DOMINICANA ANA JULIA LLEVÓ FAMILIARES GABRIEL CRUZ A LA FINCA DONDE SE HALLABA EL CADÁVER
MADRID (14 Marzo 2018).- Finalmente Ana Julia
Quezada, de 43 años, no aguantó la presión y confesó haber matado con sus
propias manos a Gabriel. El lunes gestionó con frialdad y un silencio
inquebrantable los registros en la finca de Rodalquilar y en el piso de La
Puebla de Vícar.
Pero fue al salir precisamente de la inspección de
la vivienda que compartía con Ángel, cuando presenció cómo un grupo de personas
la esperaban, le gritaron asesina y una joven casi le agrede. La secuencia la
rompió. Una larga conversación ayer por la mañana con su abogada Beatriz Gámez
le acabó de ayudar a tomar la decisión de colaborar y responder a todas las
preguntas de los investigadores de la Guardia Civil.
La confesión de Ana Julia se alargó una hora y media
y coincidió con la emotiva despedida que miles de personas brindaron a Gabriel
en la catedral de Almería.
La mujer explicó que aquella tarde del 27 de febrero
salió de la casa de la abuela Puri Carmen en Las Hortichuelas detrás de Gabriel
y que el niño quiso acompañarla hasta la finca de Rodalquilar. Ana Julia
llevaba varias semanas adecentando la casa, propiedad de la familia de Ángel.
La pareja había decidido mudarse allí y lo último que habían hecho era darle
una mano de pintura a la vivienda.
Llegaron en coche. Y en la casa, el niño se enfadó.
Discutieron. Y siempre según la mujer, Gabriel se puso violento, empuñó un
hacha y trató de agredirla. “Me defendí”, declaró. Contó que le arrebató el
hacha y le golpeó en la cabeza con la “parte roma”. Fue un mal golpe, sin
querer, llegó a explicar. El niño quedó malherido, y la mujer decidió entonces
taparle con sus propias manos la boca y la nariz hasta que dejó de respirar.
Gabriel murió por asfixia, por sofocación. Esa parte de la declaración coincide
con el último informe de la autopsia que se conoció ayer. El pequeño presentaba
señales de haber sido agarrado por las muñecas, pero ninguna de defensa.
Ana Julia relató con todo el detalle que los
investigadores le solicitaron que la muerte no fue planificada y que allí mismo
improvisó la manera de deshacerse del cadáver. Cavó una fosa junto al aljibe de
la finca. Desnudó a Gabriel y lo enterró. La ropa la arrojó después en un
contenedor de la urbanización Retamar, a unos 30 kilómetros. Y regresó a casa
de la abuela.
Las dos semanas siguientes asumió e interpretó el
papel de madrastra afligida, liderando la búsqueda del niño y convirtiéndose en
uno de los principales apoyos de Ángel y Patricia.
Es prácticamente imposible entender lo que podía
pasar por la cabeza de esa mujer, pero durante los trece días que Gabriel
estuvo desaparecido, Ana Julia regresó a la finca de Rodalquilar a diario. Y
nunca lo hizo sola. Fue con Ángel, fue con familiares y con amigos con la
excusa de encontrar en ese rincón esa paz tan ansiada en unas jornadas tan
difíciles. En realidad, la mujer necesitaba tutelar que el cuerpo seguía en su
sitio.
Si ya era difícil gestionar emocionalmente que fue
la pareja del padre la que mató al niño, y que además Ángel fingió varios días
a su lado pese a saber que esa mujer retenía a su hijo, es horrible saber que
le hizo estar junto a la fosa en la que tenía sepultado al pequeño.
La Guardia Civil, los investigadores de la unidad
central operativa que lideraron la búsqueda de Gabriel, nunca registraron esa
finca porque hasta el último momento le buscaron vivo. Los guardias sabían que la
familia acudía a diario a esa finca y que por tanto el niño, vivo, no podía
estar allí.
Ana Julia fue sospechosa desde el primer momento,
reconoció anoche una fuente al corriente de la investigación. Lo fue junto al
acosador de la madre de Gabriel y lo fue en solitario cuando las coartadas
descartaron al hombre obsesionado con Patricia. Los guardias civiles trabajaron
con la hipótesis de que la mujer, junto a un cómplice, tenía al niño retenido y
tarde o temprano solicitarían un rescate que nunca llegó. Si estaba vivo, como
creían, sólo Ana Julia les podía llevar hasta Gabriel, y en eso se centraron
las dos semanas mientras dejaban que centenares de voluntarios realizaran
búsquedas que servían para que la sospechosa estuviera confiada.
El misterioso hallazgo de la camiseta de Gabriel
justo en el camino en el que la anterior pareja de Ana Julia paseaba a sus
perros no despistó a los investigadores. Al contrario. Les puso más sobre ella.
El viernes pasado, la UCO decidió forzar la situación. Tomaron nuevamente
declaración a la mujer y le hicieron ver las múltiples contradicciones en las
que incurría. El sábado, además, le solicitaron que acompañara a los guardia a
algunos registros y le pidieron las llaves de la finca de Rodalquilar. En ese
momento decidió cambiar de sitio el cadáver. Los agentes llevaban días
siguiéndola y la fotografiaron guardando un bulto en el maletero de su coche.
No la detuvieron porque seguían pensando que podría haber un cómplice que ya se
ha descartado.
Ayer, tras la confesión, la mujer acompañó a los
investigadores nuevamente a Rodalquilar. Ya habían recuperado la ropa de
Gabriel de los contenedores y realizaron una reconstrucción con los datos de la
acusada. Encontraron el hacha.
Cuando el capitán de la UCO, el mismo que logró la
confesión del autor de la muerte de Diana Quer, le preguntó qué pensaba hacer
con el cadáver, ella dijo que no lo sabía. Esta mañana pasará a disposición
judicial. Pidió varias veces perdón.
El
caso de la niña, prescrito
La reapertura del caso por la muerte en 1996 de una
hija de cuatro años de Ana Julia Quezada al caer por la ventana desde un
séptimo piso en Burgos, que se cerró como un accidente, sería muy difícil, en
aplicación del Código Penal. El artículo 131 del código, en vigor desde el
2015, establece que en los casos de delitos más graves, con una pena de 15 años
o más de posible condena, la prescripción se fija en 20 años. La muerte de la
hija de Ana Julia se produjo hace 22 años.
El juzgado de instrucción número 4 de Burgos ordenó
ayer el traslado a la Policía Nacional de una copia de las actuaciones
practicadas en el caso de la muerte de la niña, que se saldó con el archivo de
diligencias por “no ser constitutivo de delito”. El cuerpo policial ha pedido
esa documentación.
Por
MAYKA NAVARRO/La Vanguardia
No hay comentarios.: