MUERE EL UNIVERSAL DISEÑADOR ESPAÑOL PACO RABANNE, EL MODISTA ERA CONOCIDO POR SUS CREACIONES TEXTILES Y EL ÉXITO DE LOS PERFUMES DE SU MARCA
MADRID, España (3 Febrero 2023).- Al diseñador español Paco Rabanne, que ha fallecido este viernes 3 de febrero en Portsall (Francia) a los 88 años, le interesaba ante todo la idea del futuro. La colección que lo lanzó a la fama en 1966 ni siquiera era tal.
Aquellos Doce vestidos imposibles de llevar elaborados con materiales contemporáneos sustituían el tejido por mallas de eslabones de metal o plástico y ni siquiera eran sencillos de llevar, pero introducían en la moda nociones más cercanas al diseño industrial o la arquitectura de su tiempo. Eran ensayos, proyectos en el sentido original de la palabra, que rompían con el culto a lo textil que había marcado a la generación plenamente anterior, la de Dior, Balenciaga y, en menor medida, Yves Saint Laurent. Rabanne, como Courrèges o Pierre Cardin, pertenecía a un grupo de diseñadores deslumbrados con la carrera espacial que en aquellos años fogueaba el cuadrilátero simbólico de la Guerra Fría. Poco importaba que sus innovaciones parecieran imposibles: en la década que culminó con la llegada del hombre a la Luna, los límites parecían siempre provisionales. Rabanne llegó a la moda ya como agente provocador: Gabrielle Chanel decía que no era diseñador, sino metalúrgico, y a él mismo le gustaba recordar que su primera vocación había sido la arquitectura.
En aquellos años sesenta, en todo caso, Rabanne era un
joven embarcado en una búsqueda personal que le llevó a afrancesar su apellido
para abrirse paso en los círculos de la moda de París, en aquellos años la
indiscutida capital mundial de la moda. Francisco Rabaneda Cuervo había nacido
en Pasaia (Gipuzkoa) en 1934 y no tuvo una infancia sencilla. Su padre,
andaluz, era general del ejército leal a la República. Su madre, vasca, fue
militante y miembro de la dirección del Partido Comunista de España (PCE). Tras
el fusilamiento del padre en 1937, la familia se mudó a Francia cuando el
futuro diseñador apenas tenía cinco años. Allí, estudió Arquitectura en la
Escuela Nacional Superior de Bellas Artes y comenzó a elaborar piezas de
bisutería con Rhodoïd, un nuevo material transparente cuyas piezas él unía con
eslabones o cadenas. Fue así como accedió a talleres de prestigio como los de
Dior, Givenchy o Balenciaga, con quien su madre había trabajado en San
Sebastián antes de la Guerra Civil.
La presentación de sus primeras colecciones coincidió
con un momento de transición en la moda. La Alta Costura, el modelo dominante
hasta entonces, comenzaba a ceder espacio ante el avance del prêt à porter, que
trajo consigo un rejuvenecimiento de la industria y una liberación de su
lenguaje expresivo. La moda, por primera vez, podía jugar con lo imposible, que
se plasmaba en colecciones espectaculares y oníricas —por ejemplo, las
fantasías exóticas e historicistas de Saint Laurent o Valentino— y también en
nuevas formas que evocaban tanto las obsesiones de la juventud —la minifalda,
el rock, lo andrógino— como los avances tecnológicos de su tiempo. Los
diseñadores de la era espacial vistieron a las mujeres como tripulantes de
naves espaciales. No es casualidad que una de las creaciones más radicales de
Rabanne fuese el vestuario de Barbarella (1968), la comedia erótica de ciencia
ficción dirigida por Roger Vadim. En aquella película, Jane Fonda interpretaba
a una heroína que acababa perdiendo la ropa al final de cada aventura, con la
consiguiente necesidad de improvisar un modelo distinto en cada episodio. Este
despliegue de vestuario puede verse hoy también como una antología estética del
Rabanne de la época: técnico y futurista, pero también sensual, irreverente y
rockero, capaz de convertir la moda en ropa y en entretenimiento al mismo
tiempo.
Sus siguientes colecciones, de hecho, siguieron por
ese mismo camino. Por un lado, cultivando una estética menos purista y más en
contacto con la calle que otros compañeros de generación. Las filmaciones de la
época plasman la audacia de sus modelos, vestidas como gladiadoras con prendas
ajustadas y faldas de acentos metálicos que se bamboleaban al ritmo de la
música. Por otro, recreándose en experimentos formales, materiales insólitos y
declaraciones de intenciones que apuntalaban su fama de enfant terrible y le valían
la simpatía de excéntricos tan geniales como Salvador Dalí. Si la moda de
Rabanne era gasolina para la prensa y la televisión —pero no tanto para el
público, que se decantaba por fórmulas menos experimentales—, el motor
económico del negocio era su división de perfumes. No es un caso aislado en una
época en que muchos diseñadores establecieron acuerdos con empresas externas
para desarrollar cosméticos o complementos bajo licencia, pero sí es uno de los
más exitosos. En los sesenta, Antonio y Mariano Puig, la segunda generación
familiar al frente de la empresa de perfumes, firmaron una colaboración con
Rabanne que se tradujo en perfumes tan innovadores como Calandre (1969), una
fragancia cuya inspiración era un encuentro sexual en el capó de un coche en un
bosque mediterráneo. En 1973 le siguió Paco Rabanne Pour Homme, cuyo icónico
frasco verde pino ha sido una presencia habitual para varias generaciones de
hombres. En un mercado dominado por perfumes más o menos aspiracionales y con
vocación de elegancia, la modernidad y la rebeldía de los de Rabanne abrían el
camino a fórmulas menos encorsetadas. Su éxito fue tal que en 1986 Puig
adquirió la totalidad de su marca, que a finales de los noventa y ya en el
siglo XXI firmó superventas del sector como XS, 1 Million o Invictus.
La modelo Ingrid Seynhaeve, con Paco Rabanne durante
una sesión de prueba en su estudio de París el 30 de enero de 1991.
Mientras tanto, Rabanne siguió presentando colecciones
de alta costura hasta 1999. Entonces Puig optó por poner término a esta
actividad debido a sus elevados costes, y el diseñador pasó a supervisar las
colecciones de prêt à porter y a ocuparse de la serie de perfumes. Tras un
paréntesis de un decenio, en 2011 Puig decidió relanzar las líneas de moda de
Paco Rabanne, primero con los diseñadores Manish Arora y Lydia Maurer, y desde
2013 bajo la dirección creativa de Julien Dossena, que ha revitalizado el prêt
à porter de la casa y afianzado su peso absoluto tanto en la moda internacional
como en el propio entorno empresarial de Puig. “Gracias por ser un modista que
definió una nueva modernidad junto a una gran revolución cultural. A través de
tu expresión personal de la utopía, fuiste un artista total que contribuyó a
una visión evolutiva del mundo. Gracias por este patrimonio”, ha expresado
Dossena en sus redes sociales sobre el diseñador.
“Su gran personalidad transmitió, a través de una
estética única, su visión atrevida, revolucionaria y provocadora del mundo de
la moda. Seguirá siendo una importante fuente de inspiración para los equipos
de moda y fragancias de Puig, que trabajan conjuntamente para expresar los
códigos radicalmente modernos de Paco Rabanne”, ha declarado Marc Puig,
presidente ejecutivo del grupo, tras la noticia de la muerte del diseñador.
El fallecimiento de Rabanne, galardonado con el Premio
Nacional de Diseño de Moda en el año 2010 por “su innovación y su aportación a
todos los ámbitos de la cultura del siglo XX”, sucede años después de su
retirada de la escena mediática, donde protagonizó momentos polémicos debidos a
su interpretación de Nostradamus, y también de los círculos de la moda, que
paradójicamente han acabado asumiendo muchos de los principios que él defendió
en los idealistas años sesenta: una moda práctica, tecnológica y audaz,
concebida no desde la elegancia sino desde la expresión libre.
Si Paco Rabanne ha resultado ser una figura profética,
no ha sido por sus cábalas astrológicas, sino por su capacidad de anticipar los
cambios del sector donde reinó como un verso suelto e inclasificable.
Por CARLOS
PRIMO/El País
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