LAS PELUQUERÍAS DE DOMINICANOS CONQUISTAN LA CAPITAL ARGENTINA
BUENOS AIRES,
Argentina (23 Agosto 2019).- En la calle Monroe al 2000, en pleno barrio de
Belgrano, la vidriera de una pequeña peluquería está llena de fotos. En este
local, no proliferan las barbas tupidas, sino las trenzas de todas las formas,
tamaños y colores posibles.
A cinco
cuadras de ahí, a un joven le cortan el pelo de forma tal que le queda un jopo
robusto con una franja rapada a cero que le rodea toda la cabeza, justo por encima
de las orejas.
El negocio
tiene enmarcadas camisetas de basquet y, allí, suena bachata a todo volumen. El
flow, como se le llama al buen estilo en el Caribe, ya se encuentra fácil en
este barrio.
Las
peluquerías dominicanas, que siempre pisaron fuerte en el barrio de
Constitución y en sus alrededores, empezaron a expandirse al resto de la
Capital. Dentro del auge de las barberías -y el creciente consumo de los
hombres en cuestiones de estética- encontraron su lugar los barberos
dominicanos, que dicen ser los reyes de la navaja. Ellos usan el filo y ellas
son las maestras en el armado de las trenzas.
La comunidad
dominicana es muy pequeña en comparación con otra corriente migratoria de la
Argentina. Se estima que en todo el país son alrededor de 25.000. Son fanáticos
del béisbol -deporte por el que participan en la liga metropolitana- y su
comida nacional es la bandera, un plato de carne guisada, porotos y arroz.
Si se las
busca en Google Maps, las peluquerías dominicanas aparecen siempre listadas con
su nacionalidad: el expertise capilar es marca país. «Es como decir parrilla
argentina», explica Andrade Montilla, el hombre detrás de Imperio Flow, que
comenzó con un local en Balvanera y en los últimos años sumó sucursales en
Palermo, Belgrano, Villa del Parque, Recoleta y Villa Adelina.
Oriundo de
Santo Domingo, cuenta que cuando abrió en 2012 su primer local céntrico, la
mayor parte del público venía de Quilmes o del resto de la provincia, que llegaba
atraída por el reggaeton.
La masividad
llegó con el Mundial de fútbol de Brasil de 2014, en el que el jugador Sergio
«Kun» Agüero lució un auténtico corte dominicano: rapado en los laterales,
largo y peinado hacia un lado arriba y con algunas finas rayas a cero. A partir
de ahí, relata, los argentinos comenzaron a animarse al flow.
Andrade, que
lo apodan el Chamaquito (el sinónimo del argentino «pibe»), llegó a Buenos
Aires hace siete años y corta con navaja desde que tiene uso de razón. «Cuando
no tenía plata para el barbero me cortaba yo mismo o le pedía a un amigo que me
lo hiciera. Allí [en República Dominicana] casi que todo el mundo sabe cortar
con navaja, simplemente vas a un ‘colmado’ [quiosco] y le pides a alguien hazme
un ‘cerquillo’ [el contorno bien delineado, al estilo latino]. Ya con eso
resolvemos una semana».
Para los
dominicanos la «eternidad» se asemeja a pasar siete días sin cortarse el pelo.
«Somos muy obsesivos, si pasa más de una semana se te notan mucho los detalles
y se te ve muy feo. Mira aquí, hoy es el día que estamos más desprolijos porque
nos cortamos el sábado», dice Andrade mientras señala a los empleados del local
de Pacheco de Melo. Es miércoles y todos se ven impecables.
Suelen
reunirse en Ricky’s Fried Chicken, a metros del Congreso, donde comen pollo
frito, escuchan música y bailan. Otro lugar de baile obligado queda en la calle
Alsina, donde se escucha bachata y toma fernet. Se llama Big Flow.
Un viernes a
la tarde en la sucursal de Belgrano de Imperio Flow, Micky Tabares se pone
guantes de latex negros, toma una brocha y le pone espuma a un cliente. De
fondo, suena un trap del portorriqueño Bad Bunny.
Su cliente
es Dylan Nubes, un venezolano de 21 años que hace dos semanas se cortó el pelo
y hoy ya lo siente desprolijo. Su estilo requiere combinar corte con tijeras,
máquina eléctrica y navaja a la antigua. «Son los mejores. Probé muchas
barberías distintas y hace un año que vengo a esta porque es el mejor lugar que
encontré desde que llegué», dice con su corte de estreno. Es un Fade, el más
pedido del momento, que toma una media hora y consiste en un degradé con
máquina a los costados y corte con tijera en la parte superior.
«Acá viene
gente de todos los países: venezolanos, dominicanos, cubanos, argentinos,
colombianos», dice la joven Micky, la única barbera argentina de la cadena.
Lejos de las aspiraciones parisinas, en este rincón de Buenos Aires se
encuentra con su destino latino.
A su lado,
Yunior Rodríguez, un dominicano de 29 años, canta bajito un tema de salsa
mientras le pasa la máquina a cero a un soldado. Otros clientes que quieren
cortes más específicos llevan fotos de Daddy Yankee o de Ozuna, dos cantantes
portorriqueños. Yunior hoy está ocupado, es viernes y el local vive un
frenético entrar y salir de hombres que quiere estar impecables de cara al fin
de semana. «Ya a partir del jueves se pone bien ocupado, es toda la gente que
se prepara pal boliche», explica a La Nación.
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