CARDENAL GEORGE PELL: EN LA CÁRCEL PERDONÉ A MIS ACUSADORES, LA FE ME MANTUVO VIVO
CIUDAD DEL VATICANO (8 Junio 2021).- Desde hace catorce meses, el cardenal George Pell, prefecto emérito de la Secretaría para la Economía, es de nuevo un hombre libre y hoy, 8 de junio de 2021, ha podido celebrar su octogésimo cumpleaños en su propio país, Australia.
Nos pusimos en contacto con él por teléfono mientras
estaba en régimen de aislamiento por motivos sanitarios relacionados con el
COVID, para comentar con él la publicación en Italia de su "Diario en
prisión" Volumen I, editado por Cantagalli.
El libro recoge en 400 páginas las notas diarias
redactadas por el cardenal desde el 27 de febrero hasta el 13 de julio de 2019,
mientras estaba en la cárcel de Melbourne acusado de abusos sexuales a menores
de los que luego será exonerado completamente por una sentencia del Tribunal
Superior sólo en abril de 2020.
Pell había sido condenado a seis años de prisión en
marzo de 2019 y el recurso de sus abogados ante el Tribunal Supremo de Victoria
fue rechazado por dos de los tres jueces en agosto de ese año.
Luego, la apelación ante el Tribunal Superior de
Australia, que anuló la condena. El cardenal siempre se ha declarado inocente,
calificando el delito del que se le acusa como un crimen horrible e
intolerable.
La sentencia absolutoria fue acogida con satisfacción
por la Santa Sede, que -en un comunicado- dijo que siempre había confiado en
las autoridades judiciales australianas. Luego, el pasado 12 de octubre, el
encuentro con el Papa en el Vaticano durante el cual Francisco le agradeció su
testimonio.
No, por supuesto que no. Nunca lo hubiera pensado. He
luchado mucho para que no ocurra, pero desgraciadamente sin éxito. Fue una
combinación de circunstancias, mentiras y engaños, pero finalmente llegó mi
liberación, gracias al Tribunal Supremo.
¿Por
qué llevó un diario de sus 13 meses de prisión?
Por muchas razones. Pensé que podría ser útil para los
que están en dificultad, para los que están pasando por un momento de
sufrimiento, como el que yo pasé. Entonces pensé que llevar un diario tendría
cierto interés desde el punto de vista histórico, porque no había muchos
cardenales que tuvieran la experiencia de la cárcel. Pero también porque había
descubierto que muchos presos se han dedicado a escribir, empezando -en el
ámbito católico- por San Pablo. Escribir en la cárcel es una buena terapia.
¿En
qué medida le ayudó la oración a vivir la humillación y el malestar del
encarcelamiento?
Debo decir que la fe y la oración han sido
fundamentales, me ayudaron a cambiar completamente la perspectiva de esos días
de detención. Hoy les digo a todos, utilizando una expresión inglesa, que en la
cárcel tuve la confirmación de que el "paquete" cristiano funciona.
Mi experiencia muestra cuánto nos ayudan las enseñanzas de la Iglesia, cuánto
ayuda rezar, buscar la gracia de Dios. Sobre todo, cuando comprendemos que se
pueden vivir los propios sufrimientos personales en función de un bien mayor,
podemos asociar nuestro sufrimiento al de Jesús. Como cristianos sabemos, de
hecho, que hemos sido redimidos por la pasión y muerte del Hijo de Dios. Vivir
esta enseñanza sobre el valor del sufrimiento realmente lo cambia todo cuando
uno se encuentra en una situación como la mía.
Durante sus días de encarcelamiento, ¿qué relaciones
tenía con los demás presos? Usted escribe que advertía su sufrimiento...
Yo en la cárcel estaba en aislamiento, para garantizar
mi protección personal. Nunca vi a los otros once detenidos que estaban conmigo
en la misma sección. Sólo durante los últimos cuatro meses de mi
encarcelamiento pude conocer a otros tres reclusos y hablar con ellos. Pero la
mayor parte del tiempo sólo podía escuchar la rabia, la angustia de mis
compañeros de prisión, sin tener ninguna relación personal.
En
su diario cuenta que desde su celda escuchaba a menudo las oraciones de los
detenidos musulmanes. ¿Qué efecto le hacía rezar escuchando esas oraciones?
Para mí sólo hay un Dios, somos monoteístas. Las
concepciones teológicas de los cristianos y de los musulmanes son evidentemente
diferentes, pero todos rezamos de manera diferente al mismo Dios. No existe el
Dios de los musulmanes, el de los cristianos o el de otras religiones, sólo hay
un Dios.
En
el diario escribe que en la cárcel todos los días perdonaba, bendecía y rezaba
por sus acusadores... ¿Fue difícil perdonarlos?
Debo admitir que a veces era difícil. Pero una vez que
se tomó la decisión de perdonar todo vino como consecuencia. Para mí, no fue
tan difícil perdonar a la persona que me acusó. Sabía que era una persona que
había sufrido y estaba muy confundida y quién sabe qué más....
Mientras
estuvo detenido recibió miles de cartas de apoyo, ¿cómo le afectaron?
Me ayudaron enormemente. Muchos eran obviamente de
Australia, pero también de Estados Unidos y del resto del mundo. También de
Italia, Alemania, Inglaterra e Irlanda. Fueron una gran ayuda y estímulo para
mí. A veces las familias me escribían. Muchas veces eran cartas llenas de
espiritualidad, otras de teología, otras de cultura histórica. Realmente las
cartas que trataban una gran variedad de temas y eso me ayudó mucho.
Incluso
en la cárcel, ¿siempre creyó en la providencia?
Sí, aunque a veces no entendiera lo que hacía la
providencia de Dios. Pero siempre creí que Dios estaba detrás de todo lo que me
ocurría.
¿Qué
le han enseñado estos trece meses como hombre de Iglesia?
La importancia de la perseverancia. La importancia de
las cosas simples, como la fe, el perdón, la redención del sufrimiento.
Normalmente, cuando vives en la cárcel te ves obligado a enfrentarte a los
temas fundamentales de la vida, a las cosas simples y fundamentales. Esto
también me pasó a mí y debo decir que gracias a Dios sobreviví.
¿Puede
el escándalo de la pederastia ser una ocasión para la renovación de la Iglesia?
Debe serlo. No podemos seguir en la misma línea. Es un
tipo de cáncer espiritual y moral. Me parece que aquí en Australia hemos
trabajado seriamente para erradicarlo, pero es un deber de todos los sacerdotes
y de todos los obispos del mundo asegurar que estos escándalos no se repitan.
Demasiado sufrimiento, demasiado dolor. El fenómeno de los abusos en la Iglesia
demuestra una vez más que a menudo no hemos seguido las enseñanzas de Jesús. Si
hubiéramos seguido los mandamientos del Decálogo, todo esto no habría ocurrido.
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