SI EL PLANETA TIERRA FUERA UNA PERSONA, PROBABLEMENTE ESTARÍA TIMBADO EN CAMA DE HOSPITAL CON UN GOTEO DE MORFINA
CIUDAD DEL VATICANO (24 Mayo 2024).- En el séptimo aniversario de la encíclica Laudato si’, trazamos un balance de cuánto se hizo hasta ahora y de cómo las palabras proféticas de Francisco han hecho iniciar procesos fecundos, en todos los ámbitos tocados por el texto, interpelando a los gobernantes, así como también a los niños al punto de transformar la urgencia en una costumbre: cuidar la Casa Común, y cada una de sus creaturas, incluso la más efímera.
Si el Planeta Tierra fuera una persona, probablemente
estaría hoy tumbado en alguna cama de hospital con un goteo de morfina
conectado a su brazo para aliviar los numerosos e insoportables dolores que le
aquejan. Ha sido el hombre, sobre todo en las últimas cuatro décadas, el que,
como buen médico, se ha esforzado en hacer la historia clínica del paciente,
sometiéndolo a análisis clínicos especializados, hasta llegar a un diagnóstico
poco halagüeño: la contaminación; el cambio climático; la desaparición de la
biodiversidad; la deuda ecológica entre el Norte y el Sur, vinculada a los
desequilibrios económicos; el antropocentrismo; el dominio de la tecnocracia y
las finanzas, con la prevalencia de una "cultura del despilfarro"
rampante que lleva a la explotación de los niños, el abandono de los ancianos,
la esclavización de los demás, el comercio de órganos o los diamantes de
sangre.
En una palabra, el "cáncer", y además el
cáncer "en última fase", que quizá sea más temible que las
enfermedades descriptas anteriormente, pero que nos deja indiferentes porque no
ha afectado a ningún miembro de nuestra familia o a amigos de toda la vida. Sin
embargo, ese mismo médico, tan escrupuloso en la fase de diagnóstico, se olvidó
de encontrar una cura. O donde la había encontrado, para administrarla
diariamente, con perseverancia y amor. Hace siete años, el 24 de mayo de 2015,
con la encíclica Laudato si', fue el Papa Francisco quien relanzó la urgencia
de una terapia dirigida contra las enfermedades de la Tierra, apelando no a los
médicos profesionales, sino a "todos los hombres y mujeres de buena
voluntad": 221 páginas, una introducción, 6 capítulos y dos espléndidas
oraciones finales que inmediatamente dejaron su huella no solo en la Doctrina
Social de la Iglesia, sino también en los procesos políticos, económicos y ecológicos
de nuestras sociedades globalizadas.
Palabras
proféticas
Hoy también a la luz de la dramática experiencia de la
pandemia que nos ha puesto de rodillas y de la guerra que continúa sembrando
terror y destrucción, tenemos la prueba por una parte de las intuiciones
“proféticas” del texto de Francisco y, por otra, de su fuerza, tan simple como
el verso del Cántico de las Criaturas del que toma su nombre y, al mismo
tiempo, tan eficaz, como lo es toda palabra dirigida a Dios con fe.
Los frutos de la encíclica del Papa Bergoglio, la
segunda de todo su Pontificado, han, de hecho, iniciado procesos fecundos,
muchos de ellos aún en curso, en todos los ámbitos tratados en el texto,
interpelando a los gobernantes, como también a los niños, decididos, con pies
de plomo, a hacer su parte. El bagaje cultural y magisterial en el que se
asienta la reflexión del Papa es amplio y bien documentado: desde Pablo VI, que
se refirió al problema ecológico presentándolo como una crisis que es
"consecuencia dramática" de la actividad incontrolada del ser humano,
hasta San Juan Pablo II, pasando por Benedicto XVI, que ha invitado con
preocupación a reconocer que la Creación está comprometida allí "donde
somos las últimas instancias, donde el todo es simplemente de nuestra propiedad
y lo consumimos solo para nosotros mismos".
Y, sin embargo, en la maravillosa obra de las manos de
Dios, no hay depredadores ni egoísmo, no hay amos y esclavos, no hay un entorno
que se pueda explotar a voluntad, sino un lugar, un hogar de hecho, que se comparte
en armonía. Francisco dice: “La Biblia nos enseña que el mundo no nació del
caos o del azar, sino de una decisión de Dios que lo llamó y siempre lo llama a
la existencia, por amor. El universo es bello y bueno, y contemplarlo nos
permite vislumbrar la infinita belleza y bondad de su Autor. Cada criatura,
incluso la más efímera, es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar
en el mundo”.
Todo
está conectado, incluso las crisis
El primero y valioso fruto de la Laudato si’ es
precisamente su capacidad de conectar aspectos que, con anterioridad, se
trataban sectorialmente. No es casualidad que entre las expresiones más citadas
se encuentre “la ecología integral”, que está en el centro mismo, el "todo
está conectado", que se ha convertido casi en un eslogan, y la anotación
de que "no hay dos crisis searadas, una ambiental y otra social, sino una
única y compleja crisis socio-ambiental": el Planeta está mal, pero el
hombre ciertamente no está mejor, obligado por la hambruna, el hambre, los
desplazamientos de tierra, las inundaciones, las guerras, la corrupción, a
abandonar su hogar, sin saber si alguna vez encontrará otro.
También este año hemos contado en Vatican News muchas
historias inspiradas en Laudato si’, desde Roma hasta las Islas Salomón,
atravesando los 5 continentes con los testimonios de quienes han querido
ponerle cara. La acción a favor del medio ambiente es transversal a las
culturas, a los pueblos, a los contextos geográficas, a las creencias, aunque
hay que decir que la Iglesia ha sido un enorme hervidero de ideas y proyectos,
gracias a los cuales las palabras del Pontífice no quedaron en papel mojado.
Los
proyectos
En Ghana, por ejemplo, los obispos de la Conferencia
Episcopal están haciendo un esfuerzo para plantar un millón de árboles, una
acción concreta para complementar y apoyar el proyecto gubernamental “Green
Ghana”, lanzado en junio de 2021.
En Kenia, ya habían comenzado, el año pasado, con la
plantación de semillas en el bosque de Kakamega, el único bosque tropical que
queda en el país. En el programa participaron 500 personas de distintas
confesiones cristianas, que también realizaron iniciativas de sensibilización
por un uso más respetuoso de los recursos de la tierra. Plantar un árbol -había
dicho el Papa Francisco precisamente en Kenia en 2015- es, en primera
instancia, una invitación a seguir luchando contra fenómenos como la
deforestación y la desertificación. A su vez, plantar un árbol nos provoca a
seguir confiando, esperando y especialmente comprometiendo nuestras manos para
revertir todas las situaciones de injusticia y deterioro que hoy padecemos”.
Con esta visión, los jóvenes del Movimiento Laudato
si’, en modo particular, intervinieron también en el ámbito urbano para
afrontar sea simbólica como concretamente uno de los más grandes desafíos a los
que se enfrentan las ciudades: el de la inmensa producción de residuos. Y así,
en colaboración con la ONG Nairobi Recyclers (Narec), dieron vida a un proyecto
de reciclaje que busca limpiar parte de la capital. Además de recoger la basura
y de proteger el medio ambiente de la contaminación, el equipo de Nairobi
Recyclers identificó 17 escuelas y 5 casas religiosas de acogida para niños
donde pretende plantar más de mil árboles frutales y otras especies. Pero la
Iglesia, además de los proyectos de reforestación en África, ha puesto en
marcha, en otros contextos, de descarbonización, de eficiencia energética, de
agricultura sustentable, de abastecimiento de agua potable, de limpieza de los
mares de plástico, de educación y sensibilización ambiental, sin olvidar nunca
a la persona y la protección de la vida humana.
Con este propósito no se puede no citar la obra del
episcopado estadounidense y de la diócesis de Chicago que, bajo la guía del
cardenal arzobispo de la ciudad, Blase Joseph Cupich, tiene el mérito de haber
establecido el primer ministerio Laudato si’ en el mundo, interpelando a tantos
católicos, jóvenes y mayores, que han puesto su profesión o "carisma"
en el cuidado de la Casa Común y la defensa de los más débiles. Una mención
especial también para la diócesis de Burlington que se comprometió con los
fieles en la sensibilización y en la acción hacia una mayor justicia ecológica
emprendiendo proyectos para hacer frente a la cultura del despilfarro (práctica
del compostaje en el huerto y en el jardín, uso exclusivo de materiales
reciclados empezando por el papel, modelos circulares de producción y consumo
alimentario, pero no solo), junto al comienzo de un monitoreo de las
propiedades inmobiliarias diocesanas en lo que respecta al suministro de
energía para su conversión a formas renovables o de bajo impacto ambiental.
También es grande la implicación de las comunidades locales, por parte de la
Iglesia, para salvar a la Amazonía, el pulmón verde del mundo que corre el
riesgo de derrumbarse cada día más a causa de la deforestación, de la
corrupción, la explotación intensiva del suelo y la aniquilación de la
biodiversidad.
Los
frutos de un llamamiento incansable
“En efecto, existe una clara relación entre la
protección de la naturaleza y la construcción de un orden social justo y
equitativo. No puede haber una renovación de nuestra relación con la
naturaleza, sin una renovación de la humanidad misma”, había dicho el Papa en
ocasión del Encuentro con las Autoridades keniatas durante el Viaje Apostólico
de noviembre de 2015, que también tocó a Uganda y a África Central, pocos meses
después de la publicación de la encíclica. El llamamiento es, no obstante,
incansable: “Cuidar la Tierra, para que no responda con la destrucción”, no
devorar la Tierra sino devolverle su dignidad, escuchar aquel grito sufriente
de los pueblos que sigue presionando los oídos de todos. También en este año
hemos presenciado un vibrante florecimiento de las Comunidades Laudato si’, que
nacidas de la idea del obispo de Rieti, monseñor Domenico Pompilli y del
fundador de Slow Food Italia, Carlo Petrini, en el silencio de la oración o en
el “barullo” de las movilizaciones, pero siempre con iniciativas concretas, han
relanzado el tema de la ecología integral apuntando a esa conversión del
corazón, pero también de acción que atraviesa e irradia el texto de Francesco.
Desde 2020 en adelante, no obstante la pandemia, los círculos Laudato si’ han
registrado un aumento de casi el 300%.
La encíclica ha permeado el debate político y
científico a partir de la Conferencia de París sobre el clima del 2015 y la de
Glasgow del 2021; hizo sí que el cuidado de la Casa Común se incluyera entre
las obras de misericordia y dio lugar a la "Economía de Francisco”.
Sin ese documento quizás hubiera sido más difícil
celebrar un Sínodo como el de la Amazonia (cuya conexión con Laudato si' es
evidente ya desde el tema: "Nuevos caminos para la Iglesia y para la
ecología integral") y llegar a la posterior exhortación apostólica,
Querida Amazonia, con sus cuatro sueños -social, cultural, ecológico y
eclesial- que son en realidad un camino de ecología integral capaz de
interpelar la conciencia del mundo entero, al que el propio Francisco se
refirió cuando, al hilo de los trabajos sinodales, habló de un verdadero
"pecado ecológico".
El mismo Sínodo de los jóvenes del 2018 y el
“Documento sobre la fraternidad humana”, firmado el 4 de febrero de 2019 en Abu
Dabi por el Papa y el gran imán de Al-Azhar, Al-Tayyib, estarían, al fin y al
cabo, entre los frutos de este texto, inicialmente visto como una encíclica
verde, más tarde mejor entendido como una verdadera perspectiva innovadora,
motor de una revolución cultural, que atraviesa la sociedad en todas sus
grietas. Durante la JMJ de Panamá, en enero de 2019, se habló incluso de una
"Generación Laudato si'". Sin embargo, es un hecho que el paradigma de
la ecología integral se ha extendido como un reguero de pólvora a nivel
internacional, gracias también al compromiso del Dicasterio para el Servicio
del Desarrollo Humano Integral, así como en Italia, donde ha encontrado un
terreno especialmente fértil, dada la sensibilidad hacia las cuestiones
medioambientales demostrada por la Conferencia Episcopal Italiana y las
distintas diócesis. Sin embargo, el documento de Francisco ha dado un nuevo
impulso a la reflexión de asociaciones comerciales como Coldiretti, Confcooperative
y Confartigianato o de fuerzas sindicales como la Cisl.
A nivel eclesial, se ha injertado en iniciativas
nacionales como las Semanas Sociales de los católicos italianos; ha inspirado
eventos de espiritualidad, sobre todo el "Tiempo de la Creación" que
va desde el 1º de septiembre, Jornada Mundial de Oración por la Salvaguarda de
la Creación, hasta el 4 de octubre, fiesta de San Francisco. Ha permitido el
establecimiento de la Semana Laudato si', este año programada del 22 al 29 de
mayo; ha alimentado la música, el arte, la cultura e incluso el cine.
"Somos parte de una sola familia humana, llamada a vivir en una casa común
de la que constatamos, juntos, la inquietante degradación", fueron las
palabras del Papa Francisco en el texto entregado a los ecologistas franceses,
con los que se reunió el 3 de septiembre de 2020, pero, añadió, "nos
alegra el hecho de que la toma de conciencia de la urgencia de la situación se
haga sentir en todas partes, de que el tema de la ecología cale cada vez más en
las formas de pensar en todos los ámbitos y empiece a influir en las decisiones
políticas y económicas, aunque quede mucho por hacer”.
Por CECILIA
SEPPIA(Vatican News
No hay comentarios.: