PAPA FRANCISCO: DEJÉMONOS SORPRENDER POR LA PRESENCIA DE DIOS QUE NOS ESPERA ENTRE LOS POBRES
CIUDAD DEL VATICANO (2 Noviembre 2022).- En el día en que la Iglesia recuerda y reza por todos los fieles difuntos, Francisco celebró en la Basílica de San Pedro la Santa Misa en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos a lo largo del año. En su homilía, centrada en la espera del encuentro con el Señor, instó no perder de vista el “sentido del viaje” y a vivir amando a fondo perdido, sin dejarnos distraer por cosas supérfluas.
“Vamos al encuentro de Dios amando porque Él
es amor”. Con estas palabras el Papa indicó cómo vivir la espera del encuentro
con el Señor, al presidir en la mañana del miércoles 2 de noviembre, la Santa
Misa en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos durante el año, en el
altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro
Francisco inició su
homilía centrando su reflexión en dos palabras que le suscitaron las lecturas
leídas durante la Liturgia de la Palabra: expectación y sorpresa.
La expectación
expresa el sentido de la vida, porque vivimos a la espera del encuentro: el
encuentro con Dios, que es el motivo de nuestra oración de intercesión de hoy,
especialmente por los cardenales y obispos fallecidos durante el último año,
por los que ofrecemos este sacrificio eucarístico en sufragio
No perder de vista lo que cuenta
“Todos vivimos a la
expectativa” esperando escuchar un día aquellas palabras de Jesús:
"Vengan, benditos de mi Padre", precisó el Papa. “Estamos en la sala
de espera del mundo para entrar en el cielo”, añadió, invitando alimentar
nuestra expectativa del Cielo, a ejercitar nuestro deseo del Paraíso y
preguntarnos hoy si nuestros deseos tienen algo que ver con el Cielo.
Porque corremos el
peligro de aspirar constantemente a cosas que pasan, de confundir los deseos
con las necesidades, de anteponer las expectativas del mundo a las de Dios.
Pero perder de vista lo que cuenta para perseguir el viento sería el error más
grande de la vida. Miremos hacia lo alto, porque estamos en camino hacia lo
Alto, mientras que las cosas de aquí abajo no irán allí: las mejores carreras,
los más grandes éxitos, los títulos y los reconocimientos más prestigiosos, las
riquezas acumuladas y las ganancias terrenales, todo se desvanecerá en un
instante, todo. Y todas las expectativas depositadas en ellos se verán
defraudadas para siempre.
Y, sin embargo, notó
el Pontífice, ¡cuánto tiempo, cuánto esfuerzo y energía gastamos preocupándonos
y afligiéndonos por estas cosas, “dejando que la tensión hacia casa se
desvanezca, perdiendo de vista el sentido del viaje”. Por eso, invitó a cada
uno a preguntarse si vive lo que dice el Credo: “¿espero la resurrección de los
muertos y la vida del mundo que vendrá? ¿Voy a lo esencial o me distraigo en
tantas cosas superfluas?”
La sorpresa ante el Señor
La segunda palabra,
“sorpresa”, emerge del capítulo 25 de Mateo, y es “similar a la de los
protagonistas” del Evangelio, afirmó el Papa, cada vez que le preguntan al
Señor cuándo lo han ayudado. “Así se expresa la sorpresa de todos, el asombro
de los justos y la consternación de los injustos”.
¿Cuándo? Lo podremos
decir también nosotros: esperaríamos que el juicio sobre la vida y el mundo
tuviera lugar bajo la bandera de la justicia, ante un tribunal decisivo que,
examinando todos los elementos, arrojara luz sobre las situaciones y las
intenciones para siempre. En cambio, en el tribunal divino, la única línea de
mérito y de acusación es la misericordia hacia los pobres y los descartados:
"Todo lo que hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me
lo hicieron", juzga Jesús (v. 40). El Altísimo habita en los más pequeños,
el que habita en los cielos habita entre los más insignificantes del mundo.
¡Qué sorpresa!
Amar "a fondo perdido" como Jesús
“Pero el juicio se
hará así porque será Jesús, el Dios del amor humilde, el que, nacido y muerto
pobre, vivió como siervo”, aseguró el Papa. “Su medida es un amor que va más
allá de nuestras medidas, y su criterio de juicio es la gratuidad”. De aquí su
invitación a prepararnos y a “amar gratuitamente y a fondo perdido, sin esperar
reciprocidad”. Y la exhortación a no dejarnos sorprender también nosotros:
Estemos atentos a no
endulzar el sabor del Evangelio. Porque a menudo, por comodidad o por
conveniencia, tendemos a suavizar el mensaje de Jesús, a diluir sus palabras.
Reconozcámoslo, nos hemos vuelto bastante buenos para hacer concesiones con el
Evangelio: dar de comer a los hambrientos sí, pero el tema del hambre es
complejo y ciertamente no puedo resolverlo. Ayudar a los pobres sí, pero las
injusticias tienen que ser tratadas en un cierto modo y entonces es mejor esperar,
también porque si te comprometes entonces te arriesgas a que te molesten todo
el tiempo y quizás te das cuenta de que podrías haberlo hecho mejor. Estar
cerca de los enfermos y de los encarcelados, sí, pero en las portadas de los
periódicos y en las redes sociales hay otros problemas más acuciantes, y
entonces ¿por qué justamente yo debo interesarme por ellos? Acoger a los
inmigrantes sí, pero es una cuestión general complicada, tiene que ver con la
política... Y así, a fuerza de peros, hacemos de la vida un compromiso con el
Evangelio.
El programa del cristiano es un corazón que ve
De esta manera,
subrayó el Papa, “de simples discípulos del Maestro pasamos a ser maestros de
la complejidad, que argumentan mucho y hacen poco, que buscan respuestas más
frente al ordenador que frente al Crucifijo, en internet más que en los ojos de
los hermanos” y olvidamos que "el programa del cristiano es un corazón que
ve" (Benedicto XVI, Deus caritas est, 31). Y a la pregunta que se hacen
sorprendidos tanto los justos como los injustos, el Papa respondió:
La respuesta es sólo
una: el cuándo es ahora. Está en nuestras manos, en nuestras obras de
misericordia: no en las puntualizaciones y en los análisis refinados, no en las
justificaciones individuales o sociales. En nuestras manos, y nosotros somos
responsables. Hoy el Señor nos recuerda que la muerte viene a hacer verdad
sobre la vida y elimina todos los atenuantes de la misericordia.
“No podemos decir que
no sabemos”, concluyó el Santo Padre. “El Evangelio explica cómo vivir la
espera: vamos al encuentro de Dios amando porque Él es amor. Y el día de
nuestra despedida, la sorpresa será feliz si ahora nos dejamos sorprender por
la presencia de Dios, que nos espera entre los pobres y heridos del mundo”.
Por CECILIA MUTUAL/Vatican News
No hay comentarios.: