TRUMP DESTITUYE A SU SECRETARIO DE ESTADO, REX TILLERSON, Y LE SUSTITUYE POR UN HALCÓN
WASHINGTON (13 Marzo 2018).- El presidente de
Estados Unidos, Donald Trump, abrió hoy una nueva crisis en su turbulento
gabinete. A los pocos días de iniciada la guerra tarifaria y de aceptar
reunirse cara a cara con el líder norcoreano, Kim Jong-un, el mandatario
republicano anunció la destitución fulminante de su secretario de Estado, Rex
Tillerson, y su recambio por el director de la CIA, el halcón Mike Pompeo.
La jefatura de la CIA será ocupada a su vez por la
polémica Gina Haspel, fuertemente criticada por supervisar las terribles
torturas practicadas en la cárcel secreta de Tailandia.
Tanto el puesto de Pompeo como el de Haspel
requieren de confirmación del Senado. Con la salida de Tillerson, cae otro de
los pesos pesados del sector moderado (la semana pasada fue el consejero
económico, Gary Cohn) y se confirma una vez más la vertiginosa capacidad de
Trump para quemar equipos.
Gina
Haspel, la primera mujer que dirigirá la CIA
El mazazo se hizo oír. El despido de Tillerson no
tuvo contemplaciones. Fue puro Trump. Un tuit y fuera. El propio Departamento
de Estado, en un insólito comunicado firmado por un alto cargo, hizo saber que
"el secretario de Estado no había hablado con el presidente esa mañana y
que desconocía el motivo" de la destitución. "El secretario tenía
toda la intención de permanecer debido a los tangibles progresos hechos en
materias críticas de seguridad nacional", remachaba la nota.
El despido, otro más en uno de los gabinetes más
convulsos de la historia de Estados Unidos, evicencia una fractura que ya era
bien conocida. Tillerson, antiguo patrón del gigante petrolero Exxon, había
chocado desde las primeras semanas con el mandatario. Reflexivo y acostumbrado
a acuerdos a largo plazo, su gestión se vio pulverizada por el estilo Trump.
Los intempestivos tuis del presidente y su afán por asumir en todo momento el
mando diplomático ahondaron esta brecha.
Esta pésima relación quedó en evidencia cuando en
julio se filtró que, tras una disputa en el Despacho Oval, Tillerson,
desesperado, había dicho a su equipo que Trump era un “estúpido”. Una
afirmación que nunca desmintió, y que llevaron al mandatario a humillarle
públicamente con el siguiente comentario: “Creo que es información falsa; pero
si lo dijo, entonces supongo que tendremos que comparar nuestros coeficientes
de inteligencia. Y te puedo asegurar quién va a ganar”.
El desprecio trascendía lo personal. Trump impuso su
apisonadora al Departamento de Estado ahí donde pudo. Recortó un 30% su
presupuesto y, en cada ocasión, mostró su desagrado con las directrices de
Tillerson. Ocurrió con su apuesta por un diálogo con Corea del Norte, que en su
día Trump consideró "una perdida de tiempo"; pero también con el
Acuerdo de París contra el Cambio Climático, con el desplazamiento de la
Embajada de EEUU a Jerusalén, con la relación con Moscú, con la guerra
tarifaria y con el pacto nuclear con Irán, apartado este último que el
secretario de Estado salvó a duras penas gracias al apoyo del consejero de
Seguridad Nacional, Herbert McMaster, y el secretario de Defensa, James Mattis.
Una decisión de la que Trump, pese a haberla asumido, no dejaba de quejarse en
público y en privado.
Las desavenencias eran tan notorias que habían
convertido a Tillerson en un cadáver andante. En Washington se acuñó el término
Rexit (de Rex y Brexit) para referirse a su inminente marcha y se hablaba
abiertamente de su sustitución por Pompeo. Su falta de carisma y el escaso
respaldo que le brindó el cuerpo diplomático, para quien nunca dejó de ser un
extraño, aumentaron una sensación de provisionalidad que se ha precipitado con
el cara a cara que el presidente decidió mantener con el Líder Supremo
norcoreano. Esta fue, según los medios estadounidenses la gota que colmó el
vaso.
Trump recibió el jueves pasado en la Casa Blanca a
los emisarios surcoreanos que se habían entrevistado con Kim Jong-un y le
trasladaron su oferta de diálogo directo. Para sorpresa de los presentes en la
reunión, Trump aceptó el reto sin consultar con nadie y además ordenó que el
propio legado de Seúl fuese el encargado de anunciarlo al mundo en la Casa
Blanca. Solo una vez tomada la decisión, Tillerson fue informado.
El secretario de Estado se hallaba en África de
viaje y el golpe, el inmenso desprecio a su consejo y a los oficios del cuerpo
diplomático, le dejaron aturdido. Tanto que, según los medios estadounidenses,
tuvo que cancelar todas sus actividades alegando un repentino malestar. Cinco
días después, Trump ha anunciado su destitución. "Discrepábamos en algunas
cosas, como el acuerdo con Irán; en cambio, Pompeo y yo tenemos procesos de
pensamiento similares", dijo Trump hoy a los periodistas.
Pompeo, sobre quien ahora recae la estrategia diplomática
con Corea del Norte, es un viejo conocido del presidente. Antiguo congresista
republicano, a ambos les unen una ideología conservadora y unos modales francos
incluso despiadados. Fiel defensor de la línea dura, Pompeo, que en su día
recomendó a Tillerson, ha ido ganado peso en la Casa Blanca. Su claridad
expositiva y su división del mundo en amigos y enemigos es muy apreciada por el
presidente.
Esta querencia se hizo evidente hoy, cuando al
anunciar la crisis de gobierno, ensalzó en un comunicado la figura de
“Mike": “Como director de la CIA, Mike se ha ganado el aprecio de los
miembros de ambos partidos mejorando la recogida de inteligencia, modernizando
nuestras fortalezas defensivas y ofensivas, y estrechando lazos con nuestros
amigos y aliados en la comunidad internacional de inteligencia. He llegado a
conocer a Mike muy bien en los últimos 14 meses y estoy seguro que es la
persona adecuada para esta coyuntura crítica. […]. Él continuará nuestro
programa de restauración de América (…) y buscando la desnuclearización de
Corea del Norte”. A Tillerson ni siquiera le llamó para darle explicaciones.
Por J. M. AHRENS/El País
No hay comentarios.: