45 AÑOS DERROCAMIENTO PRIMER GOBIERNO SOCIALISTA DE AMÉRICA, EL DE SALVADOR ALLENDE
SANTO
DOMINGO, República Dominicana (11 Septiembre 2018).- Casi medio siglo han
transcurrido del derrocamiento del primer Gobierno socialista electo por la vía
del voto popular en América, el de Salvador Allende, en Chile.
Su programa
político era marxista y buscaba implantar el socialismo mediante una serie de
reformas económicas que pasaban por la nacionalización de la minería, entre
otras medidas. La desfavorable coyuntura internacional, los errores propios y
el boicot de EE UU propiciaron que en el país andino se generase un malestar
social acompañado de hiperinflación, desabastecimiento, huelgas, etc.
Esta
situación fue aprovechada por los sectores más reaccionarios para crear un
tenso clima político y social que desembocó en el golpe de Estado del general
Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973, en el que Allende perdió la vida.
A principios
de la década de los setenta, la guerra fría estaba en su apogeo y EE UU había
declarado por activa y por pasiva que no iba a consentir una nueva Cuba en América.
El todopoderoso Henry Kissinger, secretario de Estado bajo el mandato de Nixon,
maniobró desde el primer momento para impedir el avance de la izquierda en el
continente, aunque ello supusiese apoyar a todas las dictaduras militares que
surgieron en muchos países sudamericanos.
Maniobras
estadounidenses
Obviamente,
Kissinger actuó con el respaldo absoluto del presidente Nixon. Los instrumentos
utilizados por el secretario general estadounidense contra Allende fueron las
operaciones encubiertas que acometió la CIA, así como otras que, aunque
legales, estaban destinadas a ahogar la economía chilena.
Es
significativo el corte de las líneas de crédito que EE UU había comprometido
con el país andino, así como la presión que hizo sobre la banca para que dejase
de invertir como represalia a la nacionalización del cobre, que había supuesto
arrebatar su control a la compañía minera norteamericana ITT Corporation. Como
resultado de esas presiones, los 270 millones de dólares que teóricamente se
tenían que invertir en el país en 1972 quedaron en poco más de 30.
Una vez
creado el malestar económico y social, la conspiración de la CIA pasó a la
desestabilización política mediante los atentados protagonizados por la extrema
derecha y otras maniobras para apartar del mando a militares que pudiesen
frenar un golpe. Así, fueron destituidos de la jefatura de las fuerzas armadas,
primero, el general René Schneider, asesinado poco después de la victoria de
Allende, y luego el general Prats, obligado a dimitir tras una campaña de
desprestigio. Éste fue sustituido por Pinochet que, en principio, parecía leal
a Allende.
Toda la
conspiración estaba acompañada y subvencionada por la CIA, que había dado
importantes cantidades de dinero al diario El Mercurio –publicación en
agitación y propaganda constante contra el gobierno de Allende–, a varios
líderes sindicales para incitarlos a organizar diversas huelgas y, por
supuesto, a cientos de militares. Estas acciones formaban parte del llamado
Track II, que es como se conocía en la CIA el plan destinado a promover el
golpe de Estado, que fue comprometiendo a agentes y a otros miembros de la
inteligencia militar en la preparación y organización del complot.
Hoy en día,
las pruebas de la participación norteamericana son irrefutables, y más después
de la desclasificación de documentos por el Archivo Nacional de Seguridad en
1998, tras haber transcurrido 25 años del golpe. Entre esos documentos se
encuentran las transcripciones de reuniones de agentes de la CIA con militares
chilenos, la correspondencia entre la estación de la agencia en Santiago y la
central en EE UU, los recibos de pagos y subvenciones a políticos locales, las
medidas de boicot a la economía chilena, etc. Se trataba de una vasta panoplia
de medidas de todo tipo que había sido adoptada desde la llegada de Allende al
poder hasta el mismo día del golpe.
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