SANTO
DOMINGO, República Dominicana (3 Enero 2018).- Parece que fue ayer, pero ya han
transcurrido nueve años de la muerte de Luisito Martí, cantante, humorista y
presentador de televisión dominicano.
Su fallecimiento
se produjo a los 65 años de edad.
El deceso
del artista fue en el Centro de Medicina Avanzada y Telemedicina (Cedimat) alrededor
de una semana.
Las honras
fúnebres fueron en el salón E de la Funeraria Blandino
Su vida
estuvo tan íntimamente ligada al arte popular dominicano, que cualquier
historia sobre el tema puede parecer una biografía suya. Latinoamérica hoy
baila un ritmo que él le impregnó al merengue, armonizando su conga con la
tambora. Le devolvió vida, creatividad e histrionismo a la comedia y en el cine
universalizó la experiencia migratoria dominicana.
Músico,
cantante, compositor, arreglista, libretista, director de orquesta, comediante,
actor, animador de TV, escritor de guiones, director y productor de cine, son
algunas de las ocupaciones de Luisito Martí.
Y fue
premiado en todas esas categorías. Con el Combo Show de Johnny Ventura ganó
tres Discos de Oro (La Muerte de Martín, Te Digo Ahorita, y ¿Qué Pasa Papo?)
Entre 1978 y 1983 dirigiendo su orquesta, El Sonido Original, pegó éxitos como
El mudo, óato, A mi hijo no me le den, Te dijeron que bebieras así, Gato entre
macauto y Depende de la bolita, entre otros.
Ganó premios
Casandra, un Soberano, fue comediante del año, mejor show de nightclub, mejor
show de humor en TV (Luisito y Anthony), por el show de Luisito Martí; también
ganó varios premios ACE en Nueva York.
Los premios,
sin embargo, son otorgados por los críticos, que son simples parásitos del
autor. Si el artista no crea, el crítico se muere de hambre. O tendría que
buscarse un empleo serio, ponchando tarjetas tempranito en la mañana,
demostrando que hizo algo útil y constructivo para la sociedad para cobrar cada
quincena.
La verdadera
grandeza de un artista se mide en la trascendencia de su obra, no por la
opinión de críticos manipulables y sobornables.
Un artista
demuestra la irrelevancia total de críticos y premios, cuando crea personajes
con sentimientos, emociones, frustraciones y residencia permanente en el
inconsciente colectivo de su audiencia.
“Balbuena”,
el personaje parido por la fértil imaginación de Luisito, tiene la inocente
picardía del dominicano. Y dice grandes verdades que, sin la apropiada dósis de
humor, pudieron costarle la cabeza. Con Balbuena en “Nueba Yol”, Luisito parte
de lo individual, la realidad de un inmigrante dominicano. Y universaliza esa
experiencia, en el contexto de los más de 200 millones de inmigrantes que
habitamos el planeta. Este trabajo salió de una ex tensa conversación con
Luisito.
Junto a
Milagros, su esposa y compañera de toda la vida, él recibió a un grupo de
amigos en la residencia de su hijo Luisín y su esposa Martha, en Fairlawn, New
Jersey.
Todos
preguntamos de todo y Luisito respondió. Estaban Jesús Martínez, músico, actor
e instructor de la Academia de Policía de Nueva York, Carlos McCoy, analista
político de El Nuevo Diario, José García Blanco, pintor y escritor, el
empresario Miguel Batista, y Johnny Núñez, Sargento del NYPD.
Fue una
hermosa tarde veraniega, bajo un frondoso sauce, entre acordes de guitarra,
chistes, picaderas y copas, Luisito nos contó su vida personal y profesional.
Su prolífica
y diversa producción es incomparable, pero su trayectoria guarda un
impresionanate paralelismo con una de las figuras más relevantes del siglo XX
dominicano.
Juan Bosch A
principios del siglo pasado, ningún dominicano podía “enseñarle” como contar un
cuento, escribir un ensayo, o fundar y dirigir dos partidos políticos. Su
cerebro era un hervidero de preguntas sin respuestas y, con la lectura, Juan
Bosch calmó la incontenible curiosidad que lo consumía.
Nadie le
enseñó nada, él se enseñó todo, y su trabajo es estudio obligado para los
políticos dominicanos.
A mediados
del siglo pasado ningún dominicano podía enseñarle a Luisito a tocar una conga
y sincronizarla con la tambora, ni cómo crear un personaje, escribir libreto y
actuarlo. Nadie le enseñó nada, él se enseñó todo, y su trabajo es estudio
obligado para muchos artistas dominicanos.
Luisito
interesado en hacer algo, como Bosch, busca libros sobre el tema y estudia.
Cuando no hay textos, comienza a practicar hasta hacer lo mejor posible.
Bosch es el
gran autodidacta de las letras y la política, Luisito es nuestro gran
autodidacta del arte popular y el entretenimiento.
Nunca fue a
ninguna escuela de artes. Luisito expandió sus alas y voló bajo el firmamento
artístico dominicano, desde donde distribuyó muchísimos ritmos y carcajadas.
Crianza musical
Los dioses
suelen armar extrañas conspiraciones para alcanzar simples objetivos. Sacan
gente de sus casas, la guían a lugares desconocidos, la juntan con otros
desconocidos y la pobre gente ni sabe que participa en una conspi ración ajena.
A Concepción Hernández la sacaron de Bayaguana y a Juan Marte de Guerra, ambos
terminaron en la capital. Se conocieron, se cayeron bien y el martes primero de
febrero de 1945, Concepción parió varón en el hospital Padre Billini.
Juan fue a
la Oficialía Civil a registrar al niño como Luis Bernardo Marte Hernández, pero
los dioses tenían otro plan. Juan mostró su cédula con su apellido Marte, pero
el oficial del Estado Civil escribió Martí, y quien debía ser Luis Marte es
Luisito Martí. Los dioses le cambiaron el nombre.
Ellos siempre hacen eso
A Abram un
día le metieron una H y otra A, convirtiéndolo en Abraham. Saulo, un matón de
cristianos se subió al caballo, un rayo lo tumbó y cuando se levantó era Pablo,
el Apóstol de los Gentiles.
En casa
empezó la formación artística de Luisito. Juan era chófer de Salud Pública,
pero se deleitaba tocando conga por “puro amor al arte”. Luisito creció con la
conga como música de fondo En la escuela Socorro Sánchez, de Villa Duarte,
Luisito tenía serios problemas cuando sonaba la banda de música.
Abandonaba
las clases y salía del aula como un sonámbulo hasta llegar a los ensayos. Por
eso el director de la banda, Cuzo Cuevas, le prestó una corneta para que
practicara en su casa.
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