PAPA FRANCISCO EN EL CONGO. “MI CORAZÓN ESTÁ HOY EN EL ESTE DE ESTE INMENSO PAÍS, QUE NO TENDRÁ PAZ HASTA QUE PAZ HASTA QUE LA PAZ HAYA LLEGADO ALLÍ, A LA ZONA ORIENTAL”
SINSHASA, República Democrática del Congo (1 Febrero 2023).- A las familias en luto o desplazadas por los crímenes de la guerra, a los supervivientes de agresiones sexuales y a cada niño y adulto herido el Papa Francisco, en su encuentro con las víctimas del Este de la República Democrática del Congo les dijo que está con ellos y que querría llevarles la caricia de Dios.
Tras haber almorzado en la sede de la Nunciatura
apostólica, después de haber celebrado la misa esta mañana en el en el
Aeropuerto de Ndolo, en Kinsasa, el Papa Francisco se reunió a las 16.30 con
las víctimas del Este de la República Democrática del Congo.
Este esperado encuentro se llevó a cabo en el salón de
la Representación Pontificia y comenzó con el canto. A continuación se proyectó
un vídeo y el Santo Padre, antes de tomar la palabra, escuchó, uno a uno, el
testimonio de las víctimas procedentes de Butembo-Beni; Goma; Bunia; Bukavu y
Uvira. Después de la alocución del Papa se llevó a cabo la asunción de un
compromiso de perdón por parte de las víctimas presentes y el acto concluyó con
la bendición del Pontífice.
En este tercer discurso, del segundo día de su
estancia en esta nación, el Papa Francisco agradeció ante todo los testimonios
que le ofrecieron las víctimas y afirmó textualmente:
“No
hay palabras; sólo llorar, permaneciendo en silencio”
“Ante la violencia inhumana que han visto con sus ojos
y experimentado en su propia carne, nos quedamos impresionados. Y no hay
palabras; sólo llorar, permaneciendo en silencio. Bunia, Beni-Butembo, Goma,
Masisi, Rutshuru, Bukavu, Uvira, lugares que los medios de comunicación
internacionales no mencionan casi nunca; aquí y en otros sitios, muchos de
nuestros hermanos y hermanas, hijos de la misma humanidad, son tomados como
rehenes por la arbitrariedad del más fuerte, por el que posee las armas más
potentes, armas que siguen circulando”.
“Mi corazón está hoy en el Este de este inmenso país,
que no tendrá paz hasta que la paz no haya llegado allí, a la zona oriental”
Al dirigirse a los queridos habitantes del Este, el
Santo Padre les manifestó su cercanía afirmando que sus lágrimas son las suyas,
al igual que su dolor.
“A cada familia en luto o desplazada a causa de
poblaciones incendiadas y otros crímenes de guerra, a los supervivientes de
agresiones sexuales, a cada niño y adulto herido, les digo: estoy con ustedes,
quisiera traerles la caricia de Dios”
Tras manifestar que “su mirada tierna y compasiva” se
posa sobre ellos, mientras “los violentos los tratan como objetos”, el Obispo
de Roma agregó que “el Padre que está en los cielos mira su dignidad y le dice
a cada uno: ‘Tú eres de gran precio a mis ojos, porque eres valioso, y yo te
amo’ (Is 43, 4)”.
“Hermanos y hermanas, la Iglesia está y estará siempre
de su parte. Dios los ama y no se ha olvidado de ustedes, ¡pero que también los
hombres se acuerden de ustedes!”
Condena
del Papa
“En su nombre, junto a las víctimas y a quienes se
comprometen por la paz, la justicia y la fraternidad – prosiguió el Papa –
condeno la violencia armada, las masacres, los abusos, la destrucción y la
ocupación de las aldeas, el saqueo de campos y ganado, que se siguen
perpetrando en la República Democrática del Congo. Y también la explotación
sangrienta e ilegal de la riqueza de este país, así como los intentos por
fragmentarlo para poderlo controlar”.
“Causa vergüenza – dijo también Francisco – e indigna
saber que la inseguridad, la violencia y la guerra que golpean trágicamente a
tanta gente, son alimentadas no sólo por fuerzas externas, sino también
internas, por intereses y para obtener ventajas”. De ahí su invocación “al
Padre que está en los cielos, que quiere que todos en la tierra seamos hermanos
y hermanas”. Y prosiguió
“Pido perdón por la violencia del hombre contra el
hombre”
“Inclino la cabeza humildemente y, con dolor en el
corazón, le pido perdón por la violencia del hombre contra el hombre. Padre,
ten piedad de nosotros. Consuela a las víctimas y a los que sufren. Convierte
los corazones de los que cometen crueles atrocidades, que deshonran a toda la
humanidad. Y abre los ojos de aquellos que los cierran o miran para otro lado
ante estas abominaciones”
Además, el Obispo de Roma explicó que “se trata de
conflictos que obligan a millones de personas a dejar sus casas, que provocan
gravísimas violaciones de los derechos humanos, que desintegran el tejido
socio-económico, que causan heridas difíciles de sanar. Son luchas en las que
se entrecruzan dinámicas étnicas, territoriales y de grupos; conflictos que
tienen que ver con la propiedad de la tierra; con la ausencia o la debilidad de
las instituciones; con odios en los que se introduce la blasfemia de la violencia
en nombre de un dios falso”.
La
guerra desatada por una insaciable avidez
“Pero, sobre todo, es la guerra desatada por una
insaciable avidez de materias primas y de dinero, que alimenta una economía
armada, la cual exige inestabilidad y corrupción. Qué escándalo y qué
hipocresía: la gente es agredida y asesinada, mientras los negocios que causan
violencia y muerte siguen prosperando”
Vehemente
llamamiento de Francisco
Francisco dirigió “un vehemente llamado a todas las
personas y entidades, internas y externas, “que manejan los hilos de la guerra
en la República Democrática del Congo, depredándola, flagelándola y
desestabilizándola”.
“Ustedes se están enriqueciendo por medio de la
explotación ilegal de los bienes de este país y el sacrificio cruento de
víctimas inocentes”
“¡Basta
de enriquecerse a costa de los más débiles!”
Y les pidió que “escuchen el grito de su sangre”, que
“presten atención a la voz de Dios, que los llama a la conversión y escuchen la
voz de su conciencia”:
“Hagan callar las armas, pongan fin a la guerra.
¡Basta! ¡Basta de enriquecerse a costa de los más débiles, basta de
enriquecerse con recursos y dinero manchado de sangre!”
El Papa también preguntó a estos queridos hermanos y
hermanas, y a nosotros, “¿qué podemos hacer? ¿Por dónde comenzar? ¿Cómo actuar
para promover la paz?”. Hoy quisiera proponerles comenzar de nuevo con dos “no”
y dos “sí”, les dijo.
En primer lugar, no a la violencia
“En primer lugar – afirmó Francisco – no a la
violencia, siempre y en cualquier caso, sin condiciones y sin ‘peros’. Amar a
la propia gente no significa alimentar el odio hacia los demás. Al contrario,
querer al propio país supone negarse a ceder ante los que incitan al uso de la
fuerza. Es un engaño trágico. El odio y la violencia nunca son aceptables,
nunca son justificables, nunca son tolerables, con mayor razón para los
cristianos. El odio sólo genera más odio y la violencia, más violencia”.
“Un ‘no’ claro y fuerte también debe decirse a quienes
propagan esto en nombre de Dios”
“Dios
es Dios de la paz y no de la guerra”
A los queridos congoleses, el Santo Padre les pidió
que “no se dejen seducir por personas o grupos que incitan a la violencia en su
nombre”. Porque “Dios es Dios de la paz y no de la guerra”.
“Predicar
el odio es una blasfemia, y el odio siempre corroe el corazón del hombre”
El Pontífice añadió que “el que vive de la violencia,
en efecto, nunca vive bien; piensa que salva su vida y, en cambio, es devorado
por un torbellino de mal que, llevándolo a combatir a los hermanos y a las
hermanas con los que ha crecido y vivido durante años, lo mata por dentro”.
Extirpar
las raíces de la violencia
Sin embargo, el Santo Padre puso de manifiesto que
“para decir verdaderamente ‘no’ a la violencia no es suficiente evitar actos
violentos; es necesario extirpar las raíces de la violencia”. Y tras dirigir su
pensamiento a la codicia, la envidia y al rencor, el Papa dijo: “Mientras me
inclino con respeto ante el sufrimiento que tantos han padecido, quisiera
pedirles a todos que se comporten como nos han sugerido ustedes, testigos
valerosos, que tienen la fuerza de desarmar el corazón”.
“Lo pido a todos en nombre de Jesús, que perdonó a
quienes le traspasaron las manos y los pies con los clavos, sujetándolo a una
cruz; les ruego que desarmen el corazón”
Por otra parte, el Papa señaló el deber de denunciar
el mal, para que la impunidad y condonación de las atrocidades no siga adelante
“como si nada pasara”.
“Lo que se nos pide, en nombre de la paz, en nombre
del Dios de la paz, es desmilitarizar el corazón, quitarle el veneno, rechazar
el odio, aplacar la avaricia, eliminar el resentimiento”
Decir
“no” no nos hace débiles
También reafirmó que decir “no” a todo eso no nos hace
débiles, sino “libres, porque nos da paz”.
“Sí, la paz nace de los corazones, de corazones libres
de rencor”
No
a la resignación
Además, Francisco les dijo que “hay que decir un
segundo ‘no’: no a la resignación”, puesto que “la paz requiere combatir el
desaliento, el malestar y la desconfianza, que llevan a creer que es mejor
recelar de todos, vivir separados y distantes, en vez de darse la mano y
caminar juntos”.
“Nuevamente, en nombre de Dios, reitero la invitación
para que cuantos viven en la República Democrática del Congo no bajen los
brazos, sino que se esfuercen por construir un mundo mejor”
Tener
el mismo deseo de paz
Y añadió que un futuro de paz sólo “será posible si se
destierra de los corazones el fatalismo resignado y el miedo de involucrarse
con los demás. Un futuro diferente llegará, si es para todos y no para algunos,
si es en favor de todos y no contra algunos. Un futuro nuevo llegará, si el
otro, sea tutsi o hutu, ya no es más un adversario o un enemigo, sino un
hermano y una hermana en cuyo corazón es necesario creer que existe, aun escondido,
el mismo deseo de paz”.
“¡También en el Este la paz es posible! ¡Creámoslo! Y
trabajemos por ello, sin delegar el cambio”
Todos
somos hermanos
Después de recordar que un dicho suajili enseña:
“jirani ni ndugu”, es decir “el vecino es un hermano” el Papa leas dijo que
todos, “sean burundeses, ugandeses o ruandeses”, son y somos “todos hermanos,
porque somos hijos del mismo Padre”. De ahí su invitación a elevar “la mirada
al cielo” y no permanecer “prisioneros del temor”.
“Nunca
más violencia, rencor, ni resignación”
“El mal que cada uno ha sufrido necesita ser
transformado en bien para todos; que el desánimo que paraliza ceda el paso a un
ardor renovado, a una lucha indómita por la paz, a valientes propósitos de
fraternidad, a la belleza de gritar juntos nunca más: nunca más violencia,
nunca más rencor, nunca más resignación”
Sí
a la reconciliación
Llegado a este punto de su reflexión el Santo Padre se
refirió a los dos “sí” para la paz. “Ante todo, sí a la reconciliación”, puesto
que “es maravilloso lo que están por hacer”, es decir “comprometerse y
perdonarse mutuamente, y repudiar las guerras y los conflictos para resolver
las distancias y las diferencias”. Y puso de manifiesto que querían “hacerlo
orando juntos”, “unidos alrededor del árbol de la cruz, bajo el cual, con gran
valentía”, deseaban “deponer los signos de la violencia que han visto y
sufrido: uniformes, machetes, martillos, hachas, cuchillos”.
“Quisiera decirles: sean también ustedes árboles de
vida. Hagan como los árboles, que absorben contaminación y devuelven oxígeno”
La
fe lleva consigo una nueva idea de justicia
El Papa les recordó a continuación que “la fe lleva
consigo una nueva idea de justicia, que no se conforma con castigar y renunciar
a la venganza, sino que quiere reconciliar, desactivar nuevos conflictos,
extinguir el odio, perdonar”. Y todo esto – prosiguió Francisco – “es más poderoso
que el mal”, porque “transforma la realidad desde dentro en vez de destruirla
desde fuera. Sólo así se derrota el mal, precisamente como hizo Jesús en el
árbol de la cruz, tomándolo sobre sí y transformándolo con su amor. De ese
modo, el dolor se convirtió en esperanza”.
“Amigos, sólo el perdón abre las puertas al mañana,
porque abre las puertas a una justicia nueva que, sin olvidar, rompe el círculo
vicioso de la venganza”
Sí
a la esperanza
Del último “sí” que es decisivo, el Papa dijo que es
el “sí a la esperanza”. La esperanza cuya fuente “tiene un nombre”, que
Francisco proclamó ante todas estas víctimas: “¡Jesús! Jesús: con Él, el mal ya
no tiene la última palabra sobre la vida; con Él, que ha hecho de un sepulcro –
final del trayecto humano – el inicio de una historia nueva, siempre se abren
nuevas posibilidades”.
En este amplio discurso el Papa les dijo a estos
hermanos y hermanas del Este del país, que esta esperanza es para ellos, porque
todos ellos “tienen derecho” a la esperanza. Y destacó que “es un derecho que
debe ser conquistado”, “sembrándola cada día” y “con paciencia”
“Sembrar el bien hace bien, libera de la lógica
estrecha del beneficio personal y regala a cada día su razón; aporta a la vida
el aliento de la gratuidad y nos asemeja a Dios, sembrador paciente que esparce
esperanza sin cansarse nunca”
Sembradores
de paz que trabajan en el país
Por último, el Santo Padre agradeció y bendijo a todos
“los sembradores de paz que trabajan en el país”; incluyendo “a las personas y
a las instituciones que se prodigan en la ayuda y la lucha por las víctimas de
la violencia, la explotación y los desastres naturales; a las mujeres y los
hombres que están aquí animados por el deseo de promover la dignidad de la
gente”.
Los
que perdieron su vida sirviendo a la paz
Recordó, además, que “algunos perdieron la vida
mientras servían a la paz, como el embajador Luca Attanasio, el guardia
Vittorio Iacovacci y el conductor Mustapha Milambo, asesinados hace dos años en
el Este del país”.
“Eran
sembradores de esperanza y su sacrificio no se perderá”
A todos estos hermanos, “hijos e hijas de Ituri, de
Kivu del Norte y del Sur”, el Papa volvió a decirles que está con todos ellos,
a quienes bendijo de corazón.
“Bendigo a cada niño, adulto, anciano, a cada persona
herida por la violencia en la República Democrática del Congo, en particular a
cada mujer y a cada madre. Y rezo para que la mujer, toda mujer, sea respetada,
protegida y valorada”
Y concluyó afirmando que “agredir a una mujer y a una
madre es hacérselo a Dios mismo, que tomó de una mujer la condición humana, de
una madre”. Que Dios de la esperanza – les dijo – “que cree en ustedes, en su
país y en su futuro, los bendiga y los consuele; que derrame la paz en sus
corazones, en sus familias y en toda la República Democrática del Congo”.
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