DONALD TRUMP ROMPE ESQUEMAS DE LA IMAGEN DE UN PRESIDENTE ANTES DE LA INVESTIDURA
WASHINGTON (19 Enero 2017). - Donald Trump llega el viernes a la Casa
Blanca igual que entró en la campaña por la presidencia: desafiante, sin
filtros, con plena confianza en el rumbo elegido y sin dejarse encorsetar por
las tradiciones.
En las 10 semanas que han pasado desde su inesperada
victoria como 45to presidente del país, Trump ha roto con décadas de protocolos
diplomáticos establecidos, causado conmoción en juntas directivas de empresas,
puesto a prueba antiguas normas de ética y mantenido su estilo combativo de
responder a cualquier ofensa con un ataque personal, en Twitter y en persona.
Sus predecesores han descrito su primera entrada en
la Oficina Oval como presidentes como una experiencia que les hizo pensar y les
dejó claro su nuevo papel de custodios de la democracia estadounidense. Trump
ha pasado buena parte de la transición de poder dejando claro que ve las cosas
de otra manera: en lugar de cambiar para el cargo, afirma, el cargo cambiará
para él.
"Dicen que no es presidencial llamar a estos
importantes líderes de empresas", dijo en diciembre Trump ante una
multitud en Indianapolis, tras negociar un acuerdo con una firma de aparatos de
aire acondicionado para que mantuviera sus empleos en el estado, una maniobra
que muchos economistas criticaron como una política económica nacional
inviable.
"Creo que es muy presidencial. Y si no es
presidencial, está bien. Está bien. Porque en realidad me gusta hacerlo".
Trump ha cambiado la misma naturaleza de la
presidencia, incluso antes de jurar el cargo, rompiendo convenciones y
desafiando las expectativas sobre el líder del mundo libre.
Asesores que han hablado con Trump dicen que el
magnate de los bienes raíces y estrella de un reality show es consciente de la
naturaleza histórica de su nuevo empleo. Ha dicho a sus amigos que le atrae la
ambición de Ronald Reagan, un republicano, y de John F. Kennedy, un demócrata.
Estudia pasar su primera noche en la Casa Blanca durmiendo en el dormitorio de
Lincoln, según algunas personas que cenaron con él hace poco en Florida.
Pero Trump también se ve como un presidente
diferente, que no debe su éxito a nadie y que no sigue el ejemplo de ningún
mandatario anterior. Ha dicho que no ha leído biografías de otros presidentes.
Cuando en una entrevista reciente se le preguntó quiénes eran sus héroes
personales, mencionó a su padre antes de responder que no le gusta "el
concepto de héroes".
"No creo que Trump tenga un gran conocimiento
de la historia de la Casa Blanca. Cuando no conoces tu historia, es difícil
respetar por completo las tradiciones", dijo el historiador Douglas
Brinkley, que cenó hace poco con Trump y otros invitados en su club del sur de
Florida. "No es alguien que presuma sobre cuántas biografías históricas ha
leído".
"Es alguien que presume de esto como un gran
acontecimiento en el que él es el director de orquesta", señaló.
Eso es un cambio que entusiasma a sus seguidores,
que votaron a Trump para transformar lo que consideran un gobierno federal
corrupto e indiferente en el "cenagal" de Washington.
"No quiero que cambie", dijo el senador
estatal de Iowa Brad Zaun, uno de los primeros en apoyar al empresario.
"Uno de los motivos por los que le apoyé fue porque decía las cosas como
eran. No se andaba con rodeos. No cubría los temas estándar de político".
Trump ganó las elecciones con esa estrategia, pero
aún no se ha ganado al país. Su victoria en el Colegio Electoral contrastó con
su derrota en el voto popular ante la demócrata Hillary Clinton por casi 3
millones de papeletas. Las protestas convocadas para el día después de su
investidura amenazan con atraer a más gente al National Mall que los actos
oficiales de inauguración.
Sondeos publicados en la última semana indican que
Trump entrará en la Casa Blanca como el presidente más impopular en cuatro décadas.
Los demócratas mantienen su férrea oposición al magnate, los independientes no
se han unido bajo su bandera e incluso los republicanos están menos animados de
lo que podría esperarse, según las encuestas.
En su reacción habitual a resultados de sondeos que
no le gustan, Trump los tachó de "amañados" en un tuit el martes.
Esa estrategia sin cortapisas le ha dado buen
resultado como director ejecutivo de una corporación familiar, que no tiene
supervisión de una junta directiva o inversionistas externos. Pero un
presidente está limitado por un sistema de controles y equilibrios de poder.
Miembros de gobiernos anteriores señalan que las diferentes capas de la
burocracia de gobierno, un sinfín de reglas y las complejidades del Congreso
pondrán a prueba el estilo de Trump.
"Un presidente no tiene una autoridad universal
generalizada. Es una actividad muy diferente de ser un director ejecutivo que
puede despedir y contratar gente a voluntad", señaló Kathleen Sebelius,
una demócrata y ex secretaria de Salud y Servicios Humanos. "Nunca ha
formado parte de una organización con un entorno en el que haya normas
institucionales".
Sin embargo, los defensores de Trump dicen que son
las instituciones y Washington —y no el próximo presidente— los que deben
cambiar.
"Trump cree que comprende mejor cómo funcionan
las cosas en el mundo moderno que todos estos llamados detractores", dijo
el republicano Newt Gingrich, asesor de Trump y expresidente de la Cámara de
Representantes, que ha hablado con el presidente electo sobre su mandato.
"Así es él".
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