SI LA PARTICIPACIÓN DE LA MUJER FUERA IDÉNTICA AL HOMBRE, LA ECONOMÍA MUNDIAL CRECERÍA UN 26% PARA 2025
WASHINGTON
(4 Junio 2019).- El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha destacado la
implementación de la República Dominicana en incentivar las Iniciativas de
Paridad de Género (IPG).
Un ejemplo
de cómo incentivar esta transformación son las Iniciativas de Paridad de Género
(IPG), un modelo de colaboración público-privada de alto nivel que están siendo
implementadas en Argentina, Chile, Panamá, Colombia, Perú, República Dominicana
y Costa Rica explicó
Monserrat Bustelo, especialista de la División de Género y Diversidad del BID.
La creciente
incorporación de las mujeres al mercado laboral es uno de los cambios
socioeconómicos más importantes del último medio siglo. En Latinoamérica, el
salto ha sido gigantesco: si en los años 60 sólo dos de cada diez mujeres
trabajaban o buscaban trabajo activamente, hoy ya son casi siete de cada 10.
A pesar de
ello, la participación laboral femenina de la región sigue casi 30 puntos por
debajo de la de los hombres. Una situación que se da, en mayor o menor medida,
en todo el mundo: según el último Índice Global de la Brecha de Género, serán
necesarios 202 años para que la brecha económica mundial entre hombres y
mujeres se cierre.
No sólo eso,
sino que entre las propias mujeres el panorama varía mucho de país a país en
nuestra región: desde Uruguay y Perú, donde cerca del 80% de ellas está en el
mercado laboral, hasta Guatemala, Honduras o México, con cifras entre el 50% y
60%, según datos del BID y el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y
Sociales (CEDLAS). Pero ¿qué explica estas grandes diferencias, incluso entre
países cercanos y con características económicas similares?
¿Son los
perfiles de las trabajadoras diferentes en ellos? ¿Es posible extraer lecciones
aprendidas y aplicarlas en otros países?
Buscando
respuestas, un reciente estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se
ha centrado en los casos de México y Perú , dos países con características
similares —mujeres mayoritariamente urbanas, con niveles de educación
similares, emparejadas y con baja tasa de fecundidad— pero con niveles muy
distintos de participación laboral femenina.
Sin embargo,
el estudio muestra que más no siempre es mejor. “Empiezas a estudiar estos temas
con prejuicios: baja participación es mala, alta participación es buena, pero
lo que nos encontramos al mirar estos dos casos extremos, con una brecha de 21
puntos a favor de Perú, es otro ingrediente: la calidad de la participación
laboral de las mujeres”, dice Mariana Marchionni, una de las autoras del
reporte.
La
explicación a la brecha entre ambos países está en el comportamiento de las
mujeres más vulnerables, con bajos niveles educativos y de ingreso familiar. En
Perú, estas mujeres se insertan masivamente en empleos muy precarios pero
flexibles, como el sector agropecuario en sectores rurales, o el autoempleo
informal en el caso de las mujeres que viven en zonas urbanas. “Esto es una
respuesta de comportamiento individual, pero sobre todo familiar, que surge de
unos roles tradicionales de género en los que la mujer asume las tareas de
cuidado”, explica Marchionni.
Revitalizar
el empleo femenino es un problema complejo y, en consecuencia, las soluciones
no pueden ser únicas ni sencillas, pero es necesario encontrarlas.
“La
participación laboral de las mujeres es esencial para el crecimiento y
productividad de un país”, explica Monserrat Bustelo, especialista de la
División de Género y Diversidad del BID.
“Y si bien
los roles culturales juegan un papel importante, desde el sector privado y las
políticas públicas se puede tener un gran impacto. Es necesario que lideren,
acompañen y consoliden el cambio”, dice.
Un ejemplo
de cómo incentivar esta transformación son las Iniciativas de Paridad de Género
(IPG), un modelo de colaboración público-privada de alto nivel que están siendo
implementadas en Argentina, Chile, Panamá, Colombia, Perú, República Dominicana
y Costa Rica.
Apoyadas por
el Foro Económico Mundial y el BID, las IPG están lideradas por representantes
del gobierno y el sector privado de cada país para desarrollar planes de acción
a tres años con medidas concretas. Los planes buscan incrementar la
participación laboral femenina, reducir la brecha salarial y promover la
participación de las mujeres en puestos de liderazgo.
Otra línea
de trabajo es tratar de romper el techo de cristal, las limitaciones que las
mujeres sufren para ascender laboralmente, con programas como el de Mujeres
Líderes del Sector Extractivo en Perú del BID.
Graciela
Arrieta Guevara, asesora legal en la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y
Energía de Perú, afirma que “hoy en día las empresas han entendido que las
mujeres son necesarias para la diversificación de los grupos y yo quiero ser
parte de esta generación que quiere visibilizar a las mujeres que están en el
sector minero y abrir camino para las nuevas generaciones”.
Además de
estas iniciativas, la experiencia y la evidencia internacional apuntan a tres
ejes principales de acción que tienen un efecto positivo en fomentar la
participación laboral femenina, de forma que sea realmente empoderadora:
liberar las restricciones de tiempo de las mujeres mediante la expansión de los
centros de cuidado infantil, los horarios escolares y el servicios de atención
a mayores; ampliar las licencias por maternidad y paternidad, de forma
balanceada e intransferible para evitar profundizar en los roles de género
tradicionales; y continuar extendiendo la educación de las mujeres para ampliar
sus perspectivas laborales.
Se estima
que, si las mujeres tuviesen una participación laboral idéntica a la de los
varones, el PIB global anual se incrementaría en 28 billones de dólares para
2025. Es decir, según el estudio de McKinsey, la economía mundial crecería un
26%. Por otro lado, los cambios tecnológicos y digitales que estamos viviendo
podrían hacer que en el futuro las barreras que las mujeres enfrentan en el
trabajo incluso aumentaran. Por eso, como nos enseñan los casos de México y
Perú, es necesario trazar un mapa más equitativo del mercado laboral.
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