ANCIANOS JAPONESES DELINQUEN PARA TENER COMIDA Y TECHO GRATIS
TOKIO, Japón (1 Febrero 2019).- Japón se enfrenta a una ola de crímenes perpetrados
por gente de edad avanzada. La proporción de delitos cometidos por personas
mayores de 65 años aumenta constantemente desde hace 20 años. Ed Butler, de la
BBC, investigó por qué.
Nos encontramos en Hiroshima, en una casa de
transición destinada a delincuentes que están a punto de ser liberados de la
cárcel y, por lo tanto, de volver a integrarse en la comunidad.
Ahí Toshio Takata, de 69 años, explica que infringió
la ley porque era pobre.Quería un lugar donde vivir de forma gratuita, aunque
fuera entre rejas.
“Llegué a la edad de la jubilación y me quedé sin
dinero. Así que se me ocurrió que quizás en la cárcel podría vivir gratis”,
dice Takata.
“Agarré una bicicleta, la llevé a la comisaría de
policía y le dije al hombre que había ahí: ‘Mira, robé esto'”, continúa.
El plan funcionó. Ese fue el primer delito de
Takata, y lo cometió con 62 años. Los tribunales japoneses tratan los hurtos
como algo serio, por lo que fue sentenciado a un año de cárcel.
Pequeño, delgado y con tendencia a reírse, Takata no
parece para nada un delincuente habitual, y mucho menos alguien capaz de
amenazar a un grupo de mujeres con un cuchillo. Pero tras ser liberado de su
primera sentencia, esto es exactamente lo que hizo.
“Fui a un parque y las amenacé. No pretendía
hacerles ningún daño. Solo les enseñé el cuchillo esperando que alguna de ellas
llamara a la policía. Y una lo hizo”, explica Takata.
Toshio Takata tiene colgados en su celda los dibujos
que hace.
En total, Takata pasó la mitad de los últimos ocho
años en la cárcel.
Le pregunto si le gusta estar en la cárcel. Él me
hace ver que cuenta con una entrada económica adicional: sigue cobrando la
pensión aunque esté dentro.
“No es que me guste, pero ahí puedo estar gratis”,
dice. “Y cuando salgo, tengo ahorrado algo de dinero. Así que no es tan grave”.
Una tendencia al alza
Takata es un ejemplo de una sorprendente tendencia
en la delincuencia japonesa. En una sociedad notablemente respetuosa con la
ley, una proporción cada vez mayor de delitos los cometen personas mayores de
65 años.
En 1997 este grupo de edad representaba
aproximadamente una de cada 20 condenas, pero 20 años después la cifra aumentó
a más de una de cada cinco, una tasa que supera con creces el crecimiento de
los mayores de 65 años como proporción de la población (aunque ahora son más de
una cuarta parte del total).
Igual que Takata, muchos de estos delincuentes
mayores son reincidentes. De los 2.500 mayores de 65 años condenados en 2016,
más de un tercio tenía más de cinco condenas anteriores.
Otro ejemplo es Keiko (no es su nombre real). Con 70
años, pequeña y con buena presencia, también me cuenta que la pobreza fue su
perdición.
“No conseguía llevarme bien con mi esposo. No tenía
dónde vivir ni dónde quedarme. Así que robar se convirtió en mi única opción“,
explica. “Incluso mujeres de 80 años que no pueden ni caminar cometen delitos.
Es porque no tienen comida, ni dinero”.
Con Keiko hablamos hace unos meses en el hostal de
un exdelincuente. Nos dijeron que desde entonces la arrestaron otra vez y que
ahora está cumpliendo una condena de cárcel por haber robado en una tienda.
El delito más habitual
Un guardia en una prisión de Japón.
La reincidencia es una forma de volver a la prisión,
donde los prisioneros reciben tres comidas diarias gratuitamente.
El robo, principalmente en tiendas, es con mucha
diferencia el delito que más cometen las personas de edad avanzada. En su
mayoría roban alimentos de un valor inferior a los 3.000 yenes (unos US$25) en
comercios que visitan regularmente.
Michael Newman, un demógrafo nacido en Australia que
trabaja en la empresa de investigación Custom Products Research Group, con sede
en Tokio, señala que es muy difícil vivir con la “miserable” pensión básica de
Japón.
En un informe publicado en 2016, Newman calculó que
solo con los costos de alquiler, comida y atención médica los beneficiarios de
la pensión acaban endeudados si no tienen otros ingresos. Y eso antes de pagar
la calefacción o la ropa.
Antes era habitual que los hijos se hiciesen cargo
de sus padres, pero en las provincias la falta de oportunidades económicas
llevó a muchos jóvenes a mudarse, con lo que los padres se tienen que valer por
sí mismos.
“Los jubilados no quieren ser una carga para sus
hijos. Si no pueden sobrevivir con la pensión, sienten que la única manera de
no ser un lastre es hacer que los metan en la cárcel”, explica Newman.
La reincidencia es una forma de “volver a la
prisión”, donde hay tres comidas diarias y ninguna factura, asegura.
Newman señala que el suicidio también se está
volviendo cada vez más común entre las personas de edad avanzada. Es otra
manera de cumplir lo que algunos consideran “su deber de retirarse”.
La soledad, otra de las causas
El director de With Hiroshima, el centro de
transición donde conocí a Toshio Takata, también cree que los cambios en las
familias japonesas contribuyeron a la ola de delitos entre ancianos, pero
enfatiza las consecuencias psicológicas que tienen estos cambios, no las
financieras.
“La relación entre las personas ha cambiado. Las
personas están más aisladas. No encuentran su lugar en esta sociedad. No pueden
soportar la soledad”, dice Kanichi Yamada, de 85 años, a quien sacaron de los
escombros de su casa tras el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima
cuando era un niño.
Kanichi Yamada
“Las personas están más aisladas. No encuentran su
lugar en esta sociedad. No pueden soportar la soledad”, afirma Kanichi Yamada,
de 85 años.
Presentational white space
“Entre los ancianos que cometen delitos, muchos
vivieron un punto de inflexión en la mitad de su vida. Hay un desencadenante.
Pierden a la esposa, o a un hijo, y no pueden lidiar con eso… Por lo general,
la gente no delinque si alguien cuida de ellos y los ayuda”, añade Yamada.
La explicación de Takata sobre recurrir a la
delincuencia como consecuencia de la pobreza es solo una “excusa”, sugiere
Yamada. El núcleo de su problema es la soledad. Y un factor que puede llevar a
la reincidencia, especula, es saber que en la cárcel tienen compañía.
Es cierto que Takata está solo en el mundo. Sus
padres murieron, y perdió el contacto con sus dos hermanos mayores, que no
responden a sus llamadas. También perdió el contacto con sus dos exesposas y
con sus tres hijos.
Le pregunto si cree que las cosas serían diferentes
si tuviese esposa y familia. Dice que sí.
“Si hubieran estado ahí para apoyarme, no habría
hecho esto”, asegura.
Michael Newman explica que el gobierno japonés
amplió la capacidad de las prisiones y reclutó a más mujeres como guardias de
prisiones (el número de ancianas que delinquen está aumentando de manera
particularmente rápida, aunque desde una proporción baja). También añade que el
costo de los tratamientos médicos de las personas en prisión es cada vez mayor.
A todo eso hay que añadir otros cambios, como veo
por mí mismo en una prisión en Fuchu, en las afueras de Tokio, donde casi un
tercio de los internos tiene más de 60 años.
En las prisiones japonesas se hacen muchos desfiles
militares, acompañados de gritos. Pero aquí estos ejercicios son cada vez más
difíciles de cumplir.
Prisioneros en una clase de una prisión de Japón.
Algunas prisiones han tenido que modificar sus
instalaciones para adaptarlas a la gente mayor.
Veo a un par de reclusos con el pelo gris en la
parte de atrás de un pelotón que se esfuerzan por seguir el ritmo. Uno lleva
muletas.
“Tuvimos que mejorar las instalaciones“, cuenta
Masatsugu Yazawa, el jefe de educación de la prisión. “Colocamos pasamanos y
baños especiales. Hay clases para delincuentes mayores”.
Me lleva a ver una de estas clases, que comienza con
una versión de karaoke de una canción popular, The Reason I was Born, sobre el
significado de la vida. Animan a los internos a cantar. Algunos parecen
bastante conmovidos.
“Cantamos para mostrarles que la vida real está
fuera de la prisión, que la felicidad está ahí”, dice Yazawa. “Pero aun así
muchos piensan que la vida en la cárcel es mejor, y vuelven”.
Michael Newman sostiene que sería mucho mejor, y
mucho más barato, cuidar a los ancianos sin el costo de los procedimientos
judiciales y el encarcelamiento.
“De hecho, en nuestra empresa costeamos un modelo
para la construcción de un complejo para jubilados, en el que darían la mitad
de su pensión pero obtendrían comida, alojamiento y atención médica a cambio.
Podrían cantar con el karaoke o jugar al ‘gate-ball‘ (un juego japonés) con los
otros residentes y tendrían una relativa libertad. Costaría mucho menos de lo
que el gobierno está gastando en este momento”, asegura Newman.
Pero también sugiere que la tendencia de los
tribunales japoneses a imponer penas privativas de libertad por hurto “es un
poco extraña, en términos de una pena que encaje realmente con el delito”.
Toshio Takata
Toshio Takata no parece para nada un delincuente
habitual, y mucho menos alguien capaz de amenazar a un grupo de mujeres con un
cuchillo. Pero tras cumplir su primera sentencia, esto es exactamente lo que
hizo.
“El robo de un emparedado de 200 yenes (menos de
US$2) podría llevar a una factura por valor de 8,4 millones de yenes (más de
US$750.000) para una sentencia de dos años”, escribió en su informe de 2016.
Podría parecer un ejemplo hipotético, pero conocí a
un anciano en la cárcel con una experiencia casi idéntica. Lo habían
sentenciado a dos años de cárcel por su segundo delito: robar un bote de
pimientos por valor de US$3.
Morio Mochizuki, que gestiona la seguridad de unos
3.000 puntos de venta minoristas en Japón, afirma que los tribunales se están
volviendo más duros con los ladrones de tiendas.
“Aunque roben solo un pedazo de pan -dice Masayuki
Sho, del Servicio de Prisiones de Japón-, se decidió en los tribunales que lo
apropiado era que fueran a la cárcel. Por lo tanto, debemos enseñarles el
camino: cómo vivir en sociedad sin cometer delitos“.
No sé si el servicio de la prisión le enseñó esta
lección a Toshio Takata, pero cuando le pregunto si ya está planeando su
próximo delito, asegura que no.
“No, ya basta”, afirma Takata.
“No quiero volver a hacerlo. Pronto cumpliré 70
años, seré viejo y estaré débil la próxima vez. No volveré a hacerlo”,
concluye.
Fuente:
BBC Mundo
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