EN 1979 JUAN PABLO II LLAMÓ DESDE SANTO DOMINGO A "ENSANCHAR FRONTERAS CREATIVIDAD PARA EDIFICAR UN MUNDO MÁS HUMANO"
SANTO
DOMINGO, República Dominicana (25 Enero 2019).- Cuarenta años han transcurrido
este viernes de la visita de Juan Pablo II a la República Dominicana, la
primera realizada por un Papa a este país caribeño.
A las 13.45
(1:45 de la tarde), el Papa Juan Pablo II (hoy beatificado) besa por primera
vez América y lo hacía en la Republica Dominicana, su puerta de entrada a “este
pedazo de tierra americana”, con ocasión de la Visita pastoral a este país,
México y Bahamas.
Llamó desde
Santo Domingo a América Latina comprometer sus mejores energías, ensanchar las
fronteras de su creatividad, para edificar un mundo más humano y a la vez más
cristiano.
“Pensando en
el mayor bien de estos pueblos buenos y generosos, abrigo la confianza de que
los responsables, los católicos y hombres de buena voluntad de la República
Dominicana y de toda América Latina comprometerán sus mejores energías,
ensancharán las fronteras de su creatividad, para edificar un mundo más humano
y a la vez más cristiano. Es el llamado que el Papa os hace en este primer
encuentro en vuestra tierra”, dijo el Santo Padre.
Alternativasnoticiosas.com deja a sus lectores las palabras del
papa Juan Pablo II el 25 de enero del 1979 ante el presidente Antonio Guzmán,
jerarquía católica y miles de personas.
Señor
Presidente,
hermanos en
el Episcopado,
hermanos y
hermanas:
Doy gracias
a Dios, que me permite llegar a este pedazo de tierra americana, tierra amada
de Colón, en la primera etapa de mi visita a un continente al que tantas veces
ha volado mi pensamiento, lleno de estima y confianza, sobre todo en este
período inicial de mi ministerio de Supremo Pastor de la Iglesia.
El anhelo
del pasado se hace realidad con este encuentro, en el que con afecto entusiasta
participan –y tantos otros lo habrán deseado– tan numerosos hijos de esta
querida tierra dominicana, en cuyo nombre y en el suyo propio usted, señor
Presidente, ha querido darme una cordial bienvenida con significativas y nobles
palabras. A ellas correspondo con sentimientos de sincero aprecio y honda
gratitud, testimonio del amor del Papa para con los hijos de esta hospitalaria
nación.
Pero en las
palabras escuchadas y en la acogida jubilosa que me tributa hoy el pueblo
dominicano siento también la voz, lejana pero presente, de tantísimos otros
hijos de todos los países de América Latina, que desde las tierras mexicanas
hasta el extremo sur del continente se sienten unidos al Papa por vínculos
singulares, que tocan los ámbitos más recónditos de su ser de hombres y de
cristianos. A todos y a cada uno de estos países y a sus hijos, llegue el
saludo más cordial, el homenaje de respeto y afecto del Papa, su admiración y
aprecio por los estupendos valores de historia y cultura que guardan, el deseo
de una vida individual, familiar y comunitaria de creciente bienestar humano,
en un clima social de moralidad, de justicia para todos, de cultivo intenso de
los bienes del espíritu.
Me trae a
estas tierras un acontecimiento de grandísima importancia eclesial. Llego a un
continente donde la Iglesia ha ido dejando huellas profundas, que penetran muy
adentro en la historia y carácter de cada pueblo. Vengo a esta porción viva
eclesial, la más numerosa, parte vital para el futuro de la Iglesia católica,
que entre hermosas realizaciones no exentas de sombras, entre dificultades y
sacrificios, da testimonio de Cristo y quiere hoy responder al reto del momento
actual, proponiendo una luz de esperanza, para el aquí y para el más allá, a
través de su obra de anuncio de la Buena Nueva, que se concreta en el Cristo
Salvador, Hijo de Dios y Hermano mayor de los hombres.
El Papa
quiere estar cercano a esta Iglesia evangelizadora para alentar su esfuerzo,
para traerle nueva esperanza en su esperanza, para ayudarle a mejor discernir
sus caminos, potenciando o modificando lo que convenga, para que sea cada vez
más fiel a su misión: la recibida de Jesús, la de Pedro y sus Sucesores, la de
los Apóstoles y los continuadores suyos.
Y puesto que
la visita del Papa quiere ser una empresa de evangelización, he deseado llegar
aquí siguiendo la ruta que, al momento del descubrimiento del continente,
trazaron los primeros evangelizadores. Aquellos religiosos que vinieron a
anunciar a Cristo Salvador, a defender la dignidad de los indígenas, a
proclamar sus derechos inviolables, a favorecer su promoción integral, a
enseñar la hermandad como hombres y como hijos del mismo Señor y Padre, Dios.
Es este un
testimonio de reconocimiento que quiero tributar a los artífices de aquella
admirable gesta evangelizadora, en esta misma tierra del Nuevo Mundo donde se
plantó la primera cruz, se celebró la primera Misa, se recitó la primera
Avemaría y de donde, entre diversas vicisitudes, partió la irradiación de la fe
a les otras islas cercanas y de allí a la tierra firme.
Desde este
evocador lugar del continente, tierra de férvido amor a la Virgen María y de
ininterrumpida devoción al Sucesor de Pedro, el Papa quiere reservar su
recuerdo y saludo más entrañable a los pobres, a los campesinos, a los enfermos
y marginados, que sienten cercana a la Iglesia, que la aman, que siguen a
Cristo aun en medio de obstáculos y que con admirable sentido humano ponen en
práctica la solidaridad, la hospitalidad, la alegría honesta y esperanzada, a
la que Dios prepara su premio.
Pensando en
el mayor bien de estos pueblos buenos y generosos, abrigo la confianza de que
los responsables, los católicos y hombres de buena voluntad de la República
Dominicana y de toda América Latina comprometerán sus mejores energías,
ensancharán las fronteras de su creatividad, para edificar un mundo más humano
y a la vez más cristiano. Es el llamado que el Papa os hace en este primer
encuentro en vuestra tierra.
1979 Comienza el primer viaje de Juan Pablo II en su
pontificado, y primero fue a Santo Domingo, República Dominicana, y luego a
México.
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