“Si pudiéramos leer en las frentes de los demás sus pensamientos, sentiríamos lástima y pena, de mucha gente que hoy nos causa admiración y respeto”.
Citamos esta expresión, motivados por las frecuentes y alarmantes noticias que cada día relatan nuestros medios informativos en torno a la ocurrencia de los llamados crímenes pasionales o feminicidios, así como la gran cantidad de suicidio que se reportan en diferentes puntos del país.
Este tipo de sucesos se inscriben dentro del mar de violencia que hemos estado viviendo en los últimos tiempos y que por sus características ha de combatirse necesariamente, con medidas y métodos especiales, puesto que, quien atenta contra su vida y logra suicidarse sin importar los motivos y circunstancias, bien sean estos económicos, emocionales, de salud, o de cualquier otra índole, evidencia una débil formación cristiana que en esa persona ha vencido la atrición, es decir, el miedo al castigo eterno.
No obstante, al igual que la cristiana, la formación familiar juega un papel preponderante y decisivo, toda vez, que el individuo refleja sus enseñanzas , la buenas y las malas, por lo que dependiendo del grado en que haya asimilado cada una de estas, definirá su conducta y proceder ante las adversidades y benevolencias de la vida, y lo proclive de creer y en ver en el suicidio la solución de sus problemas.
Así pues, los crímenes pasionales, en los que casi siempre es el hombre que en mar de dudas prohijado por los celos que siente por la mujer que ama o por la infidelidad de esta, comete lo que jurídicamente es llamado uxoricidio, asumiendo el derecho de quitarle la vida y luego ante la realidad de los hechos cometidos y en ausencia de todo razonamiento decide por igual acabar con su existencia mediante el suicidio.
En uno y otro caso ha faltado la fe cristiana, la fe en Dios, así como las normas y buenas directrices que debemos digerir y asimilar en el seno familiar y que sirven de base y estructura en la edificación del hombre y de la mujer.
Es tiempo ya de que se emprenda un plan para impartir los conocimientos religiosos, en todos los niveles de nuestras escuelas, para que estos sirvan de soporte moral, ético y emocional de la conducta humana que procure su bienestar mental y por ende físico.
Además desarrollar una gran campaña de amor por la vida y reforzamiento familiar por todos los medios de comunicación de que disponemos para hacer nuestro lo que reza la Santa Biblia, en Mateo 22:39 Amarás a tú prójimo como a ti mismo.
Por LEONARDO CABRERA DIAZ
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