LA HABANA, Cuba (18 Abril 2018).- Los cubanos
esperan un cambio histórico esta semana: después 10 años en el poder, Raúl
Castro dejará la presidencia el 19 de abril, y a su sucesor la responsabilidad
de levantar un país en construcción.
El hermano menor de Fidel Castro asumió su función en el 2011 con unas
reformas de alto impacto pero que todavía no han logrado llegar a los
resultados esperados. El objetivo del régimen era llegar a modernizar el
sistema económico, abrirse a los capitales privados y exteriores manteniendo
como base los principios fundadores de la revolución castrista.
Modernización
del país: un balance en claroscuro
Reducir la masa de funcionarios públicos (un millón)
y aumentar la eficiencia económica, fue la prioridad de su mandato. Para eso amplió
y flexibilizó el trabajo privado en 2010,
lo que dió nacimiento a una nueva categoría de trabajadores
independientes: los cuentapropistas. Hoy 580.000 cubanos que representan el 12%
de la fuerza laboral, se desempeñan por cuenta propia. Sin embargo el nuevo
modelo conlleva nuevas reivindicaciones. Algunos cubanos consideran que se ha
creado una nueva categoría de privilegiados y otros denuncian precios demasiado
altos. Queda pendiente la realización de las pequeñas y medianas empresas
privadas y la reanudación de la entrega de licencias para nuevos
emprendimientos, suspendidas en agosto pasado para perfeccionar el modelo.
También Raúl Castro rompió con su predecesor y hermano Fidel Castro que
prohibía la compraventa de viviendas y de vehículos. Reformó la ley para dar
más incentivos a los inversionistas e inauguró el "megapuerto
Mariel".
La piedra en el zapato en el aspecto económico
además de los cuentapropistas, es la unificación monetaria que había proyectado
el líder cubano. En cuba existe dos monedas: el peso cubano de uso interno CUP
(1CUC=24 dólares) y el peso convertible CUC (1CUC=1dolar), lo que ha desatado
un sentimiento de desequilibrio en un mismo país. Las tasas preferenciales que
prevé la ley para las empresas estatales también han generado distorsiones
macroeconómicas.
Otro de los proyectos más ambiciosos y más lentos es
el de la reforma agraria para luchar contra la pobreza y la escasez de
alimentos lanzada en el 2008 por la administración Castrista. En 10 años el
gobierno entrego más de un millón de hectáreas de tierras a campesinos
privados, concedió microcréditos, flexibilizó la comercialización y mejoró los
precios de compra a productores. Sin embargo, Cuba no ha logrado su
“independencia” comercial, aún sigue importando 80 % de los alimentos que
consume, lo que representa un gasto de 2.000 millones de dólares al año.
Una apertura que tarda en llegar y amenazada por el
“gobierno Trump”
Todavía queda pendiente la implementación del
sistema de acceso a Internet de los isleños, un tema álgido en la sociedad. Si
bien se crearon zonas wifi en plazas públicas, Cuba sigue siendo el país de
menor conectividad en el mundo.
Una de los cambios visible ha sido la reforma
migratoria, que levantó las severas restricciones a los cubanos y ha permitido que cientos de miles de cubanos hayan podido
viajar más fácilmente.
Pero lo más destacado del líder cubano fue su nueva
línea diplomática, que permitió una nueva relación con su vecino Estados
Unidos, el histórico “deshielo”, tras 56 años de ruptura. Este capítulo se
escribió el 17 de diciembre del 2014
cuando anunció de manera simultánea con Barack Obama el restablecimiento
de las relaciones con Washington. Tres meses después recibió a su homólogo en
la Habana, se inauguró la embajada de Estados Unidos en la capital cubana. Pero
la llegada de Donald Trump cayó como un balde de agua fría y transformó en
barro las nuevas bases diplomáticas que buscaban sellar la paz entre dos
enemigos históricos.
Es un país en plena mutación histórica y con un
programa “revolucionario” de cambios estructurales que deja a muchos incrédulos
por lo lento, que necesitaría por lo menos
10 o 20 años, en una sociedad cada vez más impaciente.
Del
uniforme militar al jean
Esta será la herencia que le tocará a Miguel
Díaz-Canel, el probable sucesor de Raúl Castro que tomará el mando el 19 d
abril próximo. Tendrá que asumir esa segunda fase de cambios. Díaz-Canel, 57
años, nació después de la revolución, por lo cual representa la “nueva”
generación. Este miembro “destacado” del Partido Comunista asumirá el fin de 60
años de castrismo con el difícil objetivo de mantener las conquistas de los
hermanos Castro. “Ni un advenedizo ni un improvisado” como lo calificó el
presidente saliente, maneja la
discreción como su principal arma de defensa y cultiva la sencillez, como su
principal arma política. No da entrevistas, sólo habla en actos públicos; no
lleva uniforme militar sino “jean” por lo que muchos lo consideran una
“personalidad blanda” en relación a los Castro, y que no haría sino retomar la
hoja de ruta ya diseñada por el partido comunista y el parlamento con metas
hasta el 2030.
Pero los cubanos esperan más bien una aceleración en
las reformas que cambios radicales. Sin embargo y según algunos analistas
existe el riesgo de que los cambios sean aún más laboriosos puesto que el poder
será compartido. Por primera vez el liderazgo del país tendrá dos cabezas: la
del sucesor a la presidencia (probablemente Díaz-Canel), y la de Raúl Castro
quien seguirá al mando del Partido Comunista Cubano, el PCC. Por su parte, la
oposición califica una "falsa transición" porque la nueva presidencia
trabajará en consolidar el sistema heredado de Fidel Castro.
Además, el nuevo presidente tendrá que negociar
y rendir cuentas a los altos mandos militares y políticos que
seguirán gobernando desde la sombra. De hecho, aún no se sabe qué papel tendrá
en esta nueva configuración el hijo de Raúl, Alejandro Castro. Tampoco su ex
yerno Luis Alberto López-Callejas, presidente del poderoso Grupo de
Administración Empresarial (GAE), controlado por los militares.
Ante las grandes ambiciones para alivianar la
máquina de corte soviético, lo cierto es que los cubanos esperan más resultados
y más rápido. Sin embargo, el lema del propio presidente saliente: “sin prisa
pero sin pausa” parece haberse convertido en la condición sine qua non para
preservar un sistema socialista modernizado y hacer un cambio generacional sin
ceder ni a las presiones ideológicas ni a las del tiempo.
Por
NATHALIA OLIVARES/RFI
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