PRESIDENTE DONALD TRUMP AFIRMA QUE SE IMPONDRÁ A LA JUSTICIA EN EL VETO MIGRATORIO
LOS ÁNGELES (5 Febrero 2017).- El cierre de las fronteras de Estados Unidos para
los ciudadanos de siete países de mayoría musulmana dictado por la Casa Blanca
hace nueve días ha provocado, primero, estupor mundial, después protestas
masivas en los aeropuertos, luego acciones judiciales y, finalmente, un
conflicto institucional con un tono bronco inaudito en Estados Unidos. La
última expresión de ese conflicto fue el ataque, vía Twitter, que lanzó este
sábado el presidente Donald Trump contra el juez federal que la víspera
paralizó cautelarmente el veto migratorio.
En Twitter, el presidente Donald Trump escribió:
“¡La opinión de este pseudojuez, que básicamente le quita a nuestro país la
capacidad de aplicar las leyes, es ridícula y será revertida!”. Y también:
“Cuando un país no puede decir quién puede y quién no entrar y salir,
especialmente por razones de seguridad, ¡gran problema!”.
El juez federal del Estado de Washington James
Robart (nombrado por George W. Bush) ordenó el viernes por la tarde como medida
cautelar la suspensión completa de la ejecución de la orden del presidente en
todo el territorio de EE UU, con un lenguaje que no dejaba margen alguno a la
interpretación. El juez apeló al “daño irreparable” que el veto supone para los
demandantes.
Los efectos fueron inmediatos. El Departamento de
Estado anunció que los visados volvían a ser válidos. Interior dio orden de
dejar de aplicar las nuevas normas. Las aerolíneas, que estaban rechazando en
origen a cualquier ciudadano de estos países por la inseguridad jurídica
respecto a sus visados, comenzaron a admitir a estos pasajeros.
El sábado por la mañana, el Departamento de
Seguridad Nacional (DHS, el Ministerio del Interior) publicó una nota en la que
anunciaba un recurso judicial contra la decisión “lo antes posible”. El juez ha
citado a las partes el lunes. Si se mantiene la suspensión, el Gobierno puede
recurrir ante el Tribunal de Apelaciones de la costa oeste, con sede en San
Francisco, y después ante el Supremo, en Washington.
La cronología de los hechos es la siguiente. El
viernes 27, Donald Trump dictó una orden ejecutiva (un decreto) en la que
suspendía durante 90 días todos los visados de siete países de mayoría
musulmana (Irán, Irak, Siria, Somalia, Sudán, Libia y Yemen) y paralizaba la
entrada de refugiados durante 120 días, y de manera indefinida en el caso de
los sirios. La orden dejaba un amplio margen de discrecionalidad en su
aplicación.
La policía de aduanas (CBP) empezó inmediatamente a
rechazar en los aeropuertos a todos los ciudadanos de esos países, incluidos
algunos con residencia permanente en EE UU. Gente que esperaba a sus familiares
en los aeropuertos se quedó, literalmente, mirando la puerta de salida de la
terminal y sin respuesta.
Abogados de organizaciones de derechos civiles
acudieron a los principales aeropuertos a ayudar a esas familias. Un juez de
Virginia dictó una primera medida cautelar para suspender la aplicación de la
orden pero, según los abogados, fue ignorada por los agentes de aduanas,
dependientes del Departamento de Seguridad Nacional, provocando la sensación de
discrecionalidad e inseguridad jurídica. El secretismo del DHS sobre la
situación en los aeropuertos ha sido casi absoluto. Solo a través de demandas
judiciales se pudo conocer que al menos 60.000 personas se han visto afectadas
en esta semana.
Finalmente, el Estado de Washington (al que se sumó
el de Minnesota) presentó el lunes pasado ante un juez federal de Seattle una
nueva demanda. Robart la resolvió el viernes y sufrió tras ello un durísimo
ataque personal de Trump.
Erosión del debate cívico
No es raro que un juez de rango federal detenga una
orden del Ejecutivo. La gran promesa del presidente Barack Obama a los
inmigrantes irregulares, por ejemplo, fue destruida por un juez federal de
Texas. Pero el sábado, Trump elevó el conflicto entre instituciones a un nuevo
nivel de incivilidad. En Twitter acusó a “este pseudojuez” de arrebatarle la
capacidad de dictar leyes, lo que considera “ridículo” y será “anulado”. Trump
parece entender que la política de inmigración de Estados Unidos consiste solo
en lo que él diga, independientemente de las leyes y la Constitución.
El choque entre instituciones es intrínseco a la
vida política de EE UU, donde la Casa Blanca, las Cámaras legislativas, la
judicatura, el Gobierno federal, los Estados y los municipios defienden
ferozmente sus áreas de poder, todos contra todos. Lo inaudito es, primero, la
agresividad con la que la Casa Blanca ha dictado y ordenado la ejecución de una
orden que afecta a la esencia misma del país, como la política de inmigración.
Segundo, que se hiciera sin consultar ni buscar la opinión de nadie fuera del
Despacho Oval. Tercero, la falta de transparencia respecto a su aplicación. Y
por último, el tono con que el hombre de negocios reconvertido en político se
refiere al juez que le ha llevado la contraria después de una semana de caos.
Trump, un hombre que ha demostrado poca tolerancia a
las críticas, que considera a la prensa “la oposición” y tiene un umbral de
autocontrol histriónico sorprendentemente bajo, es desde hace dos semanas el
hombre más poderoso del mundo. Pero el que pierde los nervios en Twitter cada
pocos días ya no es Donald Trump, es el presidente de EE UU. La consecuencia
está siendo una erosión del debate cívico y del respeto institucional, hacia y
desde la Casa Blanca, que el país no conocía desde los tiempos de Richard
Nixon. El despido fulminante de la fiscal general en funciones, por negarse a
defender en los tribunales la orden migratoria, provocó varias comparaciones
con la dimisión de dos fiscales generales de Nixon por negarse a cumplir sus
órdenes.
UN DECRETO QUE CAUSA UN “DAÑO IRREPARABLE”
P. X. S.
El fallo del juez James Robart de Seattle suspendió
el viernes la aplicación en todo el país de la orden de la Casa Blanca por el
“daño irreparable” que produce, según los demandantes, a residentes
permanentes. El fallo contiene, además, un párrafo de conclusión con gran
contenido pedagógico para entender lo que está pasando. El juzgado, dice, “es
una de las tres ramas del Gobierno” iguales en su autoridad, en referencia al
Ejecutivo, Legislativo y Judicial. “No es trabajo de esta Corte hacer política
ni juzgar lo acertado de ninguna política en particular promovida por las otras
dos ramas (…). El trabajo del Poder Judicial, y de esta Corte, se limita a
asegurarse de que las acciones de las otras dos ramas se ajustan a nuestras
leyes y, más importante, a nuestra Constitución”.
El juez Robart asegura que es “consciente del
impacto” que la decisión tiene en las partes implicadas en el conflicto y en la
ciudadanía. Pero “las circunstancias presentadas hoy son tales que (la Corte)
debe intervenir para cumplir su papel constitucional en nuestro Gobierno
tripartito”, destaca.
En la tarde del sábado, no se sabe si después de
leer el fallo, Donald Trump volvió a tuitear: "¿En qué se está
convirtiendo nuestro país cuando un juez puede detener una prohibición de
viajar de Seguridad Nacional y cualquiera, incluso con malas intenciones, puede
entrar en Estados Unidos?".
Por
PABLO XIMÉNEZ DE SANDOVAL/El País.es
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