En buena parte
de la opinión pública latinoamericana, de uno u otro polo del espectro
ideológico, se maneja una idea ahistórica de las izquierdas y las derechas. Se
piensa que derechas e izquierdas han sido las mismas durante décadas y que así
como los izquierdistas de hoy son hijos de Fidel, Allende, Lula, Chávez y
Ortega, sin importar las enormes diferencias entre estos líderes, los
derechistas actuales son herederos de Pinochet, Videla, las juntas militares
brasileña y uruguaya y la política neoliberal de los 90.
Por brutal
que sea esa simplificación de la historia, su peso en la esfera pública es
evidente. El triunfo del candidato de la derecha brasileña, Jair Bolsonaro, en
las recientes elecciones primarias en el mayor país latinoamericano, puede
contribuir a abandonar esos estereotipos. A medida que avance la campaña
presidencial en Brasil podrá verse que Bolsonaro representa una derecha
distinta a la que habíamos visto hasta ahora en América Latina. Una derecha que
no proviene de las transiciones democráticas de fin de siglo, o del
neoliberalismo globalizador, sino de una genuina nostalgia por los regímenes
militares y anticomunistas de la Guerra Fría.
Ninguno de
los líderes de la actual derecha gobernante en América Latina, el argentino
Mauricio Macri, el chileno Sebastián Piñera o el colombiano Iván Duque,
comparte los acentos del discurso de Bolsonaro: racismo, machismo, misoginia,
homofobia, anticomunismo, militarismo. Esos tres líderes también reaccionan
contra las izquierdas de sus respectivos países: el kirchnerismo en Argentina,
el socialismo democrático de la Concertación en Chile, Gustavo Petro y, en
menor medida, las FARC en Colombia. Pero ninguno de ellos reniega de las
transiciones democráticas de los 80.
Bolsonaro sí
lo hace. Su derecha no es neoliberal sino reaccionaria, es decir, nostálgica
del autoritarismo de la Guerra Fría, en un efecto retórico bastante parecido al
de la izquierda bolivariana, que también descree de aquellas democratizaciones.
Bolsonaro y Maduro, un populista de derecha y otro de izquierda, comparten una
parecida identificación de la democracia con una farsa, en la que predomina la
corrupción y la demagogia. Los dos desafían la corrección política introducida
por el cambio constitucional de las últimas décadas.
La pregunta
impostergable es si esta nueva derecha que personifica Bolsonaro tendrá un
efecto de contagio sobre la clase política latinoamericana. Si las otras
derechas latinoamericanas, que hasta ahora han proyectado un repertorio
ideológico distinto, se sumarán a la ruta que abre Bolsonaro y que, por lo
visto, puede renovar la base social del conservadurismo de la región. También
está por verse si, como es de esperar, esta nueva derecha logra sintonizar
mejor con Donald Trump y el populismo de derecha en Estados Unidos. Si eso
sucede, Bolsonaro podría ser el autor de una verdadera pesadilla en el siglo
XXI.
Por RAFAEL
ROJAS/WWW.RAZPN.COM.MX
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