MANAGUA (11 Enero 2017).- Con un discurso de 74 minutos en el que redundó
sobre temas de siempre, desde William Walker hasta las elecciones de 2006,
Daniel Ortega asumió un tercer mandato presidencial consecutivo, inaugurando
oficialmente una nueva dinastía familiar en el país al llevar como
vicepresidenta a su esposa, Rosario Murillo.
Ortega y Murillo llegaron a este período eliminando
ilegalmente a la oposición y a través de unas elecciones calificadas como
farsa, en las que el abstencionismo rondó el 70 por ciento.
En los 74 minutos que duró el discurso, el
presidente designado por el Consejo Supremo Electoral fue incapaz de
profundizar en un solo tema y con respecto al futuro solo dijo que fortalecerá
su modelo de diálogo con el sector empresarial y los sindicatos de
trabajadores.
El presidente designado habló que durante los
gobiernos de doña Violeta Barrios de Chamorro, Arnoldo Alemán y Enrique
Bolaños, su partido, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), tuvo
el poder para derrocarlos con protestas callejeras pero que “no se les pasó por
la mente hacerlo”.
Mencionó de nuevo la sentencia de la Corte
Internacional de Justicia que condenó a Estados Unidos a pagar 17 mil millones
de dólares por financiar la guerra de la Contra y recordó los acuerdos de paz que
pusieron fin a la guerra civil en Nicaragua.
Este martes, junto a Ortega fue juramentada Murillo
como vicepresidenta.
No comprobaron quorum
Rosario Murillo desde este 10 de enero es
vicepresidenta designada y se colocó como la sucesora directa a la Presidencia
si su esposo, Daniel Ortega, se ve imposibilitado de seguir en el cargo.
Ortega y Murillo tomaron juramento de sus cargos en
una sesión en la que no se constató que estuviesen presentes los 92 diputados
de la Asamblea Nacional.
La Constitución manda en el artículo 148 que “el
presidente y vicepresidente electos tomarán posesión de sus cargos ante la
Asamblea Nacional, en sesión solemne y prestarán la promesa de ley ante el
presidente” del poder legislativo.
La sesión solemne fue en la Plaza de la Revolución.
Sin embargo, la primera secretaria de la junta directiva del Parlamento, la
sandinista y diputada designada, Loria Dixon, no hizo que los diputados
levantaran su mano para constatar el quorum de ley para que esa sesión solemne
fuera válida; requerimiento establecido en la Ley Orgánica de la Asamblea para
cuando las sesiones son fuera del edificio parlamentario.
Dixon se limitó a decir que había quorum y seguido
el diputado asignado y presidente de la Asamblea, y fiel allegado de la pareja
presidencial, Gustavo Porras, tomó la promesa de ley, primero a Murillo y luego
a Ortega.
El prolongado discurso de Daniel Ortega terminó
cansando a miembros de la Juventud Sandinista, que no dudaron en dormirse.
Otros no prestaron atención a las palabras del presidente designado por el CSE.
El prolongado discurso de Daniel Ortega terminó
cansando a miembros de la Juventud Sandinista, que no dudaron en dormirse.
Otros no prestaron atención a las palabras del presidente designado por el CSE.
LA PRENSA/M. ESQUIVEL
Juramente llevaba el sello de Murillo
Porras a su vez violentó el Manual de Protocolo y
Ceremonial 2011, aprobado por la Asamblea, que establece en el artículo 79, la
promesa de ley a tomar al presidente y vicepresidente electos.
Según ese Manual, Porras debió preguntar:
“¿Prometéis solemnemente ante Dios, la patria, nuestros héroes nacionales y por
vuestro honor, respetar la Constitución y las leyes, los derechos y las
libertades del pueblo y cumplir fielmente y a conciencia los deberes del cargo
que se os ha conferido?”.
Y la respuesta debió ser: “Sí, prometo”. A lo que
luego el presidente de la Asamblea diría: “Si así lo hiciereis, la patria os
premie, y si no, ella os haga responsable”.
Pero la promesa de ley que Porras tomó a Ortega y
Murillo estuvo “adornada” por frases características del discurso de Murillo:
“Ante Dios, ante la patria, ante nuestros héroes y mártires, ante el pueblo y
la familia de nuestra Nicaragua, bendita y siempre libre, jura solemnemente
respetar la Constitución, las leyes, los derechos y las libertades, cumpliendo
fielmente las responsabilidades y deberes que el pueblo nicaragüense le ha
conferido”.
Murillo respondió a su estilo: “Sí, juro, con el
poder de Dios, encomendándome a Dios y al pueblo nicaragüense que nos
acompaña”.
Ortega dijo: “Sí, así lo juro”.
Porras cambió también la parte final de la promesa
de ley: “Si sabe cumplirle a Dios, a la patria (y) al pueblo, que la alegría,
seguridad y prosperidad de la familia nicaragüense sea su mejor reconocimiento,
si no, que la patria, el pueblo y las familias nicaragüenses lo demande. Queda
en posesión de su cargo”.
Murillo y Ortega firmaron, por separado, el acta de
sus acreditaciones en los cargos.
Porras sacó de una pequeña caja negra la banda
presidencial y se la colocó a Ortega, correctamente descubierta del hombro
derecho al costado izquierdo. La hija menor de la pareja presidencial
designada, Camila Ortega Murillo, le acomodó a su padre la banda presidencial y
lo dirigió de nuevo a su silla al centro de la mesa central.
En 2007, cuando Ortega retornó al Gobierno, el
presidente de la Asamblea, René Núñez (ya fallecido), le colocó la banda
presidencial del lado equivocado. Luego, durante su discurso en aquella
ocasión, se quitó la banda y la agitó al viento ante la mirada atónita de los
invitados especiales.
Ortega cambia la historia
Ortega cedió a su esposa y ahora su vicepresidenta
designada que diera primero su discurso. Murillo solo agradeció a Dios, a las
familias, a “la juventud presidente”, y dijo que era una “inmensa
responsabilidad” el cargo, algo similar a lo que dice cada mediodía en sus
intervenciones en los medios oficiales.
Mientras Ortega antes de dar su primer discurso de
su tercer mandato consecutivo, le pidió la bendición al cardenal Miguel Obando.
Del discurso de más de una hora de Ortega, lo más
destacado fue que recordó un episodio cuando según él, el ministro de la
Presidencia durante el gobierno de Violeta Barrios de Chamorro (1990-1997),
Antonio Lacayo, le dijo que “doña Violeta” no podía seguir en la Presidencia
debido a las protestas de militantes sandinistas. Así que Lacayo —según Ortega—
le dijo que doña Violeta le mandó a entregar las llaves de la Presidencia, pero
supuestamente el caudillo sandinista no las aceptó porque respetó la autoridad
del gobierno legalmente electo.
“Nunca se nos ocurrió ir por la vía de la
movilización del pueblo en la calle. Fuerza teníamos más que suficiente para
derrotar al gobierno de la señora Chamorro o para derrocar al gobierno del
doctor Alemán… pero estábamos comprometidos con la democracia que había nacido
con la revolución”, dijo Ortega.
Por
LUCÍA NAVAS Y LEONOR ÁLVAREZ/La Prensa


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