SANTO DOMINGO, República Dominican (25 Octubre 2017).- Cumple 59 años este jueves Juan Evo Morales Ayma. Nacido en Isallavi, Bolivia, el político y
líder del movimiento cocalero boliviano.
Fue Presidente electo de la República
desde el 18 de diciembre de 2005, es el primer indígena en la historia de
Bolivia que ha alcanzado la jefatura del estado, en un país en el que más de la
mitad de la población es indígena.
Su victoria coincidió con un momento de giro a la
izquierda en numerosos gobiernos de América Latina (lo que refuerza su
protagonismo en el contexto histórico regional) y se produjo tras una serie de
movilizaciones populares que tuvieron como objetivo reclamar el derecho
histórico al cultivo de coca de los indígenas y promover un mayor beneficio de
los recursos naturales del país para los bolivianos.
Evo Morales fue el segundo de tres hermanos en una
humilde familia aymara que residía en una pequeña aldea rural del altiplano
boliviano. Dionisio Morales, María Aymara y sus hijos subsistían en condiciones
de extrema penuria, con los pocos recursos que extraían de las labores
agrícolas y ganaderas, en una vivienda minúscula de adobe y paja. El pequeño
Evo compaginaba sus primeros años de formación escolar con las tareas de
labranza y pastoreo. Entre los cinco y los siete años no estuvo escolarizado
porque la familia se trasladó a Jujuy (Argentina) para trabajar en los
cañaverales azucareros.
De vuelta en su pueblo natal, Evo retomó los
estudios, aunque la miseria obligaba a sus padres a emprender viajes
ocasionales en busca de sustento y el chico se ausentaba habitualmente de la
escuela. Para cursar la secundaria se desplazó hasta Oruro, la capital del
departamento, e ingresó en un colegio de estudiantes sin recursos. Logró pagar
sus clases y su estancia en la ciudad con trabajos diversos como albañil,
panadero e incluso trompetista, y en 1977 se graduó como bachiller. Aquel día
fue, según testimonio del propio Morales, el último de su vida en que se vistió
con el traje y la corbata de la clase dominante.
Cumplió el servicio militar en La Paz, donde sufrió
episodios de discriminación manifiesta por su doble condición de indígena y
pobre, y en 1980 regresó a Isallavi. Dos años después, la familia al completo
abandonó la aldea y, junto a miles de emigrantes del altiplano, viajó hacia
Cochabamba, huyendo de la precariedad y la miseria. Los Morales se instalaron
en Puerto San Francisco (Chapare) y buscaron oficio en labores hortofrutícolas,
primero como arroceros y después como cocaleros.
La familia logró cierta estabilidad laboral con el
cultivo de la hoja de coca, uno de los más estables en la región por la demanda
creciente del narcotráfico, y Evo comenzó a adquirir notoriedad como líder
local entre el campesinado indígena. Desde muy joven había demostrado
preocupación por la realidad social y política de su pueblo y por la lucha de
los más desfavorecidos, así que decidió encauzar su activismo en las filas del
sindicalismo agrario. Con la obra del intelectual marxista Fausto Reinaga
(fundador del Partido Indio Boliviano) en el bolsillo, y la creencia de que
había llegado el momento de implicarse en el indigenismo militante, Evo Morales
ingresó en 1983 en el sindicato agrícola de San Francisco.
Líder cocalero
Su carrera sindical fue rápida. Primero asumió la
secretaría de deportes; en 1985 ya ocupaba la secretaría general, y en 1988 fue
elegido secretario ejecutivo de la Federación del Trópico de Cochabamba.
Precisamente aquel mismo año, el gobierno conservador de Paz Estenssoro
sucumbió a las presiones de la Administración estadounidense y logró sacar
adelante en el congreso la ley que restringía la producción de hoja de coca.
La sustitución gradual de las cosechas por cultivos
alternativos de dudosa rentabilidad y la destrucción forzosa de siembras sin
derecho a indemnización, previstas en la ley, encendieron las protestas del
movimiento cocalero que no estaba dispuesto a que los poderes públicos
internacionales buscaran soluciones al narcotráfico criminalizando la labor del
agricultor.
En 1989 y ya con el socialdemócrata Paz Zamora en la
presidencia, la Federación del Trópico de Cochabamba, liderada por Morales, se
movilizó contra los planes gubernamentales de reducir la superficie agrícola
destinada al cultivo de coca y amenazó con responder de forma violenta si las
fuerzas de seguridad del Estado trataban de imponer la ley en Chapare.
La lucha del movimiento cocalero por mantener su
única fuente de recursos arreció en 1993 con la llegada de Sánchez de Lozada al
palacio presidencial. El nuevo líder conservador, ferviente defensor de los
planes de erradicación de cultivos de coca, encontró en los sindicatos
agrícolas una fuente permanente de contestación. El verano de 1994 fue testigo
de uno de los enfrentamientos más relevantes entre el gobierno del MNR
(Movimiento Nacional Revolucionario) y el gremio cocalero.
Evo Morales, primer presidente indígena
Apoyado por la DEA (Agencia Antidroga)
estadounidense, Sánchez de Lozada ordenó la ejecución del llamado plan
"Nuevo Amanecer" con el objetivo de destruir un 10% de las cosechas
de cocales en Chapare. La protesta de los agricultores fue masiva y la
represión militar se cobró la vida de un joven campesino. Evo Morales, que por
entonces presidía el Consejo Andino de Productores de Coca (CAPHC) y la
Confederación de Productores de Coca del Trópico de Cochabamba, convocó una
marcha multitudinaria hacía La Paz y, después de tres semanas de movilización,
llegó a la capital con 4.000 campesinos para forzar una negociación con el
Ejecutivo.
Las demandas del gremio cocalero traspasaron las
fronteras de Bolivia en 1995 con la gira que su líder emprendió por diversos
países europeos. Entretanto, las protestas campesinas continuaban
convulsionando la vida política del país y, desde algunos despachos políticos,
se impulsaba una campaña de desprestigio contra Morales.
El movimiento sindical entendió entonces que había
llegado el momento de dar el salto a la arena política y participar en primera
línea en la toma de decisiones para transformar Bolivia. Así, el 27 de marzo de
1995, un nutrido grupo de asociaciones indígenas y campesinas constituyeron la
Asamblea por la Soberanía de los Pueblos (ASP) y el Instrumento Político por la
Soberanía de los Pueblos (IPSP). Alejo Véliz, un indio quechua, asumió la
jefatura orgánica de la nueva formación.
La ASP-IPSP no logró el visto bueno de la Corte
Electoral para inscribirse como partido, así que decidió concurrir a la primera
cita electoral, las municipales de diciembre, integrada en las listas de
Izquierda Unida (IU); una coalición progresista liderada por el Partido
Comunista. En las generales de 1997, que devolvieron el poder al ex general
golpista Hugo Bánzer, IU logró cuatro escaños en el Parlamento boliviano. Evo
Morales ocupó uno de ellos.
Los problemas de liderazgo enfrentaron a partir de
entonces a Véliz (ASP) y Morales (IPSP) y el pacto fundacional se rompió. Como
el IPSP no conseguía el permiso oficial para registrarse como formación
política, el líder cocalero buscó una marca electoral en la que integrar su
proyecto. Negoció con David Añez, jefe del Movimiento Al Socialismo-Unzaguista
(MAS-U), y en enero de 1999 Morales fue elegido presidente del nuevo IPSP-MAS,
que simplificó de inmediato sus siglas y quedó reducido a MAS.
Durante el nuevo mandato banzerista se recrudecieron
los enfrentamientos con el campesinado cocalero que, de forma general, respaldó
las candidaturas del MAS en las municipales de diciembre de 1999. No en vano
Evo Morales había incrementado su popularidad al frente de las masivas marchas,
movilizaciones, paros, cortes de carretera y demás medidas de protesta
emprendidas contra el llamado "Plan Dignidad" del gobierno que contemplaba
la destrucción de 90.000 hectáreas de cocales, tipificadas como excedentarias.
Morales denunció los episodios de represión militar y, desde su escaño, animó a
los cocaleros a resistir frente a las fuerzas del Gobierno.
Pese a las advertencias de la Cámara, el líder
aymara continuó defendiendo con vehemencia las reivindicaciones del campesinado
cocalero. Durante 2001 las protestas en Cochabamba fueron continuas, más aún
cuando el Ejecutivo decidió privatizar el agua e incrementar el precio de algunos
productos básicos, y Morales amenazó con provocar el estallido de una guerra
civil en el Chapare.
Finalmente en enero de 2002, días después de otra
oleada de violentos enfrentamientos en la región, el Parlamento acusó a Morales
de instigador e inició un proceso disciplinario contra el jefe del MAS. Evo
Morales perdió su escaño con el voto favorable de una mayoría de diputados de
las fuerzas políticas tradicionales, pero su popularidad subió como la espuma.
Hacia la Presidencia
Con la certeza de que su líder había sido
injustamente represaliado, el 5 de marzo de 2002, el movimiento indígena y
campesino designó a Evo Morales candidato del MAS a las presidenciales.
Celebradas las elecciones el 30 de junio y, a pesar de que los pronósticos
aventuraban el triunfo del capitán retirado Manfred Reyes Villa, ex alcalde de
Cochabamba y líder de la Nueva Fuerza Republicana (NFR), el candidato del MNR y
ex presidente del país Sánchez de Lozada logró la victoria con el 22,4% de los
sufragios.
Por detrás, y a escasa distancia, el Movimiento Al
Socialismo (MAS) de Evo Morales se convirtió en la segunda fuerza más votada
(20,9%). Como ninguno de los aspirantes logró la mayoría suficiente, la
elección presidencial quedó aplazada a la votación del congreso y, después de
algunas semanas de incertidumbre política, Sánchez de Lozada se aseguró la
elección parlamentaria merced al acuerdo alcanzado entre su partido, el MNR, y
el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) del también ex presidente Jaime
Paz Zamora. Ambas formaciones políticas suscribieron el llamado Plan Bolivia de
Responsabilidad Nacional.
Los masistas, que también lograron convertirse en la
segunda fuerza política en el congreso tras las legislativas, anunciaron una
dura oposición. Junto a la tradicional reivindicación del mantenimiento del
cultivo de cocales, la nacionalización del negocio del gas y la reforma del
sistema político configuraron el trío de demandas esenciales en el ideario
político de Morales.
En febrero de 2003, apenas cumplidos seis meses de
mandato, Sánchez de Lozada ya tuvo que enfrentarse con una primera crisis
política cuando el anuncio de la entrada en vigor de un impuesto sobre los
salarios provocó una oleada de violentas protestas en las calles del país.
La policía boliviana, declarada en rebeldía, se sumó
a las reivindicaciones ciudadanas y la intervención del Ejército derivó en
enfrentamientos armados que se cobraron una treintena de víctimas en varias
jornadas consecutivas de disturbios, saqueos y actos vandálicos. Presionado por
la gravedad de los incidentes, el presidente retiró las medidas económicas que
desataron la crisis, anunció un reajuste de su gobierno, con la incorporación
de miembros del opositor NFR, y se comprometió a reducir el gasto público.
Las medidas presidenciales para apaciguar la crisis
no surtieron efecto entre sus adversarios políticos que, con Evo Morales a la
cabeza, exigieron su renuncia. Sindicatos, movimientos sociales y fuerzas de
izquierda continuaron en pie de guerra con llamamientos diarios a la
insurrección. Además, Sánchez de Lozada recibía advertencias directas de
Washington. Los Estados Unidos, para evitar cualquier concesión a las demandas
del MAS, condicionaban las cuantiosas ayudas económicas al mantenimiento de los
planes de erradicación de los cultivos de coca.
Por si los problemas en el Palacio Quemado fueran
pocos, la herida abierta en muchos sectores de la sociedad boliviana, desde que
en la guerra de 1879 Chile arrebatara al país del altiplano su acceso al mar,
se situó de nuevo en primera línea de la actualidad política en el otoño de
2003. La decisión del ejecutivo de exportar gas, principal recurso del país, a
Estados Unidos, a través de un puerto chileno, actuó como catalizador de un
nuevo estallido del descontento social. La represión de las asonadas callejeras
se cobró la vida de más de setenta personas y precipitó, en pocas semanas, la
caída de Sánchez de Lozada.
Abandonado por sus socios de gobierno y sin el apoyo
de sus aliados exteriores, el 17 de octubre de 2003 el presidente huyó de La
Paz y buscó refugio en Miami. Con el liderazgo de Morales ampliamente
reforzado, el vicepresidente Carlos Mesa asumió la sucesión y anunció la
formación de un nuevo ejecutivo independiente que instaurara la paz civil. Sin
embargo, y tras algunos meses de tregua en los que Morales fue ratificado en la
presidencia ejecutiva del MAS y en la candidatura a las presidenciales,
regresaron las protestas a los escenarios habituales de confrontación.
Poco después de que las elecciones municipales de
diciembre de 2004 colocaran al MAS como la fuerza política más votada del país,
Mesa tuvo que afrontar el creciente desafío de las reivindicaciones
autonomistas procedentes de la provincia de Santa Cruz y de los movimientos
indígenas y cocaleros que reclamaban la nacionalización energética.
En el mes de marzo de 2005, el Parlamento aprobó la
polémica Ley de Hidrocarburos; una medida que sólo paralizó las protestas de
forma temporal. Las compañías petroleras, perjudicadas por la nueva norma,
amenazaron con reducir sus inversiones al tiempo que los movimientos indígenas,
campesinos y mineros reclamaban un endurecimiento de la ley que revertiera en
beneficio de las arcas públicas.
Con este escenario y ante el temor de un rebrote de
la violencia, políticos, empresarios y analistas coincidieron en señalar el
adelanto electoral como la única salida a la crisis. Antes de concluir el mes
de mayo, los trabajadores bolivianos tomaban diariamente las calles de la
capital y ganaban credibilidad los rumores de asonadas en los cuarteles.
Entretanto, los poderes ejecutivo y legislativo permanecían inmóviles ante el
derrumbe de la economía boliviana que, con cada día de huelga y bloqueo, perdía
alrededor de ocho millones de dólares. En un intento de apaciguar las
protestas, el presidente Mesa anunció convocatorias electorales para elegir
Asamblea constituyente y votar el referéndum autonómico, pero los líderes
indigenistas rechazaron la propuesta y endurecieron las movilizaciones por todo
el país.
En los primeros días de junio, Carlos Mesa presentó
su renuncia y pidió a los representantes del Senado y de la Cámara de
Representantes que facilitaran el adelanto electoral para evitar el más que
previsible estallido de violencia en el país. El Parlamento aceptó la dimisión
del jefe del estado y nombró sucesor, de forma interina, al presidente del
Tribunal Supremo, Eduardo Rodríguez, quien, de inmediato, anunció la
convocatoria de elecciones anticipadas.
Los bolivianos acudieron a las urnas el 18 de
diciembre de 2005 y de forma mayoritaria respaldaron el marcado programa
antiimperialista, anticapitalista y antineoliberal de Evo Morales. Dentro y
fuera del país, la campaña electoral concentró una atención sin precedentes y
discurrió de forma altamente polarizada entre la euforia de los adeptos al
masismo, que auguraban para Bolivia una profunda transformación social, y el
pesimismo de sus detractores, que intuían en el nuevo líder posiciones
políticas muy cercanas a los postulados castristas y chavistas.
Con el lema "¡Somos pueblo, somos MAS!",
Morales superó todos los pronósticos y ganó las elecciones con un triunfo
histórico; más del 84% de los bolivianos con derecho a voto acudió a las urnas
y, de ellos, el 53,7% eligió al líder aymara. El ex presidente Tuto Quiroga y
su nueva formación Podemos (Poder Democrático y Social) reunió el 28,6% del
escrutinio. La victoria en las legislativas tampoco dejó lugar a dudas y el MAS
obtuvo la mayoría absoluta en la Cámara de los Diputados. Su rendimiento
electoral fue menor en el Senado y en las prefecturas departamentales.
El 22 de enero de 2006 Evo Morales tomó posesión de
la más alta magistratura del país. Un día antes, había sido investido como
Jacha Mallku [Gran Cóndor], máxima autoridad de los pueblos indígenas, en una
ceremonia celebrada en Tiwanaku, la capital aymara. La llegada al poder de
Morales no ha estado exenta de dificultades, pero ha roto los códigos de
exclusión social vigentes en Bolivia.
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