300 ALCALDES DE CIUDADES “SANTUARIO” DESAFÍAN A PRESIDENTE ELECTO DE EE.UU
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SEATTLE (15 Noviembre 2016).- Varios alcaldes
demócratas de grandes ciudades estadounidenses que tenían desde hace tiempo una
fría relación con las autoridades migratorias federales dijeron ayer que harán
todo lo que puedan para proteger a sus vecinos de la deportación, pese a las
promesas del presidente electo, Donald Trump, de retener millones de dólares de
dinero de los contribuyentes si no colaboran.
Bill de Blasio, en Nueva York; Rahm Emanuel, en
Chicago, y Ed Murray, en Seattle, son algunos de los regidores de “ciudades
santuario” que han intentado tranquilizar a la población inmigrante preocupada
por los planes de Trump.
“Seattle siempre ha sido una ciudad hospitalaria”,
dijo Murray ayer. “Lo último que quiero es que empecemos a entregar a nuestros
vecinos”.
En Providence, Rhode Island, el alcalde Jorge
Elorza, hijo de inmigrantes guatemaltecos, dijo que mantendrá la política local
de no retener a personas acusadas por infracciones civiles en nombre de agentes
federales de inmigración. Ras Baraka, de Newark, dijo lo mismo y añadió que la
retórica de Trump sobre inmigración “da miedo”.
Durante la campaña, Trump dio un discurso sobre
inmigración en el que prometió “poner fin a las ciudades santuario” y dijo que
aquellas “que se nieguen a cooperar con las autoridades federales no recibirán
dólares de los contribuyentes”. El entonces candidato republicano atribuyó
“muchas muertes innecesarias” a políticas como las de esas ciudades.
Trump no detalló sus planes para presionar a las
ciudades, y en una entrevista con “60 Minutes” emitida el domingo dijo que la
prioridad inmediata de su gobierno será deportar a delincuentes y asegurar la
frontera.
Pero aún quedan preocupación y preguntas
considerables sobre su estrategia ante las ciudades santuario.
No hay una definición legal del término, al que se
oponen algunos defensores de la inmigración, que señalan que no refleja que la
gente sigue pudiendo ser deportada. En general se refiere a jurisdicciones que
no cooperan con el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE por sus
siglas en inglés). Eso puede suponer, por ejemplo, que no notifican a la
agencia de inmigración cuando un inmigrante sin permiso de residencia va a
salir tras una detención.
Algunas ciudades como San Francisco se declararon
hace tiempo como refugios seguros para los inmigrantes y emiten tarjetas de
identificación locales que les dan acceso al gobierno y servicios públicos.
También se ha empleado el término para ciudades que prohíben a sus empleados,
incluida la policía, preguntar por la situación migratoria de una persona, con
el argumento de que las víctimas de delitos y los testigos pueden ser más
reacios a hablar con los investigadores si tienen miedo de ser deportados.
“No queremos que nadie tenga miedo de hablar con
nosotros”, dijo John Urquhart, jefe de policía del condado de King, en
Washington, que incluye a Seattle.
Como no se puede obligar a estados y ciudades a
vigilar el cumplimiento de las leyes federales, y no hay ninguna ley federal
que requiera a la policía que pregunte por la situación migratoria de la gente,
es probable que cualquier esfuerzo de Trump de presionar a las ciudades
santuario se centre en aquellas que se nieguen a cumplir las peticiones del
ICE, explicó Roy Beck, director ejecutivo de NumbersUSA, que quiere reducir el
nivel de inmigración.
Tampoco está claro qué dinero puede retener Trump a
los ayuntamientos. El Supremo de Estados Unidos ha determinado que para que el
Congreso imponga condiciones sobre la recepción de fondos federales a los
estados, las condiciones deben guardar una relación razonable con el propósito
de ese dinero. Por ejemplo, los federales amenazaron con retener fondos para
autopistas a cualquier estado que no aplicara un límite concreto de alcohol al
volante. Tanto el límite como el financiamiento de autopistas estaban
relacionados con la seguridad en carreteras.
“Si el financiamiento es para mejorar la educación
infantil, es difícil decir que guarda una relación razonable con la cooperación
de las fuerzas locales de seguridad en las deportaciones”, señaló Mary Fan,
profesora en la Facultad de Derecho de la Universidad de Washington.
Dicho eso, el inspector general del Departamento de
Justicia de Estados Unidos estudió este año algunas jurisdicciones con
políticas de santuario y concluyó que algunas parecían incumplir una ley
federal sobre que los gobiernos locales y estatales no pueden prohibir o
restringir que sus agentes compartan información sobre el estado migratorio de
una persona con agentes federales de inmigración. Tener estas políticas podría
poner en peligro millones de dólares proporcionados por el Departamento de
Justicia a las diferentes jurisdicciones, según el reporte.
Unas 300 jurisdicciones tienen alguna política de
santuario, indicó el Center for Immigration Studies, que también pide reducir
la inmigración.
“El resultado es gente que debería ser deportada,
que ha llamado la atención de la policía por un delito, es liberada de vuelta
en la comunidad”, dijo Jessica Vaughan, directora de estudios de política en el
grupo.
El principal argumento para los que piden que se
persiga a las ciudades santuario es la muerte a tiros de Kate Steinle en 2015.
La mujer falleció abatida en un muelle de San Francisco por disparos de un
hombre que había sido deportado antes y dejado en libertad por fuerzas de
seguridad locales.
Sin embargo, los defensores de la inmigración han
dicho temer que los planes de Trump impliquen deportar a mucha más gente que
delincuentes violentos, y se están preparando para la batalla en ciudades
santuario y otros lugares.
“Estas ciudades han reafirmado que van a respetar la
dignidad de todos sus residentes”, dijo Matt Adams, director legal del
Northwest Inmigrant Rights Project, con sede en Seattle. “Lo que dicen es: ‘No
vamos a utilizar nuestros recursos para separar familias, para deportar niños,
para desgarrar comunidades”’, afirmó.
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