WASHINGTON (17
Octubre 2015).- Le han precedido meses de un intenso debate que todavía sigue
vivo entre la comunidad científica, pero finalmente ha llegado el día y la
conocida como “Viagra femenina” ha salido hoy al mercado en Estados Unidos
después de que su comercialización se aprobase en agosto.
La flibanserina, que incrementa la libido en las
mujeres y su deseo sexual, se puede encontrar en farmacias de EE.UU. a partir
de hoy bajo el nombre comercial de Addyi, convirtiéndose así en el primer
medicamento de este tipo disponible específicamente para el público femenino.
Para entender la polémica surgida en torno a este
producto cabe matizar en primer lugar que, pese a que los consumidores y los
medios de comunicación han bautizado estas pequeñas píldoras de color rosa con
el nombre de “Viagra femenina”, su funcionamiento y efectos no son comparables
al del medicamento para hombres. “Addyi provee una opción de tratamiento a las
mujeres premenopáusicas con desorden de deseo sexual hipoactivo, mientras que
la Viagra está prescrita para el tratamiento de la disfunción eréctil”, explicó
a Efe la portavoz de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de
Estados Unidos, Sarah Peddicord.
Fue precisamente la FDA la que el pasado 18 de
agosto aprobó la comercialización de la flibanserina después de recibir la
recomendación de un panel. Addyi, a diferencia de la Viagra, no modifica de
ninguna manera directa la actuación de las mujeres en sus relaciones sexuales,
sino que incrementa su apetito sexual, lo que ha llevado a parte de la
comunidad científica a dudar sobre su naturaleza. Son numerosos los médicos y
farmacólogos que ponen en duda no ya sólo los efectos del medicamento, sino la
propia naturaleza del supuesto desorden sexual contra el que va dirigido la
píldora.
“No existe una norma establecida científicamente
para la actividad y deseos sexuales, y no hay pruebas de que el desorden de
deseo sexual hipoactivo (al que va dirigido Addyi) sea una condición médica”,
explicó a Efe la profesora asociada de Farmacología de la Universidad de
Georgetown Adriane Fugh-Berman.
“El desorden de deseo sexual hipoactivo es un típico
ejemplo de un problema que fue patrocinado por la industria para preparar el
mercado para un tratamiento específico”, apuntó la doctora.
Fugh-Berman publicó en junio (dos meses antes de que
Addyi fuese aprobada), junto a dos de sus colegas, Antonie Meixel y Elena
Yanchar, un artículo en el “Journal of Medical Ethics” titulado “Desorden de
deseo sexual hipoactivo- inventando una enfermedad para vender libido”.
En él, las investigadoras acusan al desorden de
deseo sexual hipoactivo de formar parte de una técnica de mercadotecnia en la
que las compañías desarrollan las enfermedades al mismo tiempo que las
medicinas. La píldora modifica tres sustancias químicas claves para el cerebro,
aumentando la dopamina y la norepinefrina y disminuyendo la serotonina, lo que
hace incrementar la libido en las mujeres y su deseo sexual.
Desde la FDA argumentan la necesidad de combatir el
deseo sexual hipoactivo porque puede causar “angustia” en algunas mujeres, con
lo que poner a disposición un “tratamiento farmacológico efectivo” puede
acarrearles beneficios.
En lo que sí coinciden defensores y detractores de
Addyi es en alertar ante los posibles efectos secundarios de la píldora,
principales responsables de que se retrasase su aprobación durante varios
meses. Estos son, como en el caso de la Viagra para los hombres, posibles
desmayos y disminución de la presión arterial, riesgos que aumentan con el
consumo de alcohol y con el uso de otros medicamentos que interfieren con la
descomposición de la flibanserina en el organismo.
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