DONALD TRUMP ESTÁ CONVENCIDO DE QUE LOS EMPLEADOS DE LA CASA BLANCA LE BOICOTEAN
WASHINGTON (20 Marzo 2017).- Sin previo aviso, un
día de finales de febrero, el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, convocó
una reunión de emergencia del personal a su cargo y ordenó a todos ellos que
depositaran sus teléfonos móviles sobre una mesa. “Se trata de verificar que no
tienen nada qué ocultar”. informó el portavoz. En realidad andaban buscando
quién filtraba informaciones a los medios. Comprobaron uno por uno cada
terminal para ver si contenían mensajes de texto enviados a periodistas o
encriptados para que no pudiera averiguarse su destino.
Spicer tomó la determinación de revisar los
teléfonos de sus subordinados en un arranque de ira después de que se hubiera
filtrado el contenido de una reunión de planificación. De poco le sirvió. Al
día siguiente también vio filtrada la reunión en la que se realizó la revisión
de los teléfonos.
La
situación
Ciertamente, a la sensación de caos que ha
trasladado la Administración Trump en apenas dos meses de actividad han
contribuido sobre todo las constantes filtraciones que publican los medios
sobre errores, batallas internas, iniciativas frustradas, reuniones secretas y
contactos ilícitos de los miembros de la nueva administración y hasta la el
contenido de las peleas telefónicas del propio Trump con el primer ministro
australiano o el presidente de México.
Michael Flynn, el consejero de seguridad nacional
más breve de la historia tuvo que dimitir después de que la prensa informara de
sus contactos secretos con autoridades rusas. Antes Flynn tuvo que destituir a
su propio hijo como ayudante porque trascendieon las investigaciones que
demostraron que estaba detrás de una campaña de noticias falsas en twitter que
motivaron un atentado contra una pizzería frecuentada por público infantil y
familiar. Y también se filtraron a los medios las reuniones que el recién
nombrado fiscal general, Jeff Sessions, había tenido con el embajador ruso
durante la campaña electoral y que ocultó al Senado.
Breitbart
news
“La verdadera historia aquí es ¿Por qué hay tantas
fugas ilegales procedentes de Washington?” se pregunta Trump y él mismo se
responde: “Todavía tenemos mucha gente de otros gobiernos, de otras administraciones
y sin duda el presidente Obama y su gente están detrás de las filtraciones”,
aseguró Trump. El presidente está convencido de la existencia de un contubernio
de empleados públicos, en su mayoría contratados durante el mandato de Barack
Obama, que se ha marcado como objetivo boicotear sistemáticamente la
gobernabilidad de la nueva administración.
Trump ve enemigos por todas partes: en el Servicio
Secreto, en los servicios de Inteligencia, en el FBI, entre los trabajadores de
la Casa Blanca, entre los diplomáticos del Departamento de Estado, entre los
Jueces y más aún entre los fiscales e incluso en el Partido Republicano. Bueno,
y además se siente espiado por el mismísimo Barack Obama. Y con esa sensación
paranoica, Trump se ha decidido a llevar a cargo una auténtica purga de
servidores públicos que sólo por el hecho de serlo se han convertido en
sospechosos. Lo denominan el deep state (el estado profundo), un concepto turco
que se refiere a una red clandestina de funcionarios civiles y militares que,
actuando en la sombra, como un estado dentro del estado rigieron durante
décadas los destinos de Turquía de acuerdo con sus intereses.
La
narrativa
Steve Bannon, el controvertido jefe de la Casa
Blanca, considerado el ideólogo del Trumpismo, lo describió en el último
cónclave de los conservadores como “la deconstrucción del estado
administrativo”. En el proyecto de presupuesto que Donald Trump acaba de enviar
al Congreso ya figura la previsión de despidos masivos en todas las agencias
federales. De prosperar la iniciativa, “entre 100.000 y 200.000 funcionarios
perderán su empleo”, según los cálculos de Mark Zandi, economista jefe de
Moody’s.
Trump prometió “drenar el pantano de Washington”
cuando se erigió en el encargado de “devolver el poder al pueblo”. Cuando el
director de la oficina presupuestaria de la Casa Blanca, Mick Mulvaney,
presentó el viernes el proyecto a la prensa aclaró porqué iban a despedir a
tantos funcionarios: “No se puede drenar el pantano y mantener a toda la gente
dentro”.
En la ofensiva contra el Deep State parece que no se
va a salvar ningún negociado, pero la purga se presenta más dura en ámbitos
clave como los servicios de Inteligencia. Cuando la CIA observó que los
ciberataques rusos contra Hillary Clinton y el Partido Demócrata tenían como
objetivo favorecer la elección de Donald Trump, los colaboradores del 45º
presidente electo ya anunciaron una reestructuración de los servicios de
inteligencia porque “están completamente politizados y necesitan adelgazar”. El
propio Trump les acusó de pasar a los medios información clasificada secreta.
“El verdadero escándalo aquí -tuiteó- es que la información clasificada es
filtrada ilegalmente por la Inteligencia como si fueran caramelos. ¡Muy
antiamericano!”.
La
ofensiva
Hay un relato que conecta las filtraciones, la
supuesta conspiración demócrata, los poderes fácticos de Washington y la mano
negra de Obama que está siendo publicitado por líderes conservadores y medios
de la derecha más extrema. “Estamos hablando de la aparición de un estado
profundo dirigido por Barack Obama y la persona que entiende esto mejor es
Steve Bannon, y me gustaría pensar que se está moviendo para solucionarlo”,
declaró el representante ultraderechista Steve King.
El locutor de radio ultraderechista Mark Levin,
coordinado con el portal de noticias Breitbart, del que era editor Steve
Bannon, dieron forma al relato acuñando el concepto DeepStateGate. Relacionan
una serie de hechos verdaderos y otros no demostrados y desmentidos, para
concluir que el deep state, trabajando a las órdenes de Obama, ha organizado
“un golpe silencioso”, utilizando “tácticas policiales” para derribar a Trump.
Lo presentan como una oscura conspiración antidemócratica pra subvertir la
voluntad expresada por los votantes en las elecciones.
Con esta narrativa sólo faltaba que Trump acusara
directamente a Barck Obama, sin una sola prueba, de organizar una operación de
espionaje contra él. Hasta ahora todo el mundo en condiciones de hacerlo lo ha
desmentido, pero el relato ha quedado redondo y los partidarios de Trump lo
seguirán creyendo a pies juntillas aunque hoy el jefe del FBI lo desmienta
definitivamente.
La ofensiva va aumentando su agresividad con gestos
que alimentan la batalla y el relato. Después de acusar a Obama, Trump ordenó
al fiscal general que despidiera de manera fulminante a los 46 fiscales
nombrados por su antecesor. Todo forma parte de un mismo guión.
¿Qué
es el Estado Profundo?
El Deep State o Estado Profundo es un concepto
procedente de Turquía con el que se describió una red clandestina de
funcionarios, militares y poderes fácticos que imponían su voluntad a los
gobiernos. También se ha utilizado en otros países con regímenes autoritarios
como Egipto y Pakistán. Hace algo más de un año, en Estados Unidos, Mike
Logfren, un ex funcionario del Congreso, publicó el libro El Estado Profundo:
La caída de la Constitución y el surgimiento de un gobierno en la sombra en el
que describe la existencia de un núcleo poderoso que mueve los hilos en
Washington independientemente de quién esté en el poder, pero dejando claro que
no se trata de un movimiento subversivo o conspirativo que actúe en la sombra y
lo distingue del establishment.
“Todas las sociedades complejas tienen un
establishment –señala- una red social cuya finalidad es su enriquecimiento y
perpetuación. El Deep State es más bien una clase en sí misma profundamente
arraigada”.
Algunos autores han relacionado el Deep State con la denuncia que
hizo Dwight Eisenhower de las “influencias injustificadas” del denominado
“complejo militar-industrial”. Sin embargo quien le ha dado ahora la dimensión
conspirativa actual han sido los medios estadounidenses de la extrema derecha y
el jefe de estrategia de la Casa Blanca, Steve Bannon, que presenta el Deep
State como “una amenaza directa a la presidencia de Donald Trump”. Mientras
unos autores lo ven como una paranoia de Trump y su equipo, otros lo consideran
el ingrediente fundamental de una estrategia perversa.
Por JORDI BARBETTA/la Vanguardia.com
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