LA MÁRTIR MARÍA AGUSTINA CONOCIDA COMO LA "HERMANA AGUCHITA" FUE BEATIFICADA EN LA SELVA CENTRAL PERUANA
LIMA, Perú (8 Mayo 2022).- En la selva central peruana fue beatificada la “Hermana Aguchita”, la ceremonia la presidió el cardenal Baltazar Porras, cómo enviado del Papa Francisco. “También a ella la amó el Señor porque dio la vida para recobrarla, nadie se la quitó, la dio voluntariamente”.
La población de La Florida, en el Vicariato Apostólico
de San Ramón en Perú, vivió la alegría de la santidad reflejada en la nueva
beata de la Iglesia Católica, la “Hermana Aguchita” -mártir María Agustina de
Jesús Rivas López-. Su fiesta litúrgica será celebrada cada 26 de septiembre en
los lugares y modalidades establecidas por el Derecho Canónico.
“En ella, el martirio no fue una improvisación sino el
holocausto final del amor a su vocación”, dijo el cardenal Baltazar Enrique
Porras Cardozo, Arzobispo de Mérida, y Administrador Apostólico de Caracas
(Venezuela), enviado del Papa Francisco a la selva central peruana para
presidir esta ceremonia.
La religiosa reconocida desde hoy como Beata, fue
asesinada en 1990 por un grupo terrorista, por odio a la fe mientras cumplía
con su misión pastoral en la Amazonía.
Semillas
de paz y de amor
“Esta Palabra de Dios, proclamada hoy aquí, se cumple,
en nuestra santa, y debe cumplirse también en todos nosotros, llamados a ser
fieles seguidores desde estas lejanas tierras de la inmensa selva amazónica,
marcados con el sello del amor en todo nuestro ser, físico y espiritual, para
seguir siendo, semillas de paz y de amor que se irradien y extiendan por el
mundo entero”, expresó el Cardenal Porras en su homilía.
Recordó el cardenal Baltazar Porras que la Hermana
Aguchita, “cargada de años, virtudes y añoranzas, aceptó gozosa la obediencia
de ser misionera en el Vicariato de San Ramón, a pesar de sus achaques. No lo
rehuyó, sino que lo asumió con alegría y entusiasmo”.
El
valor de la familia
Además, destacó en la vida de la religiosa de la
Congregación del Buen Pastor, la influencia religiosa de su familia: “De allí,
el trabajo tesonero y la prioridad que debemos dar a la pastoral familiar, más
allá de convencionalismos, y de familias truncadas por tantas circunstancias
que nos obligan, no a condenar o desechar, sino al contrario, reivindicar el
que ‘con franqueza los condicionamientos culturales, sociales, políticos y
económicos, impiden una auténtica vida familiar’ (Amoris Laetitia, 202)”.
Manifestó Porras que lo más impresionante de la vida
espiritual de la Hermana Aguchita es que “la contemplación en la acción fue
norte de su quehacer cotidiano y se blindó con la exigencia de su congregación
de que ‘la muerte no se improvisa, el amor es nuestra vocación”.
Sanar
el dolor y el desprecio
El enviado del Papa, denunció el "sin sentido de
la violencia" que causó la muerte a la nueva Beata, y a tantas personas en
la actualidad.
“Que la guerrilla y la guerra desaparezca para siempre
del mundo entero y de esta tierra bendita de la selva amazónica. Seamos capaces
de sanar el dolor y el desprecio, asegurando, construyendo lentamente la
globalización de la solidaridad sin dejar a nadie al margen”.
Luego exhortó con urgencia a “encarnar la idea de la
permanencia de una vida auténticamente humana sobre la tierra, abonada con la
exigencia cristiana de asumir la fragilidad y debilidad de la condición humana
como una fuerza para la confianza en la acción de la gracia que nos llama a ser
constructores de la fraternidad y de la paz”.
“También a ella la amó el Señor porque dio la vida
para recobrarla, nadie se la quitó, la dio voluntariamente”, dijo.
Y meditando en el Evangelio del Buen Pastor, pidió que
“la ternura y el amor misericordioso, la tolerancia y el respeto, la acogida y
la no discriminación, la opción por la vida y el amor a la naturaleza, propias
de la espiritualidad del Buen Pastor, se convirtieron en ofrenda agradable a
Dios para bien de todos”.
La
oración de la Hermana Aguchita
Al final dirigieron a Dios la oración, por intercesión
de la Hermana Aguchita:
“Señor, que ves, que puedes, haz de tu miserable, lo
que tú quieras, soy tuya, quema mis pecados, mis fallas y miserias; levanta mi
alma de mis caídas y recibe mis dolores y sacrificios y lágrimas por mis
sacerdotes de Cuba, de mi Patria, por los míos en particular. Soy cobarde,
Señor, enséñame a sonreír en el dolor, esconder y disimular mis angustias,
que sepa yo sorber las lágrimas”. “Tú lo sabes y ves la intención mía. Soy
capaz de tantas calamidades, sosténme Padre mío de la mano; de todo estoy tan
decepcionada de mi trabajo, mis fracasos, la falta de organización, solo tú
lo puedes arreglar”. Señor, hoy pasé junto a ti bajo la sombra del Amor y
Misericordia, has aliviado mis heridas hondas. Comprendo que pides más
santidad a mi pobre alma. Quien, sino Vos puede realizar este ideal en mí,
mísera y ruin criatura”.
Beata María Agustina, ruega e intercede por tu pueblo.
Viva Jesús y María. Amén.
Por JOHAN
PACHECO/Vatican News
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