PAPA FRANCISCO EN CHIPRE: "SE NECESITAN CRISTIANOS LUMINOSOS"
NICOSIA, Chipre (3 Diciembre 2021).- El Papa en la homilía en el Estadio GSP habló de tres pasos que en este Adviento “pueden ayudarnos a acoger al Señor que viene”. El punto de partida fue el Evangelio de Mateo que habla de la curación de los ciegos que van hacia Jesús, juntos le llevan sus sufrimientos y anuncian con alegría su curación. Lo hacen porque “perciben que, en la oscuridad de la historia, Él es la luz que ilumina el mundo".
En la memoria de San Francisco Javier el Papa celebró
la Santa Misa en el Estadio Neo GSP de Chipre. Del Evangelio de Mateo, que
narra de los ciegos que expresaban a gritos a Jesús su miseria y esperanza, el
Papa Francisco desarrolló su reflexión, deteniéndose en tres pasos del
encuentro que, en este camino de Adviento, “pueden ayudarnos a acoger al Señor
que viene.”
«¡Hijo
de David, ten piedad de nosotros!»
Los ciegos que gritaban a Jesús mientras lo seguían,
llamándolo “Hijo de David” - título que era atribuido al Mesías, que las
profecías anunciaban como proveniente de la estirpe de David – no lo “veían”,
pero “escuchaban su voz y seguían sus pasos”. Buscaban en Cristo “lo que habían
preanunciado los profetas, es decir, los signos de curación y de compasión de
Dios en medio de su pueblo”. Los dos ciegos del Evangelio – dijo el Santo Padre
- “se fían” de Jesús y lo siguen en busca de luz para sus ojos. Y lo hacen
porque “perciben que, en la oscuridad de la historia, Él es la luz que ilumina
las noches del corazón y del mundo, que derrota las tinieblas y vence toda
ceguera”.
También nosotros, como los dos ciegos, tenemos
cegueras en el corazón. También nosotros, como los dos ciegos, somos viajeros a
menudo inmersos en la oscuridad de la vida. Lo primero que hay que hacer es
acudir a Jesús, como Él mismo dijo: «Vengan a mí todos los cansados y abrumados
por cargas, y yo los haré descansar» (Mt 11,28). ¿Quién de nosotros no está de
alguna manera cansado y abrumado? Pero nos resistimos a ir hacia Jesús; muchas
veces preferimos quedarnos encerrados en nosotros mismos, estar solos con
nuestras oscuridades, autocompadecernos, aceptando la mala compañía de la
tristeza. Jesús es el médico, sólo Él, la luz verdadera que ilumina a todo
hombre (cf. Jn 1,9), nos da luz, calor y amor en abundancia. Sólo Él libera el
corazón del mal.
El “primer paso” indicado por el Papa es, pues, “ir
hacia Jesús”: darle la posibilidad de curarnos el corazón.
Si
cada uno piensa en sí mismo, no podrá curarse la ceguera
Tal como reza el relato evangélico, en este caso no se
cura a un solo ciego, sino dos: “se encuentran – dijo el Papa - juntos en el
camino”. Lo significativo, tal como indicó el Santo Padre, es que dicen a
Cristo “ten piedad de nosotros”. No piensa “cada uno en su propia ceguera, sino
que piden ayuda juntos”. Se trata del “signo elocuente de la vida cristiana, el
rasgo distintivo del espíritu eclesial” que es “pensar, hablar y actuar como un
‘nosotros’, saliendo del individualismo y de la pretensión de la
autosuficiencia que enferman el corazón”.
Los dos ciegos, al compartir sus sufrimientos y con su
amistad fraterna, nos enseñan mucho. Cada uno de nosotros de algún modo está
ciego a causa del pecado, que nos impide “ver” a Dios como Padre y a los otros
como hermanos. Esto es lo que hace el pecado: distorsiona la realidad, nos hace
ver a Dios como el amo y a los otros como problemas. Es la obra del tentador,
que falsifica las cosas y tiende a mostrárnoslas bajo una luz negativa para
arrojarnos en el desánimo y la amargura. Y la horrible tristeza, que es
peligrosa y no viene de Dios, anida bien en la soledad. Por tanto, no se puede
afrontar la oscuridad estando solos. Si llevamos solos nuestras cegueras
interiores, nos vemos abrumados. Necesitamos ponernos uno junto al otro,
compartir las heridas y afrontar el camino juntos.
Son esos los motivos por los que el Papa señala el
segundo paso: el de llevar “juntos” a Jesús nuestras heridas. Y es el motivo
por el que “frente a cada oscuridad personal y a los desafíos que se nos
presentan en la Iglesia y en la sociedad” somos llamados “a renovar la
fraternidad”, puesto que, “si permanecemos divididos entre nosotros, si cada
uno piensa sólo en sí mismo o en su grupo, si no nos juntamos, si no
dialogamos, si no caminamos unidos, no podremos – aseguró Francisco - curar la
ceguera plenamente”.
Se
necesitan cristianos “luminosos”
Aunque Jesús había recomendado a los ciegos, tras
haberlos curado, que no dijeran nada a nadie, ellos, sin embargo, hicieron lo
contrario. No fue para “desobedecer al Señor”, sino simplemente porque “no
lograron contener el entusiasmo” del encuentro y de su curación. De ahí que el
tercer y último paso indicado por el Papa haya sido el de “anunciar el
Evangelio con alegría”, signo distintivo del cristiano:
La alegría del Evangelio, que es incontenible, «llena
el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús» (Exhort. ap.
Evangelii gaudium, 1), libera del riesgo de una fe intimista, distante y
quejumbrosa, e introduce en el dinamismo del testimonio.
Vivir con alegría el anuncio liberador del Evangelio,
aseguró Francisco, “no se trata de proselitismo, sino de testimonio; no es
moralismo que juzga, sino misericordia que abraza; no se trata de culto
exterior, sino de amor vivido”. He aquí que animó a los chipriotas, tras haber
manifestado su alegría por ver cómo viven el Evangelio, a seguir adelante y a
renovar el encuentro con Jesús, saliendo “sin miedo” para testimoniarlo,
llevando “la luz” recibida para “iluminar la noche que a menudo nos rodea”.
Se necesitan cristianos iluminados, pero sobre todo
luminosos, que toquen con ternura las cegueras de los hermanos, que con gestos
y palabras de consuelo enciendan luces de esperanza en la oscuridad; cristianos
que siembren brotes de Evangelio en los áridos campos de la cotidianidad, que
lleven caricias a las soledades del sufrimiento y de la pobreza.
Renovar la confianza en Jesús, que “escucha el grito
de nuestras cegueras” y que “quiere tocar nuestros ojos y nuestro corazón”,
“atraernos hacia la luz, hacernos renacer y reanimarnos interiormente” es la
recomendación final del Papa que invoca, al final de su homilía al Hijo de
Dios:
“¡Ven,
Señor Jesús!”
Agradecimiento
de Mons. Selim Sfeir y saludo final del Papa: "pienso en los
migrantes"
Al final de la Santa Misa el agradecimiento de
Monseñor Selim Sfeir, Arzobispo de Chipre de los Maronitas, al Papa por su
visita. Un agradecimiento que se convierte en Acción de gracias a Dios, por Su
amor incondicional por cada uno de nosotros, por “permitirnos ser responsables
los unos de los otros”, por representar Su presencia “vivificante” para los
demás. También a la Santísima Trinidad, por su “obra de salvación” en Su Iglesia
“en nombre de todos los pueblos, lenguas y civilizaciones” que se encuentran en
tierra chipriota. Las alabanzas a Dios Padre, a Jesús, al Espíritu y la expresa
voluntad dirigida a María de ir con ella “hacia los demás” y hacia su Hijo
Jesús, hecha ante el Sucesor de Pedro, culmina con los aplausos de los
presentes y con el saludo final del Papa Francisco que, previa entrega de un
cáliz al Arzobispo de Chipre de los Maronitas y al Patriarca Latino de
Jerusalén, demuestra su gratitud por la acogida y el afecto brindado, y dice:
Aquí en Chipre estoy respirando un poco de esa
atmósfera típica de Tierra Santa, donde la antigüedad y la variedad de las
tradiciones cristianas enriquecen al peregrino. Esto me hace bien, y hace bien
encontrar comunidades de creyentes que viven el presente con esperanza,
abiertas al futuro, y que comparten este horizonte con los más necesitados.
Pienso particularmente en los migrantes que buscan una vida mejor, con los que
tendré mi último encuentro en esta isla, junto a los hermanos y hermanas de
diversas confesiones cristianas.
Gracias a todos los que han colaborado en esta visita.
Recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen Santa los proteja.
Efcharistó! [¡Gracias!]
Por la tarde, tras haber almorzado en privado en la
Nunciatura Apostólica, el Santo Padre Francisco se dirige a la Iglesia
Parroquial de la Santa Cruz, punto de referencia para la comunidad católica en
Chipre, en donde tendrá lugar la Oración Ecuménica con los migrantes.
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