CON TRIUNFO ANTE ALEMANIA, JUAN CARLOS OSORIO ENTRÓ EN LA HISTORIA FÚTBOL MEXICANO
MOSCÚ (17 Junio 2018).- Juan Carlos Osorio es una
muestra de la bipolaridad que puede generar el fútbol. El entrenador colombiano
pasó de la euforia a la preocupación en intervalos cortos, de segundos, tal
cual lo iba marcando el ritmo del partido o, mejor, tal cual lo quiso México en
la cancha. En cuclillas cuando su equipo atacó. Erguido y con las manos en el
bolsillo cuando fue el turno de Alemania. Ver al risaraldense en su primer
partido en un Mundial fue emocionante, incluso pulsional. Su lenguaje corporal
cambió con cada jugada. De hecho, contrario a lo que se podría catalogar como
lógico, sus momentos calmos fueron los de más peligro para los mexicanos,
mientras que los gritos, los brazos arriba y las palmas abiertas aparecieron
del otro costado, al ataque. (Puede leer: Incomprendido por muchos, valorado
por pocos: el método Osorio)
A diferencia de Joachim Löw, Osorio no se quedó
quieto. Esta vez no anotó tanto con el esfero rojo, el de los errores, lo hizo
más con el azul, el de los movimientos más precisos, el de las indicaciones
claves. El movimiento constante en la zona técnica lo obligó a quitarse el
blazer negro y, con cada paso, la camisa blanca se fue saliendo del pantalón.
La pinta estuvo impecable sólo hasta la primera acción de peligro, cuando
Javier Hernández pudo marcar. (Puede leer: El metodo Osorio le da resultados a
México: venció en su debut en Rusia a Alemania)
Ahí manoteó por el desperdicio del jugador del West
Ham y después por las malas entregas, por dejar espacios atrás, por no colmar
el mediocampo, por no presionar en todo momento, como a él le gusta que lo
hagan. Por eso el llamado constante a Héctor Moreno, para organizar de nuevo
todo. Al minuto 35 llegó el gol de Hirving Lozano y el grito seco de Osorio,
los puños cerrados y primero el festejo solitario, sin abrazar a nadie, en
comunión consigo mismo. Y el vistazo de reojo a la tribuna.
Las gafas de Juan Carlos estuvieron en todo lado
menos descansando sobre su nariz: en las manos, en el bolsillo de la camisa,
hasta colgadas del cuello. Se las puso para mirar su libreta y hacer el primer
cambio, el de Edson Álvarez por Carlos Vela. También cuando Raúl Jiménez
sustituyó a Lozano. Y cuando agotó sus opciones enviando a Rafael Márquez, el
experimentado, por Andrés Guardado. La inspección al reloj fue más seguida, así
como las idas al banco para dialogar con Pompilio Páez, el hombre que en esos
momentos es su polo a tierra.
La ansiedad lo hizo caminar más rápido y se tomó la
cabeza cuando Miguel Layún estuvo a punto de poner el 2-0 en un contragolpe, y
fue al banco más seguido. De cuando en cuando volvió a darles órdenes a los
suyos para que bajaran, para que se ubicaran detrás de la línea de la pelota. Y
en el epílogo tuvo un roce con el cuarto árbitro, que le pidió que volviera a
la zona demarcada por las rayas blancas, y lo manoteó y le dijo: “Pero no me
toque”. El tablero de adición y los tres minutos, que para Osorio fueron más. Y
otra vez las ansias y el desespero para que todo se acabara, y cuando
finalmente se acabó Juan Carlos no supo reaccionar y se desapareció en medio de
los brazos de sus ayudantes, que se fundieron con él de la alegría en medio del
estruendo que se escuchó en el estadio Luzhniki en Moscú. (Lea: Juan Carlos
Osorio: "Este partido lo habíamos planeado hace seis meses")
Luego, en un gesto de agradecimiento, el colombiano
entró a la cancha y festejó con cada uno de sus jugadores. Primero con Márquez,
después con Hugo Ayala, y así hasta llegar a donde Guillermo Ochoa, el portero,
que lo alzó como un niño, con facilidad. “Pudimos efectuar el plan que
diseñamos hace seis meses. Tuvimos muchas bajas en este tiempo, pero se logró
el objetivo. Me alegro por los jugadores y por la hinchada. Sin embargo, la
Copa del Mundo apenas comienza y hay que seguir trabajando. Esto es para los
que creyeron. Y para los que no, quiero decirles que seguiremos dando lo mejor
para convencerlos ”, apuntó el colombiano en la rueda de prensa posterior al
juego, sereno, calmo, como si no dimensionara la hazaña de ayer.
México y Osorio hicieron posible lo que parecía
imposible: vencer a Alemania, al último campeón del mundo. Ahora, en plena
celebración, serán la afición y la prensa los que decidan si el 17 de junio de
2018 será recordado siempre como el momento fundante de una mejor relación con
el colombiano.
Por
CAMILO AMAYA/Enviado Especial EL ESPECTADOR
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