LA HABANA, Cuba
(27 Agosto 2019).- El tiempo destruye todo menos la veneración de los cubanos
por Benny Moré, que continúa como el monarca indiscutido de las sonoridades de
Cuba, la “Mayor de las Antillas” hasta hoy, día en que se cumplen los 100 años
de su natalicio.
Lo
consideran el “Bárbaro del ritmo” y el más grande artista que subió a los
escenarios de esta isla y otros países de Latinoamérica.
El fanatismo
es tal entre muchos cubanos, que todas las mañanas, Eliso Rojas, en su humilde
casa del barrio Marianao en esta capital, sintoniza la emisora de radio local y
sonríe, cuando el ambiente se llena con la grabación añeja de una cálida y
sensual voz que entona: “Hoy como ayer, yo te sigo queriendo…”.
“Yo era enfermo a ir al Alí-Bar a verlo
actuar, el Benny está fuera de liga”, recuerda el señor Rojas, que ya tiene 78
años y todavía habla de su ídolo en presente, como si no hubiese muerto hace
más de 55 años.
“¡Era el rey
en aquel momento, y siempre!”, remata para que no queden dudas de quién lleva
la corona en este país tan bailador y lleno de géneros musicales distintos.
El mito del
famoso cantante, compositor y director de orquesta, que tanto influyera en el
boricua Tito Puente, no se ha extinguido y para todos aquí sigue siendo casi un
dios de la música.
Se llamó
oficialmente Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez y nació 24 de agosto de 1919
en Santa Isabel de las Lajas, pueblo pequeño y cercano a la ciudad de
Cienfuegos, en el centro de la isla. Su nombre lo perdió cuando otro grande de
la música, Miguel Matamoros, le dijo que estaba muy feo para un artista que
quería triunfar como solista. Desde entonces fue Benny Moré.
El
prestigioso crítico y académico cubano Joaquín Borges-Triana, asegura a El
Nuevo Día que “su caso es el de los artistas que trascienden su época y
devienen modelo para otros. Su grandeza responde a varias razones: como intérprete,
cantó de todo en materia de música popular cubana y lo hizo bien, eso ocurre en
contadas excepciones”.
Camino de pobreza
Ese nivel de
perfección lo alcanzó Moré luego de años de penurias en su tierra natal, y en
La Habana, sitios en los que fue agricultor, machetero de caña, estibador,
vendedor ambulante de hierbas medicinales y otros oficios humildes que
desempeñó en su dura vida. Sin embargo, nunca se apagó su pasión por la música,
heredada con naturalidad de su familia descendiente de esclavos africanos del
Congo.
Aunque
debuta conun septeto de sonen 1935, su triunfo no es inmediato y se ve obligado
a deambular haciendo otros trabajos entre la capital, Santa Isabel de las Lajas
y la provincia de Camagüey.
En 1940
decide dedicarse exclusivamente a la música, como trovador errante por el
puerto de La Habana Vieja y las playas de Marianao. Incluso se presentó en el
famoso programa de talentos de la emisora CMQ, la Corte Suprema del Arte, donde
fue descalificado a poco de comenzar su número.
Un golpe de
suerte hizo que lo recomendaran al célebre Miguel Matamoros, autor de “Lagrimas
negras” y “Son de la loma”, quien lo acoge en su agrupación en 1945 y poco
después lo lleva a México, donde “Bartolo” Moré se convertiría en una voz
popular.
Aparece el “El bárbaro del ritmo”
Cuando
Matamoros decide regresar a Cuba, Moré continúa solo en México. Es entonces que
el mentor le recomienda cambiarse el nombre y él acepta convirtiéndose en el
legendario Benny.
Hacia
finales de la década del 40, es la voz principal de las orquestas de Mariano
Mercerón y Dámaso Pérez Prado, el famoso impulsor del mambo. Con Pérez Prado
alcanza el éxito rotundo y graba unos 60 discos, entre ellos los que lo harían
un fenómeno, como “Bonito y Sabroso”.
Le llamaban
entonces el “Príncipe del Mambo” y ya era conocido en Puerto Rico, todo el
Caribe y Brasil, pero regresa a Cuba en 1951, porque quería afianzar su carrera
en su país natal.
Estarían por
llegar los años más fructíferos, cuando para escuchar al Benny en el Centro
Gallego de La Habana la muchedumbre de fanáticos desbordaba las aceras e
invadía los jardines del Capitolio Nacional.
Sin estudios
académicos de música en agosto de 1953 crea su famosa “big band”, a la que
llamaba La Tribu, un formato de jazz band norteamericana.
“Aprendió
mucho de Pérez Prado y Mariano Mercerón, y desarrolló después todo ese caudal
de experiencia. Hizo aportes a ese tipo de formación que nació en Estados
Unidos, pero con él en Cuba adquiere una personalidad propia, a través del estilo
y los ritmos tradicionales que utilizó”, explica a este diario Joaquín
Betancourt, Premio Nacional de la Música en la “Mayor de las Antillas”.
Betancourt,
ganador de un Grammy Awards como productor, dirige a la Joven Jazz Band en dos
espectáculos con repertorio del “Bárbaro del ritmo”, en honor a su centenario,
el 24 y el 25 de agosto en el capitalino Teatro Mella.
“Estableció
un estilo propio de cantar la música de esta isla y eso es una de las cosas más
honorables que pueda lograr un artista, en un mundo que con doce notas se han
hecho tantas cosas ya”, dice el maestro.
Un trabajo
reciente de la investigadora de música cubana Rosa Marquetti, explica que Moré
haría varias presentaciones en Estados Unidos durante los 50, y sus discos
circulaban mucho en la comunidad boricua. Uno de sus escenarios recurrentes fue
el emblemático Teatro Puerto Rico de Nueva York (el Bronx).
Por aquella
época el cubano conoció al timbalero puertorriqueño Tito Puente, quien
compartió escenario con él y se volvió un fanático del “Bárbaro del
ritmo”.
Puente sacó
varios discos con repertorio de legendario cubano, entre ellos el de 1978
“Homenaje a Benny”, con las voces de Celia Cruz y los boricuas Santos Colón y
Cheo Feliciano, entre otros, que le reportó su primer Grammy Award.
La leyenda interminable
Luego del
triunfo de la Revolución de Fidel Castro en 1959 Benny Moré prefirió quedarse
en la “Mayor de las Antillas”. La vida bohemia le iba cobrando silenciosa
cuenta al genio musical, aficionado a la bebida y diagnosticado con cirrosis
hepática.
Aunque
disminuyó el consumo de alcohol, no dejó de actuar por todo el país.
El crítico
Joaquín Borges-Triana recuerda que “finalmente, fue un ejemplo de entrega al
trabajo, simbolizado en el hecho de que, a pesar de estar enfermo, cantó hasta
su postrer aliento y así, terminó vomitando sangre en su última presentación
durante un concierto en su amada ciudad de Palmira”.
Tres días
después de aquel suceso, Benny Moré murió el 19 de febrero de 1963. Dejaba unos
250 registros fonográficos, que recogían una impresionante variedad de géneros
en temas suyos (“Ensalada de mambo”, “Desdichado”) o de otros grandes autores
como “Me voy pa'l pueblo” (guaracha de Mercedes Valdés), “Cómo fue” (bolero de
Ernesto Duarte) y los boleros “Perdón” y “Obsesión”, del boricua Pedro Flores.
“Casi todo
lo de Benny está vigente. Era un genio que felizmente ha influido a muchas
generaciones, todos los cantantes cubanos del son han tratado de imitarlo,
nadie critica que imitemos a nuestros padres y él era un padre de la música”,
afirma Joaquín Betancourt.
“Además de
ser un cantante extraordinario y muy completo, de ser un sonero, un bolerista,
un trovador, era un magnífico director de orquesta y arreglista sin escribir
una nota en el pentagrama. Su personalidad era de un carisma especial, porque
incluso estableció modas de vestir”.
Pero la
huella más persistente de Benny Moré se ve en gente de pueblo como Eliso Rojas,
que no lo olvida.
“Hasta ahora
nadie como él. La música cubana ha decaído un poco, pero bueno, artistas como
así vienen cada mil o 500 años ¡eso no se da silvestre!”, dice nostálgico el
anciano Rojas y sube el volumen de la radio para escuchar el próximo bolero.
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