BOGOTÁ, Colombia (17 Junio 2018).- El próximo 1 de
agosto cumplirá 42 años. Será el presidente más joven en la historia moderna de
Colombia y, como discípulo de Álvaro Uribe, su llegada a la Casa de Nariño
significa la llegada al poder de la derecha y de quienes se han opuesto a los
acuerdos de paz firmados por el gobierno de Juan Manuel Santos con la hoy
desmovilizada guerrilla de las Farc. Iván Duque ganó las elecciones al lograr
el 53,95% de la votación (10.351.304 de votos) mientras su rival Gustavo Petro alcanzó el 41,83% (8.024.697
votos).
Abogado con maestría en economía y corta experiencia
política, Duque representa para muchos a la mitad de esa Colombia “indignada”
por las “concesiones” que se le dieron a las Farc a cambio de transformarse en
partido tras medio siglo de guerra. Por eso promete realizar “modificaciones
estructurales” al Acuerdo de Paz de 2016, que desarmó a unos 7.000
combatientes, aunque ha dicho que eso no significa volverlos “trizas”.
“Queremos que quienes han cometido crímenes de lesa
humanidad tengan sanciones proporcionales que sean incompatibles con la
representación política”, ha dicho. Lo convenido en La Habana estipula que los
jefes exguerrilleros reciban penas alternativas de prisión si confiesan
crímenes y reparan a los millones de víctimas de un conflicto en el que también
participaron paramilitares de ultraderecha y agentes del Estado.
Duque también es vocero de esos colombianos
temerosos de que el país siga el rumbo que lastró económicamente a Venezuela,
lo que ocurriría, asegura, si gana Petro. Al presidente venezolano, Nicolás
Maduro, lo llama “dictador” y “genocida”. De hecho, ese fue uno de los caballos
de batalla durante todo el proceso electoral, que aunque fue rebatido por su
rival, quien no dudó en calificarlo como una estrategia de difundir miedo, caló
en gran parte de la ciudadanía.
Pero, sobre todo, Iván Duque encarna las ideas del
expresidente y ahora senador Álvaro Uribe, al que llama “presidente eterno”, y
cuyas ideas siguen vivas ocho años después de dejar el palacio presidencial:
mano dura contra los rebeldes, inversión privada y valores tradicionales. Y ese
poder de Uribe, que se conserva pese a decenas de investigaciones en contra, es
su mayor reto en caso de llegar a gobernar. Dentro de su partido, el Centro
Democrático, afirman que Duque “le debe” todo al ahora senador; en la oposición
señalan que será un “títere” del exmandatario.
“Todavía nadie sabe si tiene criterio propio o va a
obedecer los mandatos de otro”, sostiene Fabián Acuña, profesor de la
Universidad Javeriana. Lo que sí es una realidad palpable es que su experiencia
en la política es de solo cuatro años. Pero este bogotano “ha vivido la
política y desde niño, la lleva en la sangre”, afirma José Obdulio Gaviria, uno
de los ideólogos del uribismo.
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los mitos sobre Iván Duque
Con su padre, Iván Duque Escobar, un liberal de
extensa carrera política, aprendió de discursos políticos. Pero fue con el
entonces ministro Juan Manuel Santos con quien en los años 90 se inició
profesionalmente asesor en el Ministerio de Hacienda. Luego saltó al Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), donde estuvo casi 13 años.
Hoy, Duque se opone ferozmente a Santos. “Es muy
dinámico en sus relaciones públicas, muy hábil para manejar las relaciones”,
reveló una fuente que trabajó con él en el BID. En Estados Unidos conoció a
Uribe, quien lo incluyó en su lista cerrada al Senado para el periodo 2014-18.
“Iván es más que sabio y estoy seguro de que tiene por delante un futuro
brillante”, escribió el exmandatario en los agradecimientos de su libro “No hay
causa perdida” (2012).
Sus colegas en el Congreso valoran su inteligencia,
responsabilidad y disciplina. En cuatro años logró destacarse y sacó adelante
cuatro leyes, la más relevante sobre emprendimientos y “economía naranja”. Aun
así, tratándose de la dirección de un país tan complejo como Colombia, los
cuestionamientos no faltan: “Un presidente tiene que tener experiencia,
autonomía, capacidad política propia, de todo eso carece Iván, que es, como
todo el mundo reconoce, un buen muchacho”, considera el senador Roy Barreras, del
Partido de la U.
Su imagen jovial y moderna, en la que abundan las
camisas sin corbata y los jeans, contrasta con sus creencias conservadoras: se
opone a la adopción y matrimonio gay, la eutanasia, la legalización o
despenalización de la droga. Aunque antes celebraba los avances de las
minorías, la adhesión a su campaña de sectores de ultraderecha y evangélicos,
caso Viviane Morales o el exprocurador Alejandro Ordóñez, podría explicar su
endurecimiento en estos temas.
Casado hace 15 años y padre de tres hijos, de niño
soñaba con ser delantero del América de Cali. Tiene una memoria cuasi
fotográfica y en la universidad fue un “nerd”. “Iván siempre decía ‘hombre,
algún día yo seré presidente de Colombia’. Lo decía con tal determinación que
uno le creía”, recuerda Francisco Barbosa, amigo cercano y compañero de
estudio.
Melómano consagrado, tocaba bajo y cantaba en una
banda de rock que formó con sus amigos del exclusivo colegio de Bogotá del que
se graduó de bachiller, el Rochester. Aún hoy, en su tiempo libre, toca
guitarra. Se reconoce como un buen bailarín de salsa y, paradójicamente, uno de
sus géneros musicales predilectos es la trova cubana, cuyos mensajes revolucionarios
intenta obviar.
También es un mago aficionado. Su “truco”
consagratorio sería ser el segundo más joven elegido para ocupar el sillón
presidencial, por detrás del liberal Eustorgio Salgar, quien con 39 años lo
ocupó entre 1870 y 1872. Afable y con algunos kilos de más, a partir del
próximo 7 de agosto, Iván Duque asumirá la conducción de los destinos de
Colombia, un país que comienza a asomarse al posconflicto y con múltiples
tareas a acometer en materia económica, de infraestructura, de desarrollo
social, de bienestar ciudadano, entre otras. Pero quizás la principal de ellas
será tratar de consolidar la unidad y superar la polarización que dejó el
plebiscito por la paz de octubre de 2016 y que se agudizó, precisamente, la
elección presidencial.
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