BALTIMORE (28 Abril 2015).- Las autoridades de
Baltimore (Maryland) se vieron obligadas en la madrugada de este martes a
requerir refuerzos policiales y el envío de la Guardia Nacional para hacer
frente a una jornada de disturbios que se desencadenaron tras protestas
pacíficas por la muerte de un joven negro.
Incendios, saqueos de tiendas y altercados con la
Policía sumieron a Baltimore en el caos y un toque de queda, poco después del
entierro de Freddie Gray, joven negro que falleció hace algo más de una semana
tras sufrir heridas graves bajo custodia policial.
Al filo de la medianoche, el comisario de la Policía
de Baltimore, Anthony Batts, lamentó el "vergonzoso" desenlace de las
protestas iniciadas este fin de semana contra la brutalidad policial y atribuyó
los altercados a "estudiantes de secundaria", que asaltaron negocios,
provocaron incendios e hirieron a 15 policías.
Los centenares de policías desplegados por la ciudad
de Baltimore no fueron suficientes para controlar la situación y el gobernador
del estado de Maryland, Larry Hogan, se vio obligado a declarar esta tarde el
"estado de emergencia" y pedir el despliegue de más de mil efectivos
de la Guardia Nacional.
Ante el temor de que mañana continúen los
disturbios, las autoridades de Baltimore, una ciudad de más de 600.000
habitantes, han pedido ayuda a la Policía de Washington y Filadelfia.
Además, la ciudad ha decretado desde el martes un
toque de queda -que hoy ya era evidente- desde las 10 de la noche hasta las 5
de la mañana, mientras que escuelas y algunos negocios permanecerán cerrados
hasta que se restablezca el orden.
Como pudo constatar Efe, en el noroeste de la
ciudad, grupos de jóvenes asaltaron la tienda de una gasolinera sin la
oposición de los empleados, mientras coches patrulla y vehículos blindados se
desplazaban por las calles vacías para responder a las emergencias que se han
ido declarando por toda la ciudad.
Matt, empleado de un restaurante cercano, montaba
guardia mientras se sucedían los altercados: "si no hubiese sido por gente
del barrio que me ha ayudado, esta gente hubiese entrado aquí a llevarse
todo", dijo.
Al menos una farmacia y varios coches de policía
fueron pasto de las llamas a causa de los disturbios, mientras que aún queda
por determinar la conexión entre los asaltantes y un gran incendio en un centro
de ancianos en construcción, que obligó al despliegue de varias unidades de
bomberos.
"Yo no vi nada, no escuché nada. Me enteré por
la televisión de que el centro de ancianos, al lado de nuestra iglesia, estaba
en llamas. Esto ha sido cosa de gente de fuera, pero nos recuperaremos",
explicaba a Efe Keb, vecino de la barriada pobre donde se produjo el incendio.
"Es una pena que esto haya acabado así, todo
empezó de manera pacífica y mira en lo que ha acabado", explicaba a Efe
Malcolm, mientras señalaba varios edificios en llamas empapado en el agua que
lanzaban los camiones de bomberos.
En lo peor de los disturbios, pastores de las
iglesias de los barrios afectados salieron a la calle para pedir calma a los
jóvenes, algunos de los cuales eran miembros de bandas de los barrios más
depauperados de la ciudad, que cuenta con dos tercios de población negra.
Los disturbios, que se han saldado con 27 detenidos,
comenzaron poco después del entierro de Freddy Gray, de 25 años, y cuya familia
hoy lamentó que el caos y elementos criminales hayan ensombrecido la denuncia
pacífica que comenzó el sábado.
La protestas cristalizaron por un problema que un
gran número de afroamericanos en Baltimore considera cotidiano: la mayor
presión policial contra los negros.
La muerte de Gray, que agonizó durante una semana en
un hospital con la columna rota tras una detención, se suma a otros
fallecimientos en todo el país de afroamericanos desarmados a manos de la
policía.
En una conferencia hoy, el abogado de la familia
Gray, William Murphy, dijo que el problema de la brutalidad policial es un
asunto de derechos humanos.
Rodeado de varias decenas de representantes de la
comunidad negra y miembros de bandas que han condenado la violencia, Murphy
preguntó cuántos de los presentes habían sido víctima de brutalidad policial;
casi ninguna mano quedó sin alzar.


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