Hoy que se conmemoran 40 años del golpe de estado
que llevó al fallecido dictador Augusto Pinochet a tomar el poder en Chile, han
salido a la luz algunas de las técnicas que su régimen empleaba para infligir
daños sicológicos a los presos políticos y a los disidentes que acababan entre
rejas.
Entre ellos, sorprende el malévolo uso de los éxitos
del cantante español Julio Iglesias como instrumento de castigo y tortura, una
intencionalidad que cumplía sus objetivos a través de la reproducción
"constante y a gran volumen" de los acordes y la suave voz del
emblemático artista.
"La música normalmente sirve para insuflar
ánimo a los presos y motivarles para que se sintieran unidos, pero el estado
[chileno, durante el mandato del general] logró revertir la situación y usar la
música como una herramienta muy útil para aturdir y hacer sufrir a los
detenidos.
Las canciones de artistas como Julio Iglesias, George Harrison
[guitarrista de The Beatles] y la banda sonora de 'La Naranja Mecánica' sonaban
en los altavoces a gran volumen y de forma constante para saturar las mentes de
los presos, lo que provocaba daños físicos y sicológicos de gran
envergadura", reveló la investigadora Katia Chornik, profesora de la
Universidad de Manchester, al diario británico Daily Mirror.
La fatídica explotación de los temas de Julio
Iglesias para beneficio de la dictadura chilena tenía lugar en casas de
tortura, campos de concentración y prisiones repartidas por toda la geografía
chilena, según rezan algunos extractos del estudio llevado a cabo por Chornik y
publicado en su obra 'Los sonidos de la memoria: cautividad política y musical
en el Chile de Augusto Pinochet'.
Sin embargo, a pesar de los dramas asociados a la
música del intérprete español durante el autoritario régimen, la académica
también revela que muchos de los prisioneros recibían estas melodías con cierto
optimismo y sobre todo con nostalgia, ya que les recordaban a sus compañeros
desaparecidos y les ayudaban a mantener viva su memoria.
"El terrible sufrimiento que impartían estas
técnicas también tenía su lado positivo, porque la música servía como una forma
de testimonio sobre aquellos que ya no se encontraban entre ellos. Como muchos
de los opositores dejaban de existir y desaparecían de todo registro, sus
compañeros de celda normalmente podían rendirles homenaje cuando sonaban
aquellas canciones que les recordaban a ellos", explicó Katia Chornik.
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