NUEVA YORK (13 Noviembre 2014).- Está suficientemente probado que llevar a los
consumidores de cannabis a la cárcel no sirve para reducir el consumo, ni para
acabar con el narcotráfico, ni para mejorar la salud pública. Por eso, en
Estados Unidos, el mayor consumidor de drogas del planeta y el principal
impulsor de la guerra en su contra, varios estados han despenalizado en los
últimos años el consumo de marihuana y aprobado su uso medicinal y recreativo.
Los últimos en dar el paso fueron Washington D.C.,
Oregón y Alaska, que la semana pasada aprobaron el uso recreativo del cannabis,
sumándose a los estados de Colorado y Washington. Además, en 23 estados han
legalizado el uso medicinal del cannabis. Ahora el alcalde de Nueva York, Bill
de Blasio, decide flexibilizar también sus políticas: desde el 19 de noviembre,
quienes porten hasta 25 gramos de marihuana ya no serán arrestados, como
sucedía antes, sino que serán citados ante un juez y podrían recibir una
sanción o una multa.
La iniciativa está relacionada con la protección de
los derechos civiles y la lucha contra la injusticia que afecta especialmente a
afroamericanos y latinos. Aunque hace más de 30 años Nueva York descriminalizó
la posesión de 25 gramos de marihuana, el estado sigue plagado de arrestos por
porte de cantidades menores, debido a que la ley de descriminalización aprobada
en 1977 tiene algunas inconsistencias.
Según esa ley, tener una bolsa con 25 gramos de
marihuana en el bolsillo, en la casa, en el auto, en cualquier lugar privado,
se considera una violación no criminal, pero tenerla o consumirla en público se
considera un delito menor. Lo que sucedía en la práctica es que, durante las
requisas que realiza la policía de Nueva York, con mayor frecuencia en barrios
de afroamericanos o latinos, cuando algún ciudadano se veía forzado a sacar la
marihuana de su bolsillo a la luz pública se convertía en delincuente y se
procedía a su arresto.
La medida anunciada por el alcalde neoyorquino
pretende solucionar el problema. De Blasio ha dicho que se trata de un paso
importante “para reducir arrestos innecesarios e improductivos que arruinaban
la vida de muchos jóvenes sin antecedentes policiales. Asimismo permitirá que
los agentes puedan seguir con su trabajo y dedicarse a crímenes más serios”.
Quienes porten pequeñas cantidades de marihuana
podrán seguir en libertad tras la inspección policial, recibirán citaciones
judiciales y podrían tener que pagar una multa de US$100, en vez de ser
detenidos, llevados a una comisaría, fotografiados, tratados como criminales y
luego puestos en libertad con una citación judicial para seis u ocho semanas
después. Aunque por lo general los cargos eran descartados, el arresto podía
causarle al individuo la pérdida de su trabajo y obstaculizar su acceso a la
vivienda o a las fuerzas armadas.
Desde 2010, en Nueva York se han producido alrededor
de 30.000 y 50.000 arrestos anuales por porte de pequeñas dosis de marihuana.
Un estudio del sociólogo Harry G. Levine, director del Marihuana Arrest
Project, indica que sólo durante los primeros ocho meses de este año, el 86% de
los arrestados eran negros o latinos, a pesar de que no hay evidencia de que
estas poblaciones sean más propensas al consumo que los blancos.
En un reporte publicado en The Nation, el profesor
Levine se pregunta por qué los arrestos por marihuana están tan sesgados
racialmente. “Esas dramáticas y extendidas disparidades raciales claramente no
son el producto de un prejuicio personal o racismo por parte de los oficiales
de Policía... Es un problema sistémico, una forma de racismo institucional
creado y administrado por personas desde los más altos niveles de la aplicación
de la ley y el Gobierno”. La iniciativa en Nueva York es un paso hacia el fin
de ese “racismo institucional” y ha sido aplaudida por múltiples organizaciones
que se dedican a la defensa de las minorías afroamericanas o latinas.
En Nueva York, sin embargo, el cannabis sigue siendo
ilegal. Se mantienen restricciones con pena de cárcel, como la prohibición de
fumar en espacios públicos o cerca de zonas escolares. No se trata, pues, de
una ley de despenalización o de legalización, como ha ocurrido en varios
estados del país. En todo caso, la medida de De Blasio marca un punto de
inflexión frente al prohibicionismo y la penalización de delitos menores
mantenidos por sus antecesores Rudolph Giuliani y Michael Bloomberg.
Ahora el trato con el ciudadano será distinto y se
abren puertas para explorar nuevas alternativas en la política de drogas. En
julio de este año Nueva York se convirtió en el vigésimo tercer estado en
legalizar la marihuana medicinal y en 2015, como ha dado a entender la senadora
Liz Krueger, se podría sumar al grupo de estados que legalizan el cannabis
recreativo. El proyecto de ley establecería un impuesto sobre las ventas de
marihuana y los adultos podrían tener hasta dos onzas y cultivar hasta seis
plantas en su casa para uso personal.
El panorama en Washington D.C. es muy similar al de
Nueva York. En la capital federal, según un reporte de la Unión Americana por
las Libertades Civiles, durante 2009 y 2011, nueve de cada diez arrestados por
porte de marihuana eran negros, aunque encuestas hechas por el Gobierno indican
que los negros no son más propensos al consumo que los blancos. Con la reciente
aprobación del uso recreativo del cannabis (una medida que aún deberá ser
examinada por el Congreso), la capital estadounidense pretende reducir el
impacto de las políticas discriminatorias contra la droga.
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