SAINT ÉTIENNE (17 Julio 2014).- Un noruego ganó en
la canícula de Saint Étienne. Vino del frío para soportar el calor de la ruta,
el asfalto hirviendo y el chispazo del sprint, en el que Peter Sagan volvió a
ser segundo. Se está convirtiendo en un fenómeno paranormal la actuación del
eslovaco, que aunque viste el jersey verde de la regularidad y en las etapas
sin final en alto nunca ha bajado del quinto puesto, aún no ha logrado ganar.
Es el Tour, ya se sabe.
Lo mismo que con David De la Cruz, que tenía la
ilusión de llegar a París, y el sueño de meterse en una escapada y, quién sabe,
ganar una etapa. Lo contaba hace tres días, en el aparcamiento de un modesto
Campanile en Besançon, en mitad de un parque comercial, mientras su director le
apremiaba, con cara de malas pulgas, a montarse en la bicicleta y empezar el
entrenamiento en la jornada de descanso.
Entró en esa escapada, junto a otros cuatro ciclistas,
y esperaba los repechos de los últimos kilómetros, él, un escalador que se
mueve bien en el llano. A saber en qué pensaba cuando se deslizó en una curva
cerrada, arrastró a Langeveld y se rompió la clavícula. Desde luego que no en
imitar a ninguno de sus ídolos, porque De la Cruz empezó tan tarde -a los 18-,
a montar en bicicleta, que nunca se fijó en nadie. No le interesaba el
ciclismo. En Sabadell, su ciudad, practicaba el atletismo, se lesionaba con
frecuencia y estudiaba, hasta que un día de 2007 se levantó en medio de la
clase y se fue a dar un paseo. Tenía dinero, de su trabajo a tiempo parcial en
un supermercado, así que al pasar por una tienda de bicicletas, entró a comprar
una mountain bike, pero se enamoró de una BH de carretera. Pagó 500 euros y se
la compró.
Y su primer pinchazo le llevó al profesionalismo.
Fue cerca de la tienda Ciclos Trujillo. El dueño, mientras arreglaba la avería,
le animó a salir con un grupo de cicloturistas a una excursión. Sin
entrenamiento apenas, sin ropa adecuada, resistió a quienes hacían aquello cada
día. Antonio Trujillo le vio cualidades, le llamó a la tienda y le regaló
material. Se enganchó
Y después de correr en aficionados fichó por el Caja
Rural, y de ahí al NetAp. Y al Tour, el quincuagésimo catalán que debutaba en
Francia. Cada día escribe una entrada en su blog de «A rueda», y piensa que
esta carrera es distinta a todas. Hasta su caída, su fractura y su abandono
tienen mucha más repercusión.
No pudo levantarse del suelo del dolor. Ni lo
intentó. Lloraba por abandonar su sueño. No pudo siquiera llegar a Saint
Étienne, la ciudad del diseño, del multiusos de Norman Foster, convertido ayer
en centro de prensa, donde el aire acondicionado resfriaba a los reporteros
-era eso o los 34 grados en la calle-, o del remodelado Geoffroy Guichard, el
estadio de los éxitos de Rocheteau, Platini o Laurent Blanc. No llegó a la meta
De la Cruz.
Por JON RIVAS/El Mundo
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