MONTECARLO (24 Mayo 2015).- Lewis Hamilton no sintió
la más mínima amenaza en ningún momento. Posiblemente llegó a saberse vencedor
e incluso fantaseó con cuál sería su celebración al bajarse del Mercedes. Puede
que con la manera en que volvería a estrechar la mano al soberano Alberto de
Mónaco en el podio. Pero todo se esfumó a falta de 11 vueltas para el final. El
brutal accidente de Max Verstappen provocó la entrada del coche de seguridad y
el británico, llamado a cambiar neumáticos por el equipo, visitó el garaje
confiado por la decisión desde su muro. Pero su sorpresa fue monumental, ya que
cuando se incorporaba de nuevo a la carrera veía cómo Nico Rosberg e incluso
Sebastian Vettel lo habían superado. Una pesadilla para el líder del Mundial,
un sueño para Rosberg, que se encontró, casi sin quererlo, con su tercera
victoria consecutiva en casa. Convirtiendo Montecarlo en su patio particular y
apretando un poco más el campeonato. [Narración y clasificaciones]
Festejó incrédulo su victoria Nico Rosberg, que
cabalgó tranquilo las 11 vueltas finales. El epitafio sorpresa de un gran
premio que se le puso de cara tras un error de estrategia del equipo con su
compañero Lewis Hamilton. El británico, que incluso retrasó al máximo su
llegada al podio para rebajar su temperatura interior, estrenó con un calentón
su reciente renovación con la escudería alemana. Mientras Rosberg estallaba
eufórico entre la fiesta del público monegasco, el mismo que le ha visto subir
por tercera vez consecutiva a lo más alto del podio. Una gesta hasta ahora al
alcance del mítico Ayrton Senna. A Lewis le costó recomponer el gesto,
desbordado por el mosqueo, para escuchar con dignidad el himno alemán en honor
a su escudería y a su compañero, que ahora le pisa los talones en el
campeonato. De nuevo con Sebastian Vettel, segundo, como espectador
privilegiado de una batalla fratricida que inicia una nueva etapa.
El que volvió a bajarse de su monoplaza antes de lo
deseado fue Fernando Alonso. Le ocurrió el sábado, durante la clasificación,
por culpa de una avería electrónica y le volvió a ocurrir en carrera, cuando
apuntaba con precisión a la zona de puntos, debido a un problema con la caja de
cambios. El asturiano volvió a aparcar su McLaren en Santa Devota, a sólo unos
metros de donde el sábado vivía su primer cortocircuito de otro fin de semana
de pesadilla, después de cumplir una sanción por un toque inicial con
Hulkenberg. Su tercer KO en las cinco carreras disputadas hasta la fecha -no
corrió en el GP de Australia-.
"Quiero un coche para ser campeón el año que
viene. Éste no me juego nada", desnudaba la realidad con calma Fernando
Alonso, tras el segundo abandono de su carrera en Montecarlo, curiosamente 14
años después de que otra caja de cambios, la de aquel endeble Minardi, lo
dejase tirado en 2001. El español acababa de vivir otra difícil aventura, algo
más edificante que las anteriores, pero con un final similar. Sólo unos metros
después de que el semáforo se apagase, su McLaren se citó en la quinta curva
(Mirabeau) con el Force India de Hulkenberg. Un duelo de igual a igual que
terminó con el alemán empotrado contra las protecciones. Los comisarios, en una
decisión discutible, decidieron penalizar al asturiano con cinco segundos.
Una piedra para una travesía que no parecía mala. Es
más, el asturiano pisó durante más de media carrera la zona de puntos por la
que tanto había peleado hasta la fecha. Una barrera que sí lograría superar
Jenson Button, octavo, en las primeras monedas conseguidas por McLaren en lo
que va de temporada. Alonso se rehizo de un castigo que hasta el último
instante no supo a qué fue debido. "¿Por qué me sancionaron? Es
estúpido", comentaba por radio nada más cumplir la pena de cinco segundos,
acomodado en esa posición de puntos. Pero la alegría no le duró demasiado
porque la caja de cambios saltó por los aires y volvió a dejar varado a su
McLaren. El punto final para otro fin de semana de vacío.
La remontada del día fue para Carlos Sainz. Arrancó
desde el pozo de la parrilla, desde el 'pit lane' y terminó embolsándose su
noveno puesto. Acaso el más especial por la magia del lugar y la escalada
cuando todo parecía perdido. Un punto rescatado por el abandono de su compañero
Max Verstappen, que estrelló su monoplaza en el tramo final. Una prueba de
madurez, tras no desesperar durante las 78 vueltas por las calles de
Montecarlo. Así levantó el joven Sainz su Toro Rosso desde el abismo cuando
todo parecía perdido. Mientras su amigo Roberto Merhi superaba al otro Manor,
el de su socio Stevens, por primera vez.
Por
CARLOS GUISASOLA/El Mundo
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