DESDE ÁFRICA EL PAPA FRANCISCO LLAMA A LOS CRISTIANOS A SER MISIONEROS DE PAZ Y COLABORAR CON TODOS, A ROMPER EL CICLO DE LA VIOLENCIA Y DESMANTELAR LAS TRAMAS DEL ODIO"
KINSHASA, República Democrática del Congo (1 Febrero 2023).- En la primera misa de su Viaje a la República Democrática del Congo y Sudán del Sur, Francisco habla de la paz y recuerda que los cristianos están llamados a ser “misioneros de paz” y “a colaborar con todos, a romper el ciclo de la violencia, a desmantelar las tramas del odio”.
En un mundo abatido por la violencia y la guerra los
cristianos están llamados a hacer como Jesús:
proclamar al mundo el anuncio profético e inesperado de la paz. Es la
indicación del Papa Francisco en la Santa Misa por la paz y la justicia,
presidida ante más de un millón de fieles, en el segundo día de su viaje
apostólico a la República Democrática del Congo y a Sudán del Sur.
“Eso tengo, alegría: la alegría de verlos y
encontrarlos es grande; he anhelado mucho este momento, ¡gracias por estar
aquí!”, comienza diciendo el Santo Padre en el Aeropuerto de N'dolo, escenario
de la celebración eucarística en la capital congoleña.
El Papa se refiere a la alegría y el asombro de los
discípulos en la noche de Pascua al ver a Jesús resucitado, que el Evangelio de
Juan acaba de proclamar y evidencia la primera frase pronunciada por Jesús:
«¡La paz esté con ustedes!» Una frase que “es más que un saludo, es un envío” y
que llega en el momento en que todo parecía haber terminado para ellos, en el
momento más imprevisto e inesperado, porque, - precisa el Santo Padre - así actúa el Señor: nos asombra, nos tiende
la mano cuando estamos a punto de hundirnos, nos levanta cuando tocamos fondo”.
Hermanos, hermanas, con Jesús el mal nunca prevalece,
nunca tiene la última palabra. «Porque Cristo es nuestra paz» (Ef 2,14) y su
paz triunfa. Por eso, los que pertenecemos a Jesús no podemos dejar que
prevalezca en nosotros la tristeza, no podemos permitir que crezca la
resignación y el fatalismo. Si a nuestro alrededor se respira este clima, que
no sea así para nosotros. En un mundo abatido por la violencia y la guerra, los
cristianos hacen como Jesús. Él, casi insistiendo, repitió a los discípulos:
¡La paz esté con ustedes! (cf. Jn 20,19.21); y nosotros estamos llamados a
hacer nuestro y proclamar al mundo este anuncio profético e inesperado de la
paz.
Las
tres fuentes de paz
Pero ¿cómo conservar y cultivar la paz de Jesús? Es la
pregunta que plantea Francisco a continuación. Recuerda que Jesús mismo señala
tres fuentes de paz, tres manantiales para seguir alimentando la paz: el
perdón, la comunidad y la misión.
El
perdón nace de las heridas
Jesús, “antes de dar a los apóstoles el poder de perdonar,
los perdona” – evidencia el Papa – “no con palabras sino con un gesto”. Es
decir, “les muestra las llagas, se las ofrece, porque el perdón nace de las
heridas. Nace cuando las heridas sufridas no dejan cicatrices de odio, sino que
se convierten en un lugar para hacer sitio a los demás y acoger sus
debilidades. Entonces las fragilidades se convierten en oportunidades y el
perdón en el camino hacia la paz. No se trata de dejarlo todo atrás como si
nada hubiera sucedido, sino de abrir a los demás con amor el corazón”.
Hermanos, hermanas, cuando la culpa y la tristeza nos
oprimen, cuando las cosas no van bien, sabemos dónde mirar: a las llagas de
Jesús, dispuesto a perdonarnos con su amor herido e infinito. Él conoce tus
heridas, conoce las heridas de tu país, de tu gente, de tu tierra. Son heridas
que queman, continuamente infectadas por el odio y la violencia, mientras que
la medicina de la justicia y el bálsamo de la esperanza parecen no llegar
nunca. Hermano, hermana, Jesús sufre contigo, ve las heridas que llevas dentro
y desea consolarte y sanarte, ofreciéndote su Corazón herido.
El
valor de realizar una amnistía del corazón
“Juntos, continúa el Santo Padre, hoy creemos que con
Jesús siempre tenemos la posibilidad de ser perdonados y volver a empezar” y
esto, asegura es lo que Cristo desea: “ungirnos con su perdón para darnos la
paz y el valor de poder también nosotros perdonar; el valor de realizar una
gran amnistía del corazón”.
¡Cuánto bien nos hace limpiar nuestros corazones de la
ira, de los remordimientos, de todo resentimiento y envidia! Queridos amigos y
amigas, ¡que hoy sea el momento de gracia para acoger y experimentar el perdón
de Jesús! Que sea el momento adecuado para ti, que llevas una pesada carga en
el corazón y necesitas que te la quiten para poder volver a respirar. Que sea
el momento oportuno para ti, que en este país te dices cristiano, pero cometes
actos de violencia; a ti el Señor te dice: “Deja las armas, abraza la
misericordia”.
La
comunidad, segunda fuente de paz
Sobre la segunda fuente de paz, el Papa recuerda que
Jesús, como relata el Evangelio, no se dirige a los discípulos individualmente,
sino que les habla en plural “y a la primera comunidad le entrega su paz”. “No
hay cristianismo sin comunidad, como no hay paz sin fraternidad” asegura, y
pregunta: “¿Hacia dónde hemos de caminar, hacia dónde hemos de ir para
encontrar la paz?” Volviendo a mirar a los discípulos, recuerda que antes de la
Pascua ellos seguían a Jesús pero pensaban “de forma demasiado humana” porque
“esperaban un Mesías conquistador que expulsara a sus enemigos. Pero estos
deseos mundanos los dejaron con las manos vacías”. Por ello, Francisco advierte
Para nosotros también existe este riesgo; estar
juntos, pero caminar por cuenta propia, buscando en la sociedad, y también en
la Iglesia, el poder, la carrera, las ambiciones. Sin embargo, de ese modo, en
vez de seguir al Dios verdadero, seguimos al propio yo, y terminamos como
aquellos discípulos: encerrados en casa, vacíos de esperanza y llenos de miedo
y decepción.
Pero gracias a Jesús, que sopla sobre ellos y les dona
el Espíritu Santo – remarca el Santo Padre - “ya no mirarán lo que les separa,
sino lo que los une”.
El
grito del Papa contra el nuevo colonialismo
“Hermanos, hermanas, el peligro que tenemos es seguir
el espíritu del mundo en lugar del espíritu de Cristo”, observa Francisco,
indicando cuál es el camino para “no caer en las trampas del poder y del
dinero, para no ceder a las divisiones, a las seducciones del carrerismo que
corroen a la comunidad; a las falsas ilusiones del placer y de la brujería que
llevan a encerrarse en sí mismos”.
El camino es compartir con los pobres. Este es el
mejor antídoto contra la tentación de dividirnos y mundanizarnos. Tener el
valor de mirar a los pobres y escucharlos, porque son miembros de nuestra
comunidad y no extraños a los que hay que eliminar de la vista y de la
conciencia. Abrir el corazón a los demás, en lugar de concentrarlo en los
propios problemas o vanidades personales. Recomencemos desde los pobres y
descubriremos que todos compartimos la pobreza interior; que todos necesitamos
el Espíritu de Dios para liberarnos del espíritu del mundo; que la humildad es
la grandeza del cristiano y la fraternidad su verdadera riqueza. Creamos en la
comunidad y, con la ayuda de Dios, construyamos una Iglesia vacía de espíritu
mundano y llena del Espíritu Santo, libre de riquezas para sí misma y llena de
amor fraterno.
Refiriéndose finalmente a la tercera fuente de paz, la
misión, el Pontífice recuerda que Jesús “nos envía como el Padre lo ha enviado
a Él”. ¿Y cómo lo envió el Padre al mundo? “Lo envió a servir y a dar su vida
por la humanidad, a manifestar su misericordia por cada uno, a buscar a los que
están lejos. En una palabra, lo envió para todos; no sólo para los justos, sino
para todos”.
Hermanos, hermanas, estamos llamados a ser misioneros
de paz, y esto nos dará paz. Es una decisión; es hacer sitio en nuestros
corazones para todos, es creer que las diferencias étnicas, regionales,
sociales y religiosas vienen después y no son obstáculos; que los demás son
hermanos y hermanas, miembros de la misma comunidad humana; que cada uno es
destinatario de la paz que Jesús ha traído al mundo. Es creer que los
cristianos estamos llamados a colaborar con todos, a romper el ciclo de la
violencia, a desmantelar las tramas del odio.
Decidir
ser testigos del perdón
“Sí, los cristianos, enviados por Cristo, están
llamados, por definición, a ser conciencia de paz en el mundo; no sólo
conciencias críticas, sino sobre todo testigos del amor; no pretendientes de
sus propios derechos, sino de los del Evangelio, que son la fraternidad, el
amor y el perdón; no buscadores de sus propios intereses, sino misioneros del
amor apasionado que Dios tiene por cada ser humano” afirma a continuación el
Santo Padre.
“La paz esté con ustedes, dice Jesús hoy a cada
familia, comunidad, grupo étnico, barrio y ciudad de este gran país. La paz
esté con ustedes”, repite el Pontífice concluyendo su reflexión. E insta a dejar
que “estas palabras de nuestro Señor resuenen, en silencio, en nuestros
corazones. Escuchémoslas dirigidas a nosotros y decidamos ser testigos de
perdón, protagonistas en la comunidad, personas en misión de paz en el mundo”.
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