SERGIO RAMÍREZ: A PRESIDENTE DANIEL ORTEGA LE QUEDAN 'LA FUERZA BRUTA' Y 'SELLOS OFICIALES'
MANAGUA, Nicaragua (5 Junio 2018).- El escritor
nicaragüense Sergio Ramírez, ex vicepresidente del primer mandato de Daniel
Ortega y Premio Cervantes 2017, analizó para RFI la crisis política que su
país, sacudido por violentas jornadas de represión y protestas.
RFI:
Han transcurrido más de seis semanas de violencia en Nicaragua con un saldo que
supera los 100 muertos. ¿Qué lectura hace usted del caos que atraviesa el país?
Sergio Ramírez: Hay una resistencia del gobierno de
Ortega a aceptar ninguna clase de negociación que implique su salida del poder.
Cuando se habla de sentar las bases de la democratización en la mesa de diálogo
siempre se ha entendido que es acortar el plazo del período presidencial,
llamar de inmediato a unas elecciones con observación internacional legítima,
con un nuevo Consejo Electoral, sustituir a los miembros de la Corte Suprema…
Es decir, hacer una hoja de ruta que facilite que el país entre en un clima
democrático. Mientras eso no se dé, va a seguir la lucha cívica en las calles
por forzar una salida semejante. Por el momento yo no veo ninguna mientras el
gobierno esté cerrado a esa solución que es la única posible y en cambio esté
usando indiscriminadamente la represión contra la población.
¿Se
está adentrando Nicaragua en una guerra civil?
- No, yo no puedo afirmar de ninguna manera que se
trate de una guerra civil porque para eso se necesitan dos bandos armados, y
aquí sólo hay uno: La policía nacional, las fuerzas antimotines y las bandas
paramilitares que están amparadas por la fuerza pública. Y por otro lado, el
ejército está ausente frente a este conflicto. No ha intervenido y ha dicho que
su rol constitucional es no intervenir en un conflicto de esta naturaleza
precisamente porque no se trata de una guerra civil.
El
gobierno de Daniel Ortega ha ido perdiendo progresivamente varios apoyos. La
última semana los empresarios, nucleados en la COSEP, han llamado a sus
representantes a dejar inmediatamente sus cargos en el gobierno; la Iglesia ha
dicho que no quiere seguir en este diálogo en estas condiciones de violencia.
¿Qué es lo que impide que caiga hoy el gobierno de Daniel Ortega?
- Pues que cuenta con la fuerza bruta, con la fuerza
represiva, eso es todo. Y con la institucionalidad entre comillas. Es decir,
tiene los sellos oficiales. Domina el Poder Judicial, el Poder Electoral, la
Fiscalía, la Procuraduría, la Contraloría. Tiene en sus manos las instituciones
más los instrumentos que le da el gobierno, pero sobre todo la represión. La
situación de hace dos o tres meses era absolutamente distinta. Nunca tuvo a la
Iglesia católica en su mano, al contrario, siempre hubo una oposición muy
abierta a la denuncia a la violación de los derechos humanos de parte de la
mayoría de los obispos. Hoy, la Conferencia Episcopal está absolutamente unida
en contra suyo, en contra de las violaciones de los derechos humanos. Tenía un
pacto con los empresarios que ahora ya no existe. La sociedad civil que estaba
silenciosa se lanzó a las calles de manera que esta base de poder activo o
pasivo que tuvo en el pasado, hoy no existe.
El
presidente Daniel Ortega digo recientemente “aquí nos quedamos todos”. ¿Cree
que se aferrará al poder hasta el final más allá de las consecuencias?
- Eso puede ser su voluntad, pero eso dependerá de
las condiciones de la presión nacional, de la resistencia cívica tal como siga
adelante en el país. Dependerá de la presión internacional. Creo que el mundo
está prestando más atención ahora que antes a la situación de Nicaragua con un
saldo mayor ya al centenar de muertos y decenas y decenas de heridos. Se ha
pronunciado el papa Francisco, el secretario general de las Naciones Unidas, el
Parlamento Europeo, el asunto se va debatir hoy [por el lunes, NDLR] y mañana
en la Organización de Estados Americanos (OEA). Aparentemente el punto de
Nicaragua va a entrar en una agenda donde no estaba. El Alto Comisionado de
Naciones Unidas está insistiendo en enviar una misión aquí. Me parece entonces
que se están conjugando fuerzas internacionales como para que esa presión se
sume a la presión nacional. Eso es lo único que puede obligar a Ortega a
sentarse en una mesa de negociación.
¿Cree
usted que a la oposición le falta un líder que pueda aglutinar este
descontento?
Yo creo que dichosamente no hay ningún líder de la
oposición ni de los partidos que esté jugando ningún papel porque eso hubiera
empezado a dividir el movimiento cívico. Es un movimiento que tiene a la cabeza
un grupo de jóvenes dirigentes que representan a los jóvenes que están en la
calle y no tienen ningún caudillo dichosamente ni pretenden tenerlo. Los
partidos políticos tradicionales, desacreditados totalmente, están ausentes y
hay un liderazgo nuevo de la sociedad civil que está allí, pero no se trata de
partidos políticos. Yo creo que esta unidad se va a preservar de esta manera y
una vez que se establezca la paz electoral que garantice el funcionamiento de
una democracia verdadera en el país cada quien cogerá su camino y organizará su
partido político, surgirán nuevos partidos y veremos cómo se define en términos
políticos la situación.
Finalmente,
¿cuál diría usted que es el motor que está detrás de estas protestas?
- Tantos años de una sola familia en el poder ha
sido una constante en la historia de Nicaragua. La gente genéticamente está en
contra de ser dominada por una familia, con abusos, con corrupción, con uso de
la fuerza bruta y termina estallando. No creo que sea un fenómeno particular de
Nicaragua. Las resistencias se forman en contra de los abusos de poder, de las
pretensiones familiares de dominar un país y eso es lo que está ocurriendo en
Nicaragua.
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