MURIÓ LUCÍA HUERGO, FIGURA ESENCIAL DE MÚSICA CUBANA

LA HABANA (1 Mayo 2015).- Cuando me disponía a escribir este viernes sobre la presencia de varios grupos de categoría en  las Romerías de Mayo, llegó  la noticia del fallecimiento por un carcinoma de pulmón, a los 63 años,  de una figura esencial en la música cubana, la compositora, arreglista  e instrumentista Lucía Huergo, una de las más hábiles creadoras de la cultura sonora insular en las últimas décadas.

Lucía, nacida en La Habana, el 17 de no­viembre de 1951,  fue una de esas artistas que siempre andaba  un paso por delante en el acontecer del circuito musical cuba­no. De hecho era en sí misma un ex­traordina­rio laboratorio creativo. Para comprobarlo solo había que verla poniendo sus ha­bili­dades al servicio de proyectos de primerísimo nivel en los que siempre de una manera u otra se percibía su contribución. Como botón de muestra se puede ci­tar su paso por las bandas Síntesis y Mezcla.

Lucía llegó a Síntesis en la década de 1980 y tras su incorporación en la banda dirigi­da por Carlos Alfonso es­cribió varias de sus páginas más memorables, algo plasmado en discos cimeros de la alineación co­mo Hilo directo (1986) y Ancestros (1987), en el que aparecen piezas antológicas de su autoría como Asoyín y Meregguo,  que  enriquecieron  radicalmente el discurso de la alineación, un cruce de caminos entre la tradición africana, el rock y elementos de la  electrónica.

La Huergo, que tocaba con soltura el  saxofón, la flauta, el clarinete, y el oboe, fue uno de esos espíritus libres que  encontró su independencia  emocional y su mejor refugio en el mundo de  las nuevas mezclas, en la experimentación  con sonidos de aquí y allá, en la música vitalista y con personalidad propia. Tanto que siempre se alejaba del desierto de la soledad  colaborando con proyectos de amigos y con músicos con los que se identificaba y solicitaban sus servicios,  ya que, como se sabe, contar con ella en la retaguardia era una carta de triunfo. Así se le po­día encontrar colaborando con figuras como Teresita Fernández, Xiomara Laugart, Mi­riam Ramos, Liuba María Hevia, Yusa,  Heidi Igualada, Ireno García, entre muchos más.

Pero en su itinerario sobresale particularmente su trabajo con  los trovadores Sara González y Amaury Pérez, con quienes estableció un estrecho y fecundo intercambio creativo. Como los productores e ins­trumentistas de estirpe, dejaba escrito su se­llo  de una  forma irrefutable en cada grupo o proyecto en el que intervenía.  Al igual que en Síntesis, Lucía contribuyó notablemen­te al lenguaje sonoro de Mezcla, la agrupación liderada por el guitarrista Pablo Me­néndez, con la que grabó  los discos Cantos (1992) y Fronteras de sueños (1994) y enseñó su clase en eso de avecinar los ritmos afrocubanos, la música popular  y el rock, además le permitió sentar cátedra nuevamente en los terrenos del jazz,  una de sus grandes pasiones.

Arreglista, productora, compositora y multinstrumentista y experta en el trabajo con las nuevas tecnologías,  su obra  en solitario nunca ocupó demasiado espacio en los medios nacionales.  De ahí que muchos solo la identifiquen acompañando en la aventura de la creación  a sus colegas de oficio.  Pero la Huergo en solitario dio forma a varios discos construidos con una detallada arquitectura sonora que parece una obra de relojería, como Sinfonía Hemingway, Lucía y Zona azul, tres álbumes que resumen diversas épocas de su vida personal y creativa y la revelan como una artista  que nunca hizo pactos con las fórmulas sonoras más comunes y con un mundo interior trascendente y lleno de enigmas por descifrar que encontraba su mejor manera de expresarse  a través de la música.




Por MICHEL HERNÁNDEZ/Granma

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