Para cualquier comunicador con sentido de su
responsabilidad social aceptar una invitación a un acto político puede ser un
hecho simple y complejo a la vez. Lo simple se explica en el derecho que todos
tenemos en elegir nuestras preferencias partidistas; y lo complejo, en la
situación de que hay convicciones ideológicas que mueven nuestra vida y que
pueden estar cuestionadas por las acciones que podamos hacer.
Desenredo el hilo de esta crónica: Mi primo hermano
el ingeniero Rubén Darío Martínez, me extendió una invitación para participar
en una actividad de los amigos del ingeniero Juan Temístocles Montás –Temo-,
saludando y apoyando sus pretensiones presidenciales.
Empujado por un frío
escepticismo y una caliente curiosidad hice presencia en el evento.
Llegué sorprendido, porque no imaginé la asistencia
masiva de personas de diferentes corrientes políticas, desde izquierdistas,
perredeístas, reformistas, entre otros. Aún en el salón me preguntaba, ¿Leonel
Martínez que hace usted aquí? No me respondí, mientras tanto, viejos amigos se
regocijaban por mi presencia.
Pensé en el PRD, en Peña Gómez y en Juan Bosch, me
imaginé a ambos en la primera magistratura del Estado. ¡Sobraría la pulcritud y
la honestidad! Pensé también en el pleito de Hipólito y Miguel. ¿Hasta cuando?
Descubrí que el sueño de muchos dominicanos en espera de la solución de ese
conflicto seguiría siendo un sueño. El país avanza independiente de las
añoranzas, y de las afecciones de salud que podamos tener. Se escuchó la voz de
Temo y pareció que desperté entre aplausos y victorees al ya elocuente
disertante.
Una sola expresión de su discurso fue suficiente
para entender la legitimidad de sus aspiraciones, “la no reelección”. Esa
palabra ha sido el puñal que más daño le ha hecho a la democracia dominicana. Ella fue la
culpable de la tragedia dela Primera República: Santana y Báez, los dos
sembraron la hierba mala de la reelección y ocasionaron guerras civiles. Y
desde entonces el mal de la continuas postulaciones siguió afectando a los
dominicanos: Trujillo, Balaguer, Leonel.
Pregunto, ¿cuántos años se necesitan para concluir
una obra de gobierno? Respondo, todos los años del mundo, pero no para una sola
persona. Por eso existe el partido con decenas de hombres con condiciones. Así
lo entendieron estadistas como Washington, Espaillat y Mandela, ellos se
negaron a escuchar el canto de la sirena de quienes les pedían nuevas
postulaciones, sabían que el poder excesivo en una sola figura es tiranía
aunque use los atuendos de la democracia o se legitime con el voto.
El tema de la reelección trajo el cáncer en el PRD y
lo podría traer también en el PLD. Con
alternabilidad al interior de los partidos desaparecen los caudillos, el flujo
de la corrupción y se afianza la institucionalidad. Y un discurso puede
convencer a un congloromerado. Contesto, la existencia humana, como dice Stepan
Zweig, tiene sus “Momentos Estelares”, donde las decisiones esenciales se toman
en segundos.
Lo escuchado en el acto de apoyo a Temo ha
disminuido mi temor por su partido. Reflexiono entre la espada del tiempo y la
pared de la realidad que dice, “la vida no es un sueño”. Otros dirían,
“claudicaste”. No amigos, “se despierta”. Entendí al igual que otros que esto
puede ser algo posible, que enseñe el camino de una patria verdadera, con
banderas de honestidad y acciones a favor de aquellos que no han logrado salir
de la miseria material y espiritual.
Yo por generación no soy contemporáneo de Temo, no
soy su amigo personal, mas por lo escuchado de sus planes políticos me declaro
amigo de sus ideas, seguidor de lo que piensa a favor del país. Fanático de su
visión amplia de la política y aliado de su lucha anti reeleccionista. Y si eso
implica ser soldado, acepto el uniforme, bien planchado y sin manchas.
Por
LEONEL MARTÍNEZ
El autor es abogado y periodista
Fue cónsul en Puerto Príncipe
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