GAP (20 Julio 2015).- Gap está en el fin del mundo.
El Tour propone un recorrido alternativo que baja hasta Aix-en-Provence, casi
en el Mediterráneo, más de 300 kilómetros y además advierte de posibles
dificultades de tráfico. Hay caminos más cortos, como el recorrido de la etapa,
o la ruta a través de Grenoble, por Laffrey y Bayard, a quienes Henry Desgrange
calificaba como de "pálidos animalillos" al lado del Galibier. Pero
en aquellos tiempos no había camiones subiendo las cimas.
Ningún camino es bueno, salvo el que obliga a los
ciclistas, y que inevitablemente pasa por el descenso de La Rochette, un puerto
maldito desde que cayó Joseba Beloki. Hasta Ruben Plaza sufrió la presión de
Sagan, el eterno segundo, que se golpeaba el pecho al llegar a la meta.
Pero para ganar hay que sufrir, y arriesgar muchas
veces, como el alicantino, que derrapó en una curva y se pegó un susto pero
siguió adelante después de aprovecharse en el ascenso del remoloneo general.
Plaza tuvo su día más feliz sobre la bicicleta, y se acordó de su hijo, de su
mujer, de los días que pasó en Sierra Nevada alejado de la familia. Pero
levanta los brazos en la meta, se mete el dedo en la boca, a modo de chupete, y
se siente el hombre mas feliz del mundo.
Y más de un cuarto de hora después llegan los que se
juegan las castañas en el Tour, que también debían bajar La Rochelle, claro, y
están felices porque siguen enteros, sin nada roto, y el único que sufre, pero
menos, es Geraint Thomas, algo retrasado pero indemne a pesar de una caída que
provocó Barguil y que pone los pelos de punta en una curva en la que hace dos
años se cayó Contador.
"Hay algunos que no se juegan nada, que
estorban y provocan las caídas", dice enfadado Nairo Quintana. "Yo no
vi nada, iba delante", asegura Valverde, pero las cámaras de televisión lo
mostraron todo: a Barguil, desenfrenado, sacando el pie del pedal y golpeando a
Thomas en una carambola de billar que envió al galés a chocar con la cabeza
contra un poste y después volar al talud. Era hierba, y el casco le evitó males
mayores en la cabeza, menos mal. Nada al final, sólo el susto y medio minuto
perdido. Todo sigue igual, salvo para Rubén Plaza, el ciclista más feliz del
mundo.
Por
JON RIVAS/El Mundo
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