Trujillo lo dejó todo en SC,hasta su vida…

A nadie hay que contarle lo que fue Trujillo para San Cristóbal, su pueblo... Había pleno empleo y menos de 30 mil habitantes. Su omnipresencia era apabullante y no existía mayor orgullo que ser compueblano de tan “Insigne Benefactor... Y padre de la Patria Nueva”.

El dictador concentró en su pueblo las principales fuentes de trabajo de la época: La Industria Nacional del Vidrio, la Industria Licorera La Altagracia, la Armería, la textil Miss Américas, la Fábrica Estatal de Calzados, la Hacienda Fundación con el mejor ganado lechero del Caribe y más de tres mil trabajadores..
Iglesia Parroquial
Dispuso el traslado a San Cristóbal, algo insólito, de la Jefatura de Estado Mayor de la Marina de Guerra sin haber mar en el pueblo, instaló en su periferia el principal politécnico del país, los dos hospitales regionales, la escuela oficial de Maestros, un conservatorio musical, construyó un “riocón” con sus bancos y áreas verdes a lo largo del río Nigua, similar al malecón de Santo Domingo, el más moderno hotel de su época, con salones de caoba y espejos...

Sobraban las aulas escolares, liceos secundarios, escuelas de artes manuales, deportes escolares, escuelas de “oficios domésticos” para las hembras ñaberración de la época, pero ahí estabanñ centros de alfabetización para los mayores...

No había adulto sin trabajo ni muchacho sin escuela....

“...Todo es felicidad/ Todo es amor/ Todo es gloria/ Viva el Benefactor...”. Cantaba Rafelito Martínez la “Era Gloriosa” con la orquesta Santa Cecilia en aquellos inolvidables pasadías dominicales del hotel San Cristóbal... Yo era un niño de 9 años, pero lo recuerdo como ahora en el 1960.

Las calles del pueblo, sin excepción, estaban “entalbiadas” con una carpeta asfáltica de dos o tres pulgadas, con sus cunetas perfectamente diseñadas en “hormigón de concreto armado”, y tuvo el primer alcantarillado pluvial que se conoció en el país construido en los años 40 por una compañía norteamericana que creo se llamaba “La Elmurst” o algo así...

San Cristóbal era en esos años una verdadera tacita de cristal. A media hora de la capital ñpor la arbolada carretera de Hatillo, pavimentada de un extremo a otroñ, Trujillo pasaba la mayor parte de su tiempo de ocio en su pueblo y tenía absoluto control de todo lo que se movía en él.

Nina, Puello y los perros

Trujillo conocía bien a todas las familias entre tragos decía muerto de la risa que en su pueblo abundaban los Nina, los Puello y los perros en alusión a las largas familias de apellidos Nina y Puello que prestigian a San Cristóbal desde su fundación, y por la gran cantidad de perros que deambulaban entonces por las calles y que el propio Trujillo ordenó varias veces que la sanidad envenenara masivamente.

Solía supervisar personalmente cada cosa. Caminaba por las calles y hacía inspecciones frecuentes en escuelas, oficinas públicas, hospitales y, sobre todo, en cuarteles militares y policiales en los que pasaba revistas improvisadas para garantizar que todo estuviera marchando bien, que las vituallas y la alimentación a los soldados fuera de buena calidad, abundante y se entregara oportunamente...

Hasta que llegaron “los invasores, los barbudos de Constanza...”

El comportamiento del “jefe” cambió radicalmente a partir de mediados del mes de junio del año 1959. Esa madrugada el pueblo amaneció alborotado y todos los hombres de 16 años en adelante y tal vez hasta los 50, tuvieron que reportarse a la fortaleza militar “por orden de la superioridad”.

En San Cristóbal operaba una fuerza paramilitar que se llamaba “La Legión Trujillista” al mando del general retirado José Pimentel Deschamps, un viejo amigo de Trujillo dicen que era el único hombre que le decía Chapita, que habían peleado juntos en la manigua contra los rebeldes que las tropas norteamericanas llamaban gavilleros.

Esos “legionarios” se ocuparon de hacer servicios en los cuarteles, a las entradas y salidas del pueblo y de “caliesar” mientras los soldados se iban a las montañas de Constanza en busca de los expedicionarios del 14 de junio. Pocas semanas después la expedición patriótica fue extinguida, muchos fueron apresados y fusilados luego en la base aérea de San Isidro.... Pero ya nunca más Trujillo volvió a ser el mismo. Y aunque sus fiestas y parrandas siguieron, desde entonces su presencia en el pueblo se hizo más discreta y salvo contadas excepciones, se desplazaba con franqueadores, choferes, seguridad...

Los favores....

Desde que llegaron “los barbudos” el temperamento de Trujillo cambió, dicen sus amigos más íntimos y quienes lo trataban los fines de semanas en San Cristóbal. Algunos de ellos aún viven, y aunque ya en edades avanzadas recuerdan bien esos últimos meses de la tiranía y el comportamiento bipolar del “insigne jefe”.

Y en la medida en que la situación política se fue tornando inmanejable para el tirano el asesinato de las Hermanas Mirabal, los centenares de presos políticos, la rebelión de la juventud, las sanciones de la OEA y, en fin, el acorralamiento en que iba cayendo la dictadurañ, en esa misma medida el temperamento de Trujillo se iba agriando y desapareció la eterna sonrisa que exhibía siempre en su rostro.

Los favores que hacía a todo el que alcanzaba a verlo para exponerle sus penas, también menguaron porque al final eran muy pocos los que podían acercársele. La angustia lo fue aislando hasta que llegó el 30 de mayo del 1961... Así lo cazaron solito. Con las alforjas llenas. Pero con el alma vacía... ¡Como suelen morir los tiranos!

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