Ser enteramente fiel, es un empresa altamente difícil, en la que se requiere de incalculables esfuerzos y unos que otros golpes de pecho para evitar sucumbir ante insinuante e indelicada forma de vestir que provoca hasta en el más impávido de los hombres una angustiosa dispepsia.
Y es que no es fácil digerir, ni el más sabroso de los bocados, si tenemos por delante una esbelta morena, con unos escotes bajitos, que unidos a la falta del sostén y una leve inclinadita pone a cualquiera a sudar en donde nunca lo hizo, además de provocar un desorden emocional que, por su notoriedad, no se le puede tildar de ser una persona amoral, ni sindicarles de infiel.
El hombre de hoy en día, bombardeado por tantas modas, es una víctima segura, no importa cuanto corra, o presuma de un buen Don, al igual que Sansón, encontrará su Dalila, en una faldita corta, más corta que cortina, con el famoso rajaito, en un lado sobre el muslo, o en la parte trasera, más, un sutil cruce de piernas o una simple quebradiza, haría a cualquier mortal, elucubrar a todo dar, que degusta sin cesar, aquel hermoso manjar, que tiene frente a él, y no por este ingenuo pensar, se le debería tildar, de ser una persona amoral, ni sindicarle de infiel.
Y es que las modas, no importa su teorizar, siempre van acabar, en un muy poco tapar, lo que antes se resguardó, con exagerado celo, y era más que una chepa, que sucediera algún descuido, que diera paso a una brecha, para ver un entresijo.
Es por eso que os digo, que lo que ayer era un mito, hoy es cosa de rutina, que se exhiba como en vitrina, lo que antes se definió, como el famoso "cachito."
Sencillamente es que el cachito, hace tiempo pasó de moda.
Por LEONARDO CABRERA DIAZ
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