En política, como en la guerra, no basta tener más gente y ni siquiera las mejores armas... Lo único imprescindible es la disciplina, la unidad y la voluntad y decisión de vencer. El resto va llegando solo.

Un sólo hombre en la India, Mahatma Gandhi, venció a los ejércitos imperiales sin tirar un tiro. Pero logró la unidad de su pueblo con un grito de paz: ¡No violencia!

En la guerra de Vietnam las tropas norteamericanas llegaron a triplicar la resistencia de sus enemigos, y por años lanzaron la más brutal embestida armada con tecnología de guerra de última generación, extinguieron los bosques con bombas de Napalm, experimentaron las bombas racimos, volaron los más modernos aviones y helicópteros, usaron las más sofisticadas piezas de artillería... ¡Y salieron derrotados, con la sábana por un canto!

Y para no irnos muy lejos, Fidel Castro llegó a Cuba en el Gramma en 1956, al mando de un pequeño grupo de hombres ñentre ellos un dominicano, Pichirilo Mejía. Combatió a brazos partidos contra el Ejército de Batista, y tres años después, en 1959, bajaba victorioso de la Sierra Maestra aclamado por su pueblo. Cincuenticinco años después sigue en el poder.

Las batallas políticas no son muy diferentes. No siempre gana el que tiene más adherentes y mayores recursos, sino el que mejor sintoniza con la gente y logra impactar con una oferta electoral atractiva y creíble, el que garantiza mayor seguridad y ofrece credibilidad, el más sensato, el mejor organizado, el más inteligente... En definitiva, el mejor organizado y más disciplinado.

Aquí lo vivimos en la campaña electoral pasada. Cuando se inició la carrera, un candidato le llevaba más de 20 puntos porcentuales a otro. Pero en cuestión de meses eso se revirtió por la conjunción de los mismos factores: desorganización, anarquía, división, apatía, triunfalismo... Contra perseverancia, unidad partidaria, coherencia, confianza...

El resultado se conoció temprano la noche del 20 de mayo. Y al contar, llegó el llorar... Pero ya era tarde.

Como calcomanía...

Los perredeístas se disgustan al oírlo, pero son ellos quienes trazan la tónica de un discurso y una estrategia que los mantiene alejados del poder. Y por el camino que van, afuera se quedarán.

Los peledeístas tienen sus diferencias, siempre las han tenido. Pero las dirimen entre ellos y muy pocas veces salen a relucir públicamente... Sólo habría que ver que “el gran insulto” de Danilo a Leonel en sus cinco años de separación fue: ¡Me derrotó el Estado!

En cualquiera de los otros partidos del sistema esa expresión no habría pasado de ser un piropo en noche romántica comparado con las acusaciones y los insultos que se prodigan sus líderes en medio de sus diferencias y enconos.

Las expresiones desenfadadas de Hipólito a Miguel, por ejemplo, a veces resultan impublicables y de ellas sólo se hacen eco algunos desaguaderos digitales que enchinchan ese pleito eterno entre los perredeístas. La rispidez con que esa gente maneja sus diferencias les ha provocado un bajón de más de 25 puntos porcentuales en la aceptación de la gente, a juzgar por la última encuesta de la Gallup.

Entonces de nada les ha valido ser el partido más viejo y de mayor raigambre popular, contar con una militancia con medio siglo de lealtad, traspasar esas simpatías partidarias de una generación a otra, ser el partido más votado en las últimas dos elecciones...

Llevan cinco derrotas seguidas, y en cada caída una crisis interna nueva o renovada, con una división permanente y ofreciendo un espectáculo penoso como formación partidaria que debería ser ejemplo de civismo para ganarse el derecho a gobernar el país.

No caben dos PRD

Creo que fue Euclides Gutiérrez quien primero lo dijo: “En este país no caben dos PRD... Para semejante desorden, uno da y sobra”.

Parece verdad... Pero la expresión también es una advertencia al Partido de la Liberación, que tiene que recoger sus locos con tiempo antes de que se desate una lucha interna similar a la del PRD y ya antes a la del Partido Reformista.

Los peledeístas han sabido superar, hasta ahora, sus diferencias internas, y aunque se mantengan distantes, siempre se juntan para asumir sus responsabilidades electorales. Por eso han ganado con facilidad las últimas cinco elecciones.

Pero parece que se están cansando del disfrute del poder, del bienestar... Y han comenzado temprano la pugnacidad regional y provincial.

El primer conato acaba de estallar por Dajabón, entre la senadora Sonia Mateo, fiel seguidora de Leonel, y el director del INDRHI, Olgo Fernández, de la gente de Danilo.

Dicen que la senadora es “una galla” que siempre tiene las espuelas puestas... Y que Olgo no se queda muy atrás porque no baraja pleito.

Si el PLD no quiere convertirse en otro PRD, Danilo y Leonel deben detener sus dos fieras con tiempo... Porque dicen que el asunto tiene origen en las posiciones electivas del 16.

En estos casos siempre es bueno recordar el refrán campesino: ¡Cuando las hormigas se quieren joder, alas les suelen nacer...!


Por CESAR MEDINA
El autor es periodista

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