Este domingo, un cine sueco reestrenará el luto.
Suecia recordará los 30 años exactos del asesinato, de un tiro en la espalda,
del primer ministro Olof Palme cuando salía de una sala oscura de Estocolmo con
su esposa Lisbet, crimen aún no resuelto en un país considerado paradigma del
bienestar y la paz.
«Suecia nunca se ha recuperado de lo que ocurrió»,
recordaba su sucesor en el cargo, Ingvar Carlsson, en un documental del canal
sueco TV4 estrenado esta semana y en el que antiguos colaboradores de Palme y
otras figuras comentan la herida aún abierta.
Palme fue referente de la socialdemocracia mundial,
defensor del anticolonialismo y una voz diferenciada en el contexto de la
Guerra Fría.
El aniversario ha hecho resurgir en medios suecos el
recuerdo de su figura y las especulaciones sobre un caso con 87 000 documentos
en estanterías en una comisaría de Estocolmo, según reveló esta semana el Grupo
Palme, que sigue con su tarea investigadora al abolir el Parlamento el plazo de
25 años para que prescriba el delito.
No hay avances en la pesquisa: no se ha encontrado
el arma del crimen y las balas conservadas están en tan mal estado que no es
seguro que se puedan verificar, según ha admitido el jefe del grupo, el
inspector Hans Melander.
La zona del crimen no fue acordonada correctamente,
no se bloquearon las calles adyacentes ni se cerraron las fronteras, la alarma
nacional no fue decretada hasta horas después de la muerte de Palme y a la
reunión de urgencia convocada de madrugada en la sede del Gobierno los
ministros llegaron en taxi y sin escolta.
Palme se hizo socialdemócrata en su época de
estudiante, aunque procedía de familia
rica, lo que le generó antipatías dentro y fuera de su partido, con el que
gobernó Suecia en dos etapas: 1969-1976 y 1982-1986.
Como estadista, destacó por su denuncia al régimen
del apartheid en Sudáfrica y por la oposición a la política guerrerista de
Estados Unidos en Vietnam. Además, apoyó la causa de los palestinos, condenó
las armas nucleares y defendió la paz, soberanía y autodeterminación de los pueblos.
Los cubanos vemos el caso con un matiz más afectivo
que policial porque el estadista sueco fue un gran amigo de este pueblo y de su
líder.
Palme, que consideraba a Fidel «un buen amigo»,
visitó Cuba con su esposa en julio de 1975. Entre nosotros declaró abiertamente
su simpatía por la Revolución. Además del recibimiento en La Habana, fue
acogido calurosamente en Santiago de Cuba, donde asistió a un multitudinario
acto en la Ciudad Escolar 26 de julio. Todavía en la Isla pervive la imagen
serena del amigo que, a la salida de un cine, demostró que la entereza perdura
más que unas balas.
Fuente: GRANMA
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