CÓRDOBA (2 Mayo 2015).- No entiende el fútbol de
axiomas. Al final, todo hay que demostrarlo. Incluso la condición de líder en
el campo de colista, un Córdoba decrépito y condenado desde hace semanas al
descenso. Lo entendió el Barcelona, consciente de que los campeonatos también
se escurren en jornadas de entreguerras y en estadios capaces de mutar en
avernos inesperados. Lo entendió también Luis Enrique, formando con el equipo
de gala y otra vez reacio a restarle minutos a su santísima trinidad ofensiva a
cuatro días del partido frente al Bayern.
Aunque no encontró sentido a su sudor el equipo
azulgrana hasta el martillazo emancipador de Rakitic cuando el primer tiempo ya
se desmayaba. Un tanto ingeniado una vez más por el mejor de la tarde, Leo
Messi, y con la carga emotiva suficiente como para liberar a un Barcelona que
azotaría después a su rival sin piedad. Un equipo que sigue cargándose de
razones para intuir el éxito final.
Y eso que durante muchos minutos los más viejos del
lugar debieron recordar fracasos pretéritos. Como el ocurrido hace 42 años,
cuando un Córdoba ya descendido y en el que militaba Vicente del Bosque derrotó
al Barcelona de Rinus Michels. Una caída que acabaría propiciando la pérdida de
la Liga. La lógica impedía, esta vez también, barruntar un acto heroico del
colista, un equipo con un único triunfo en casa en toda la temporada y que
acudía al choque con una desventaja respecto al líder de 64 puntos. Pero no fue
hasta que el reloj de arena del primer tiempo se consumía que los azulgrana
escaparon de los demonios que comenzaban ya a rondar el brasero cordobés.
Tantas veces discutido, Dani Alves se está cargando
de razones para continuar su carrera en el Barcelona. Ya no se escuchan
risotadas a costa de unos centros que no sólo han ganado en fiabilidad, sino
que se han convertido en una vía de escape esencial cuando se tapona la
garganta del campo. Del botín del carrilero brasileño nació la primera gran
ocasión de Neymar, con dificultades para orientar el balón entre los tres palos
durante todo el partido. Sí que supieron dar sentido Messi y Luis Suárez a los
pases de Alves, cuyos testarazos a gol en el inicio del segundo tiempo ya
permitieron a los azulgrana navegar sin mirar atrás.
Nada mejor que atender a lo sucedido en el primer
tiempo para ratificar por qué el Barcelona comanda el campeonato. Nada invitaba
al disfrute. El termómetro sobrepasaba los 30 grados, la hierba, seca,
convertía el cuero en un balón medicinal, y los jugadores imploraban
interrupciones para poder acudir a la banda y beber agua. El Córdoba, bien
ordenado en los últimos 30 metros y cuyo sacrificio defensivo resultó
encomiable durante todo el primer tramo, incluso se permitía el lujo de rondar
el terreno de un Barça al que se le comenzaba a nublar la vista.
Quien nunca perdió la perspectiva fue Messi, que
volvió a descifrar lo que necesitaba su equipo dando un paso atrás. Telegrafió
el argentino un pase que dejó solo a Rakitic, quien no se anduvo con chiquitas.
Su remate, con el alma, derrocaba el castillo de naipes cordobés.
El resto ya sería coser y cantar, porque el
Barcelona tomaría otro gol en la última jugada antes del descanso y en la
primera de la reanudación. El tanto con el que los azulgrana marcharon al
vestuario, obra de Suárez, dejó además para la estadística la primera
asistencia de la temporada de Iniesta.
Las puertas habían quedado abiertas de par en par,
así que ya sólo quedaba magnificar la actuación. Ya fuera con otro gol de Piqué
tras saque de esquina, ya fuera con el segundo tanto de Messi, el que suma 40
en el torneo, y alcanzado después de avanzarse al remate de Neymar. Toda
tentación de discutir la solidaridad del argentino se esfumó poco después,
cuando La Pulga, pese a su encarnizada lucha por el Pichichi con Cristiano
Ronaldo, cedió a Neymar el lanzamiento del penalti. Aunque el choque no
quedaría cerrado hasta que Suárez se apuntó su primer 'hat trick' en un
Barcelona una vez más intachable.
Por
FRANCISCO CABEZAS/El Mundo
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