Shaun Ellis es un experto en la conducta de los
lobos que llevó a cabo un experimento muy interesante. Su objetivo era enseñar
a unas crías huérfanas a ser verdaderos lobos, como sus propios padres hubieran
hecho. Para ello, Ellis vivió las 24 horas del día con la manada de la cual se
erigió como líder. Durante meses usaba la misma ropa para conservar el olor que
le identificaba y también mostraba su dominancia a la hora de comer, como
cualquier otro lobo alfa hubiera hecho.
Les paseaba por el bosque para enseñarles a cazar,
defenderse e incluso les dio sus primeras lecciones sobre cómo aullar. Un día
Ellis tuvo que hacer un viaje a Polonia durante unas semanas. Al volver se
percató de que la organización de la manada estaba viviendo cambios profundos.
Otros machos de la manada le habían comenzado a retar. Lejos de enfrentarse,
decidió ceder el liderazgo y aceptar su nuevo papel de subordinado. Entendía
que esto era lo natural y debía ser así dado el momento crítico en el que se
encontraba la manada. La lección que nos proporciona esta hermosa historia es
que las sociedades están en constante cambio y ninguna posición es eterna.
Nuestra especie no es una excepción.
Benedicto XVI saluda a sus fieles en la Plaza San Pedro
Benedicto XVI ha anunciado esta semana su intención
de renunciar al cargo a finales de este mes. Todo grupo llega a un punto en el
que es necesario relevar al líder y sustituirle por otro que sirva mejor al
colectivo. Es ley de vida. Las causas pueden ser varias. Entre las más
frecuentes se encuentran el desgaste y la falta de empatía con los subordinados,
pero también se puede deber a una necesidad del colectivo de mostrar una gran
fortaleza y desarrollar la innovación en momentos difíciles.
Todos sabemos que las jerarquías pueden llegar a ser
asfixiantes y en ocasiones se intentan mantener de manera agresiva, pero
también poseen diversas funciones sociales que no conviene olvidar para evitar
los posibles excesos. Su ventaja es que evitan muchos de los conflictos
intragrupales que podrían acabar con el grupo. La igualdad en sociedades
compuestas por miles o millones de personas es complicada de alcanzar.
Las jerarquías determinan lo que en etología
llamamos «orden del picoteo» (pecking order), mediante el cual los individuos
conocen cuáles son sus límites a la hora de repartir las recursos. De esta
manera tenemos una idea aproximada de la parte del pastel que nos corresponde a
cada uno en ámbitos como la alimentación o la reproducción. Existe un «pecking
order» en las familias, las empresas y cualquier otro tipo de organización.
Este favorece la armonía del grupo a pesar de que en ocasiones conduzcan a
graves injusticias si el líder es muy autoritario y egoísta.
Por otro lado, sabemos que en las jerarquías en las
que se compite demasiado se dificulta la innovación. En un experimento
realizado con niños se escogieron a dos grupos para ver los efectos de la
competición en la creatividad. A uno de ellos se le dijo que se premiarían a
los mejores dibujos realizados. Al otro se le informó de que solo el mejor
podía ganar. La calidad y creatividad de los dibujos era mayor en el primer
grupo, donde la competencia y la presión eran de menor intensidad que en el
segundo. Estas consecuencias negativas de la competición exacerbada también
suceden en otros primates. Por ejemplo, unos macacos que habitan la Isla de
Khosima (Japón) aprendieron a lavar patatas. Debido a que los machos siempre
están en tensión los unos con los otros, estos fueron los últimos en aprender
la técnica.
Las jerarquías estrictas también suponen una ventaja
en la defensa del territorio y la conquista de nuevos. Esta parece ser una de
las misiones fundamentales para la Iglesia del siglo XXI: no perder más adeptos
en Europa, mantener la influencia en países como México, Brasil y Filipinas y
lanzarse a la conquista de otros como el continente africano y asiático. El
perfil conservador y el estado de salud de Joseph Ratzinger no facilitaban esta
estrategia.
Sabemos gracias a la investigación con primates que
en momentos de crisis en los que hay que conquistar nuevos territorios o hacer
frente a peligros que amenacen la continuidad de la organización, las
jerarquías estrictas conducidas por un líder fuerte son eficaces. Las denuncias
por casos de pederastia que ya se acumulan por miles en los jugados han
debilitado mucho a la Iglesia. Este es el otro gran desafío al que se enfrenta
la élite eclesiástica y razón por lo que la sucesión puede haberse adelantado.
Para los primates y otros mamíferos, el ostracismo
es el peor de los castigos posibles. Cuando la presión se hace insoportable, el
macho alfa puede acabar expulsado pero también puede aceptar una posición
relegada y continuar viviendo en el grupo, al igual que ocurrió en el caso de
los lobos y Ellis. En las próximas semanas y meses seremos testigos de cuál es
el resultado final y las consecuencias para Ratzinger.
En las sociedades de chimpancés, los cambios en las
posiciones sociales de sus miembros son procesos constantes, similares al
gotear de un grifo, los cuales conllevan una gran cantidad de maniobras
políticas mucho antes de que se produzca una verdadera sucesión. Alianzas,
facciones, bandos, manipulaciones y presiones son moneda común en la política
de los primates humanos y no humanos. De lo que somos testigos no es más que el
desenlace final. La punta de un iceberg del cual solo es visible 1/9 de su
verdadera masa. El cónclave será el acto final de un proceso que pudo comenzar
hace varios años y solo ahora se ha hecho visible para el resto de la sociedad.
Fuente EL MUNDO
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