AGUSTÍN LAJE: «LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO ES UNA IMPOSICIÓN QUE SE HA DECIDIDO A ESPALDA DE LA GENTE»
Agustín Laje
(Argentina, 1989) no habla por hablar. Es el azote de la izquierda más progre.
Su discurso pone en jaque los postulados de las feministas, los pro-abortistas
y de los defensores de la ideología de género.
Politólogo y
escritor, Laje, a sus 29 años, se ha convertido en uno de los oradores más
activos de América Latina. Gran defensor de la vida y de la familia.
Su obra ‘El
libro negro de la Nueva Izquierda’, escrita al alimón con Nicolás Márquez, ya
va por su duodécima edición impresa en Argentina. En ella desmantela la máscara
de quienes se consideran adalides de la libertad, lo que le ha colocado en el
disparadero de las críticas de la izquierda feminista más radical.
Lo ha
comprobado en sus propias carnes al ver cómo le amenazan de muerte desde las
redes sociales y ha cancelado varias de sus conferencias en universidades por
la presión de algunos estudiantes.
Actualmente
recorre gran parte del mundo mientras prepara su próximo libro, que saldrá al
mercado en el primer trimestre de este año, ‘La Batalla Cultural’. Ideología de
género, aborto, matrimonio homosexual… a Laje ningún tema polémico se le
resiste.
Por eso el
próximo 23 de febrero en Madrid formará parte del panel de ponentes del I
Congreso sobre Sexo, Género y Educación (#GenderAndSex) organizado por
HazteOir.org y CitizenGO.
¿Cuáles son
las consecuencias de que en muchos países de América y Europa se esté
imponiendo la ideología de género?
Son enormes
y abarcan muchos campos distintos. En lo que al mío respecta, que es la
politología, la principal consecuencia es la pérdida gradual de libertades
básicas bajo los dictados de un movimiento ideológico y político que,
paradójicamente, disfraza su avance bajo la idea de «liberación» y «progreso».
La ideología
de género corroe libertades políticas por medio de mecanismos como las
«cuotas»; libertad de opinión, bajo la creciente penalización de discursos
políticamente incorrectos; libertad de conciencia, a través de leyes que
penalizan, como en Canadá, expresar ciertas creencias religiosas que molestan a
«minorías sexuales»; libertades económicas, en la medida en que cada vez hay
más casos de comercios multados por razones de género, como las pastelerías de
Colorado y Oregon que fueron penalizadas por no hacer un pastel para una boda
homosexual; libertades educacionales, en tanto que los padres y madres están
perdiendo toda la soberanía educacional sobre su familia, etcétera.
Si vemos
bien, estas libertades se van perdiendo por un discurso que ha capturado al
Estado, lo ha inflado en cuanto a sus campos de acción, y utiliza su poder de
policía para imponerse sobre la sociedad civil.
¿Cree que
los padres prefieren que a sus hijos se les sexualice desde pequeños a que se
les tache de homófobos?
No lo sé, no
soy padre ni he estudiado ese caso en términos cuantitativos. Lo que sí puedo
decirle es que la ideología de género es estigmantizante y, aun más,
patologizante: todo lo que no acuerda con sus principios deviene en «fobia», es
decir, en trastorno psiquiátrico. Y la gente, que en su mayoría no advierte
estos trucos lingüísticos, tiembla ante la posibilidad de ser patologizada
socialmente como «homofóbica», «transfóbica», etcétera.
«El colegio
es el motor de toda ingeniería social. No me atrevo ni a imaginar las
repercusiones de largo plazo»
Ese es el
inicio de una inquisición ideológica que jamás se sabe cuándo y dónde termina:
en algunos países, termina incluso con el retiro de la patria potestad. De modo
que, a mi entender, hay dos grandes categorías de padres: aquellos más
preocupados por vivir de acuerdo a la moda ideológica de turno, ser «padres
modernos» y bien dispuestos a aceptar toda novedad porque el progresismo les
aseguró que el tiempo era un criterio moral y epistemológico (esto es, que lo novedoso
es necesariamente bueno y verdadero) y aquellos padres que, al contrario,
tienen criterio propio y desean verdadera educación para sus hijos, que nada
tiene que ver con el adoctrinamiento actual.
Si desde el
colegio se les educa a los niños en esta dirección, ¿qué repercusiones puede
tener a la larga?
El colegio
es una de las instituciones de socialización más importantes de la sociedad
moderna. Los chicos pasan incluso más tiempo activo en el colegio que en sus
propias casas. Desde la izquierda, pensadores como Gramsci y luego Althusser
vieron muy bien esto. Parafraseando a este último, no hay ningún «aparato
ideológico del Estado» que mantenga a una audiencia obligatoria durante tantas
horas por días, tantos días por semana, tantos meses por año y tantos años en
una vida.
«El
feminismo actual está más articulado por el odio al hombre que por el amor a la
mujer»
En efecto,
agrego yo, el colegio es el motor de toda ingeniería social: modificar
radicalmente al hombre, como la ideología de género pretende, no es algo que
pueda hacerse tan fácilmente con generaciones socializadas en otros contextos,
pero sí es posible con mentes vírgenes que se someten a relaciones de poder que
ni siquiera están capacitadas para comprender. Es de una violencia
inconmensurable. No me atrevo ni a imaginar las repercusiones de largo plazo.
¿Por qué
cree que el feminismo no busca promover la igualdad entre hombre y mujer?
Porque
ningún discurso basado en el odio hacia una de las partes puede buscar igualdad
alguna. Y el feminismo actual está más articulado por el odio al hombre que por
el amor a la mujer. Basta con leer a sus teóricas contemporáneas para entender
que el actual feminismo percibe su lucha política no tanto como política, sino
como guerra.
En la
política los adversarios deben todavía convivir en la disidencia; en la guerra
los enemigos están dispuestos a la aniquilación mutua. Y esta última es la
mentalidad que predomina y que a veces sale a la luz con mucha claridad, como
cuando el pasado 29 de diciembre la feminista Emily McCombs llamó a
«organizarse para matar a todos los hombres» como deseo de año nuevo, o cuando
la cofundadora de Justice for Women, Julie Bindel, hace no mucho, dijo en un
reportaje que ella esperaba que algún día los hombres fueran encerrados en
campos de concentración.
«Si lo
relevante para la sexualidad no es la naturaleza sino la cultura, entonces la sexualidad
humana carece de todo límite»
No se trata
de excepciones: es un discurso predominante que, por razones estratégicas,
trata de mantenerse moderado, pero a veces no se puede contener y desborda.
Usted ha
afirmado que cierto feminismo «está apoyando la causa pedófila»,¿puede explicar
esa afirmación?
Si la
ideología de género (producto del feminismo de género) se basa en que lo
relevante de la sexualidad pasa a ser la cultura y, si la “liberación de las
cadenas del género” pasa a ser la autopercepción, entonces estamos bajo el yugo
de una ideología que hace depender la sexualidad de un subjetivismo absoluto.
En este
contexto, la posibilidad de reivindicar incluso la pedofilia está inscripta en
la misma lógica de la ideología de género. Si lo relevante para la sexualidad
no es la naturaleza sino la cultura, entonces la sexualidad humana carece de
todo límite, porque es la naturaleza la que nos limita objetivamente: los
límites culturales son por definición construcciones históricas que bien pueden
esfumarse.
Una
sexualidad desarraigada de su realidad natural es una sexualidad abierta a todo
tipo de práctica, dispuesta a ser legitimada por los mismos (dis)valores que la
ideología de género promueve: moralizar lo disruptivo.
Así las
cosas, los grupos pedófilos hoy buscan legitimarse a través de la ideología de
género. Si la orientación y la identidad sexual dependen de la autopercepción,
¿por qué habríamos de prohibirle a un hombre mayor que se autoperciba como un
niño y actúe en consecuencia? Esto por desgracia no es una hipótesis, ya hay
casos en Canadá. También podemos analizar el discurso de sitios web como el de
la NAMBLA, una internacional pedófila con sede en los Estados Unidos. Es
impresionante ver cómo utilizan los argumentos de la ideología de género para
su propia causa: parecen hechos a medida.
No es
casualidad entonces que encontremos la existencia de movimientos feministas en
Holanda que pidieron y firmaron solicitadas en favor de la legalización de la
pedofilia. En España activistas feministas de renombre como Lola Pérez han
reivindicado la pedofilia en numerosas ocasiones. En Argentina tuvimos el caso
de Jorge Corsi, un «psicólogo feminista» que fue tal vez el más importante
ideólogo local del género, está preso por pedófilo. En Alemania el Partido
Verde apoyó la pedofilia. Importantísimos ideólogos de género como Shulamith
Firestone y muchos otros que están analizados en “El libro negro de la Nueva
Izquierda” también escribieron en favor de la pedofilia.
¿A qué se
refiere cuando habla de la ‘nueva izquierda’? y ¿qué busca?
La «nueva
izquierda» es la forma que adoptó la vieja izquierda para sobrevivir a las
condiciones de crisis teóricas, prácticas y estratégicas que sufrió durante la
segunda mitad del Siglo XX.
Se trata de
una izquierda culturalista, que desplaza el problema de las clases en favor de
los problemas de “las minorías”: un concepto mucho más amplio que le permite
una mayor flexibilidad ideológica y una adecuación más fácil a contextos
disímiles.
«Hoy a nadie
escandaliza ver a un joven con una remera del Che Guevara; escandaliza verlo
con una remera de Trump»
Asimismo, es
una izquierda que no busca hacer ninguna revolución armada, como se intentó en
el siglo XX: la nueva estrategia es de lucha cultural, es decir, lucha gradual,
subterránea, difícil de percibir, que se desenvuelve no en espacios de combate
armado, como los montes o las selvas de otrora, sino en universidades, escuelas
y medios de comunicación.
En resumidas
cuentas, antes la izquierda buscaba destruir un sistema económico específico,
porque pensaba que esta era la verdadera forma de hacer una revolución. La
nueva izquierda se dio cuenta que es más factible y seguro (para ellos)
destruir una cultura primero, y que el resto luego se verá.
Habla de la
posibilidad de una ‘nueva derecha’… En EEUU o Canadá es posible, puesto que hay
jóvenes conservadores con ganas de encabezar este movimiento, pero en España
¿qué hace falta para que suceda?
No conozco
la situación particular de la juventud española, pero a grandes rasgos veo que
hay condiciones muy interesantes para que una nueva derecha pueda emerger en
Occidente. La izquierda, que siempre tuvo cercanía a la juventud porque supo
catalizar sus ansias de rebeldía, hoy está agotando esas posibilidades en la
medida en que se ha vuelto la rectora del statu quo.
Hoy a nadie
escandaliza ver a un joven con una remera del Che Guevara; escandaliza verlo
con una remera de Trump. El cambio es interesante; la rebeldía es muy
importante para la relación de la juventud con la política. Y una nueva derecha
depende de saber consolidar esa rebeldía, aunque debe estar acompañada, sin
lugar a dudas, por una sistematización teórica que una nueva generación de
intelectuales lleve adelante para darle organización y contenido.
Si acordamos
sobre el hecho de estar viviendo una lucha cultural, entonces los intelectuales
son la pieza fundamental de esta historia.
En apenas 48
horas, recibió decenas de amenazas de muerte después de publicar un vídeo en el
que resumía la historia del feminismo. Con motivo del Orgullo Gay, Facebook
llegó a suspenderle la cuenta por miedo a la furia de algunas de sus enemigas…
¿Qué le diría a sus detractores?
Que cada vez
que hacen eso sencillamente confirman mis tesis. Brindan de forma gratuita
elementos tanto a mí como a mis lectores para comprobar, de forma directa, que
lo que escribo no me lo invento. Y que, como decía Voltaire, para saber quién
gobierna sobre ti, simplemente encuentra a quién no estás autorizado a
criticar.
Lo que
sucede es que la ideología de género no es un «enfoque» ni una «perspectiva»;
mucho menos se trata de una «invitación», una «oferta» o un «tema a debatir»:
la ideología de género es una imposición que se ha decidido a espaldas de la
gente sin que nadie lo haya podido discutir de verdad.
Usted afirma
que el fin de la izquierda es atacar a la familia y que, destruyéndola, se
consigue un Estado total. ¿Por qué?
Es,
efectivamente, uno de los fines de la nueva izquierda. Porque la familia es una
institución que transmite tradición. Y la revolución cultural es, por
definición, una revolución contra una tradición: por eso es, precisamente,
revolución.
En la
familia se socializan durante sus primeros años las nuevas generaciones. La
Escuela de Frankfurt, en sus «Estudios sobre la autoridad y la familia», a
mediados de los años 30, ya reparaba sobre el freno que significaba la familia
para una revolución izquierdista. Familias destrozadas son funcionales al
desgarramiento de una tradición; el desgarramiento de una tradición es, por su
parte, simplifica la ingeniería social; la simplificación de la ingeniería
social consolida la revolución cultural. Y sin familia, finalmente, no tenemos
nada que intermedie entre la sociedad y el Estado.
Hay simples
átomos aislados, individuos desarraigados, fáciles de manipular y de absorber
por un Estado total, algo contra lo que siempre advirtió un liberal como
Tocqueville.
Los
abortistas intentan convencer a través del lenguaje que el aborto es un
derecho, ¿cómo desmonta usted este postulado?
Nadie tiene
el derecho a asesinar a un ser humano inocente. Ninguna sociedad es posible
donde este derecho no se reconoce, expresa o implícitamente. Se dirá, no
obstante, que aquello que se hospeda en el vientre materno durante nueve meses,
al ser «parte del cuerpo de la madre», depende entonces del derecho de ella
misma a decidir sobre su propio cuerpo.
Craso error:
no la Iglesia, no una encíclica, no una bula papal, sino la propia ciencia ha
demostrado que «aquello» no es «parte» del cuerpo de la mujer, sino que tiene
una carga genética única e irrepetible: es un ser humano que, como cualquier
otro ser humano, necesita pasar como parte de su ciclo vital en el vientre
materno esos nueve meses.
«Los
derechos humanos son en el derecho como la inflación en la economía»
Niñez,
juventud, adultez, vejez… son fases de cualquier vida humana que se extiende en
el tiempo. La fase intrauterina es una fase más, dentro de las tantas que
componen toda biografía humana. Lo curioso es que aquellos que tuvieron el
derecho a vivir esa fase vital, son quienes hoy piden por el derecho a asesinar
en esa fase vital.
¿Cómo
explicaría a otra persona que el llamado ‘matrimonio homosexual’ no es un
derecho humano?
Entendiendo
que lo que se ha hecho con los «derechos humanos» ha sido una atrocidad. Los
derechos humanos son en el derecho como la inflación en la economía. En esta
última, a medida que imprimimos moneda sin respaldo el valor de nuestro dinero
se pierde. Con los derechos humanos pasa algo muy similar: a medida que se inventan
más y más derechos humanos (por que no son más que eso: un invento acorazado
con coerción), los derechos que teníamos van perdiendo valor por algo que
podríamos llamar «inflación de derechos». Si todo es «derecho humano», nada es
derecho humano.
Hablar de
«matrimonio homosexual» es hablar de una contradicción en sus términos. La
institución matrimonial expresa su significado en su propio significante (cosa
que no todos los significantes logran): «matrimonio» viene de matriz, es decir,
de la idea de útero materno; viene de maternidad.
El
matrimonio es la unión humana afectiva y dotada de cierta estabilidad a través
de la cual existe la potencialidad de la maternidad. Digo «potencialidad»
porque existen matrimonios que por distintas circunstancias no pueden o no
quieren tener hijos. Pero eso no invalida la potencialidad inherente a la
naturaleza del vínculo en cuanto tal. Luego, «matrimonio homosexual» es cosa
imposible, porque ninguna potencialidad existe entre personas del mismo sexo de
traer a la sociedad nuevas generaciones de seres humanos.
No debería
ser necesario aclarar que, no obstante, los homosexuales tienen toda la
libertad y el derecho de establecer vínculos afectivos y eso está muy bien. Lo
que sí a veces es bueno aclarar es que muchos de ellos ya se están revelando
contra la ideología de género y han nacido incluso organizaciones de
homosexuales que reniegan de la idea de «matrimonio homosexual» y de la
adopción homoparental.
Fuente: ACTUAL.COM
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