones.
Castro ha sido implacable. Estuvo detrás del juicio
de 1989 que llevó al paredón al general Arnaldo Ochoa, fusilado junto con otros
tres oficiales por narcotráfico, y en 2009 expulsó del círculo de poder a dos
protegidos por Fidel, el vicepresidente Carlos Lage y el excanciller Felipe
Pérez, por “ambiciones desleales”.
Al tiempo que excarceló a decenas de opositores por
mediación de la Iglesia católica, bajo su mandato se han multiplicado los
arrestos temporales y el enjuiciamiento de disidentes por delitos comunes,
según sus líderes.
Es “una represión de baja intensidad,
contramediática para que no tenga impacto (...) y totalmente ilegal, con el
propósito no tanto de destruir a la oposición, como de neutralizar sus
acciones, desmoralizarla”, dice a la AFP Manuel Cuesta, un opositor moderado.
Práctico
“Cambiar todo lo que deba ser cambiado”. Castro
pregonó su apertura a las reformas siempre que no tocaran el régimen de partido
único.
En plena tensión con Estados Unidos, preparó a la
población para responder con tácticas de guerrilla a una eventual invasión. “El
suelo ardería bajo sus pies”, advirtió a Estados Unidos.
Pero a finales de 2014 dio un giro al anunciar el
restablecimiento de relaciones diplomáticas con Washington, rotas por más de
medio siglo.
En 2016 fue el anfitrión de Barack Obama y ese año
ayudó a firmar la paz con la guerrilla más antigua de Colombia, a la que la
Cuba apoyó en sus inicios.
De la mano de Castro, Cuba entró en una etapa de
flexibilización. Con Venezuela -fuente de petróleo barato- en crisis, el
embargo de Estados Unidos vigente y el recuerdo aún fresco del colapso del
protector soviético, amplió el trabajo privado, y autorizó la compra y venta de
viviendas y vehículos.
Además, eliminó las restricciones de viajes para los
cubanos e impulsó la inversión extranjera.
Raúl ha sido “flexible en cambios de políticas pero
no de la arquitectura del sistema. En lo político, nunca ha cuestionado el
unipartidismo y en lo económico, la adopción de mecanismos de mercado ha sido
parcial”, señala Arturo López-Levy, autor del libro “Raul Castro and the New
Cuba: a Close-up view of change”.
Reservado
Raúl Modesto Castro Ruz nunca le disputó el
protagonismo a su hermano. “Fidel y Raúl funcionaron como un equipo
complementario de carisma y administración”, señala López-Levy a la AFP.
En noviembre anunció al mundo la muerte de Fidel.
Años antes, fue testigo de excepción de la agonía de Hugo Chávez. Raúl guarda
los detalles de ambos decesos. “Es hombre de poder porque es hombre de
secretos”, dijo el empresario mexicano Mario Vásquez Raña, que lo entrevistó en
1993.
Los Castro ocultaron por años el enfriamiento de
relaciones con la ex Unión Soviética, que llegó a retirarles el apoyo militar
frente a Estados Unidos. “Sufrimos en silencio la amargura”, confesó Raúl.
Solo él y sus más cercanos conocen quién será su
sucesor. El vicepresidente Miguel Díaz-Canel (57 años) parece contar con su
bendición.
El exagente de Moscú Nicolás Leonov, autor del libro
“Raúl Castro, un hombre en Revolución”, destaca su amor por los árboles, el
gusto por la natación y las caminatas, además de su chispa bromista.
Castro estuvo casado 48 años con Vilma Espín, su
compañera de armas fallecida en 2007. Tiene tres hijas y un varón, nueve nietos
y una bisnieta.
Su hijo Alejandro es un oficial muy influyente, pero
ni él ni los héroes revolucionarios que aún viven podrían jamás tener su
autoridad. Previsor, Castro ya dispuso el sitio donde será enterrado: un nicho
de piedra en una montaña de Santiago (oriente) junto a los restos de su esposa.
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