MESSI LLEVA ARGENTINA Y CONTINENTE AMERICANO A LA FINAL CON GOLEADA 3-0 EN EL MUNDIAL DE FÚTBOL QATAR 2022

LUSAIL, Qatar (13 Diciembre 2022).- Tócala una vez más, Leo. Sueña despierta Argentina entera, desde la Tierra del Fuego hasta Salta y Jujuy. Por quinta vez, la albiceleste jugará la final de un Mundial


En Qatar pretende Messi elevarse a los cielos y sentarse junto al Diego. Su cara, poseída, habla por sí sola. 



Y su fútbol añade las notas a una sinfonía que camina embalada hacia el Olimpo. 


Pasó el ímpetu argentino por encima de la resiliencia croata, que no podrá repetir presencia en la final como hace cuatro años. Ese  honor está reservado para los muchachos de Messi.



Fue la primera semifinal un duelo de cocción lenta. Croacia mandaba, dominaba el balón con pausa, sin aparente ambición más que pasaran los minutos. Cómoda en la cueva, Argentina basculaba paciente, esperando su momento.



 Por entonces, Messi seguía caminando. Observando. Analizando. 



Sin gastar energía de manera innecesaria. Al  cuarto de hora, se paraba en el centro del campo, se agachaba y se tocaba el muslo izquierdo. El susto era mayúsculo y tembló hasta el Perito Moreno. Quizás la actitud pasiva, al más puro estilo depredador, no era más que una fachada ante unos problemas físicos que ponían a toda Argentina en vilo.

El duelo continuaba y el fuego iba subiendo de temperatura. La albiceleste metía una cuchara y probaba la sopa. Aún le faltaba un poco. Así lo certificaba Livakovic, desviando un buen disparo de Enzo Fernández desde la frontal, el primer intento argentino. El balón era croata pero esquivaba a Modric y eso evitaba líos al Dibu Martínez.

Tras media hora de cocción, Argentina decidió que era hora de servir. Mac Allister encontró a Julián Álvarez, cuyo disparo  topó con Livakovic pero su cuerpo también se estampó contra el portero croata. No dudó Orsato y señaló los once metros. Le tocaba ahora a Messi demostrar si la pierna izquierda estaba en condiciones o no. La red sufrió la ira del rosarino y bendijo el primero de la noche. El Muchachos retumbaba en la grada, con los brazos al aire. La Pulga, coja o no, ya era el máximo anotador argentino de la historia de la Copa del Mundo (11), avanzando a Batistuta.

El rosarino, que se dolió de la pierna izquierda, ofreció un recital y luchará el domingo por el título

Había gustado la receta y la albiceleste decidió repetir, esta vez con un toque especial.

El joven delantero agarró el balón en su propio campo y comenzó a cabalgar como un corcel con Livakovic entre ceja y ceja. Alcanzó el área, ignoró a los dos compañeros que le tiraron diagonales, dribló a dos defensas croatas, recibió el rechace de Sosa y firmó el segundo.

Había descifrado el equipo de Scaloni el código que abría la puerta de la final y se disponía a abrirla. Croacia no ofrecía demasiada resistencia, circunstancia que con el equipo de Dalic no permitía sacar demasiadas conclusiones, y Argentina intentaba darle el toque final. Livakovic lo boicoteaba con una parada de aquellas que le han catapultado al estrellato en Qatar ante el testarazo de Mac Allister. Hacía ya rato que Messi ejercía de maestro de ceremonias, con un recital de técnica y sutilidad de aquellos para grabar. Era evidente que su pierna izquierda le seguía molestando  pero ya era imposible descifrar si todo formaba parte de su última gran obra, dudas que alimentó con trucos de magia en la segunda mitad.

Porque pese a los gestos, Leo compareció en el verde tras el descanso. Una semifinal del Mundial la hubiera jugado a la pata coja. Y era el primero en intentar certificar el pasaporte, pero Livakovic de nuevo alargaba la incertidumbre, el escenario preferido de Croacia, que esta vez no supo como revolverse. Más obligado que convencido, había hecho Dalic un par de cambios ofensivos pero aquello no acababa de arrancar.

Messi no soltaba la batuta y seguía dirigiendo. Tenía un último ingrediente secreto. Lusail era una fiesta, anticipando lo que iba a venir después. Argentina era puro ímpetu, espectacular el derroche físico de los de Scaloni. Nadie quería sorpresas. Así que Messi optó por adueñarse de la pelota, virar hacia la derecha y encarar a Gvardiol, uno de los mejores centrales de todo el Mundial. Pero primero con la pierna izquierda, luego con la derecha, fue el central croata bailado, con Leo pasando como un poseso por su lado, cediendo con la derecha el tercero a Julián Álvarez.

Julián Álvarez fue su mejor comparsa, anotando dos goles, uno con sabor a Leo y Maradona juntos

La quinta final de Argentina dejaba de ser un sueño para convertirse en realidad. Messi tendrá el domingo su segunda oportunidad de bordarse una estrella. Diego le espera en el cielo.
Por LUIS BUXELES/ La Vanguardia




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